La filosofía feminista no para de crecer, expandirse y abordar nuevos debates. Aparecen voces que reclaman un lugar en el pensamiento y tratan temas como las fronteras, la soberanía, la justicia epistémica o la crítica al neoliberalismo. Estas diez filósofas aportan hoy una mirada novedosa e imprescindible al feminismo. Su pensamiento va a jugar un papel muy importante en los próximos años, incluso el de las dos que ya no viven.
El feminismo está más vivo que nunca. Tras una década en la que el movimiento feminista ha tenido un importante papel en los procesos de transformación social, la reflexión y el pensamiento feminista sigue siendo desarrollado, ampliado, perfeccionado, criticado para plantear hojas de ruta nuevas y adaptadas a los tiempos actuales y venideros.
Hoy no son solo los derechos civiles y el cuestionamiento de las identidades binarias lo que se discute en el feminismo. Vivimos en un mundo cada vez más globalizado y diverso, donde los problemas relativos a la exclusión de las personas migrantes, la cooptación por parte de los gobiernos de las luchas de los colectivos más oprimidos (cooptación es la maniobra que gobiernos y entidades políticas utilizan para incorporar elementos de los movimientos sociales y la sociedad civil a su estructura y así desactivar su potencial crítico) o la precariedad de los trabajos de cuidados son problemas sociales de primer orden.
Debatimos hoy de la mano del pensamiento de diez filósofas feministas que no temen plantear estas cuestiones y que son voces importantes para pensar los retos de hoy y los que vienen.
Nancy Fraser
Nancy Fraser (1947) es una de las voces vivas más importantes de la filosofía política. Su pensamiento feminista, pero también de análisis de las democracias neoliberales, la ubica entre las principales referencias en la reflexión política actual, junto con autores como Hartmut Rosa o Laura Quintana.
El análisis de la filósofa estadounidense parte de considerar que las sociedades contemporáneas ya no son subsumibles bajo la lógica del neoliberalismo clásico. El neoliberalismo tradicional se trató de un pensamiento de corte más conservador. El ejemplo es el thatcherismo, por la exministra británica Margaret Thatcher, que se replicó en mayor o menor medida en numerosos países del centro imperialista.
La política neoliberal, sin embargo, se ha transformado y ha sabido mostrar un rostro «progresista». A esto es a lo que Nancy Fraser denomina «neoliberalismo progresista» y tiene mucha relación con el feminismo. Este neoliberalismo progresista no solo defiende ideas tradicionales del neoliberalismo como la desregularización del mercado, sino que también incorpora reivindicaciones del movimiento obrero y los movimientos sociales desde una óptica perversa. Se trata de «apropiarse» de determinadas reivindicaciones —las más inofensivas— para establecer un relato que disminuya la conflictividad social prevista por los ataques económicos y sociales que establecen sus políticas.
De este modo, opina Fraser, terminar con el «techo de cristal» o permitir que más mujeres y personas racializadas o migrantes accedan a puestos de poder económico o político no sería, en sí mismo, una amenaza para el régimen neoliberal, sino una forma de desactivación de los movimientos sociales. En esto, dirá, el Partido Demócrata estadounidense ha sido experto.
En su Manifiesto de un feminismo para el 99 %, escrito junto a otras teóricas, filósofas y feministas, plantea que frente a un feminismo para «unas pocas mujeres» se debe contraponer uno que ponga sobre la mesa los derechos de la mayoría. De ahí ese 99 % que plantea. Existen autoras marxistas que, por otro lado, señalan que esta propuesta de Fraser no tiene en cuenta que el grupo dominante es más que ese 1 % restante y que hay que incorporar una visión de clase y no solo una porcentual en abstracto.
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