La formación de Kafka no fue la de un filósofo. Comenzó estudiando en un colegio alemán y cursó Leyes por obligación de su familia, disciplina en la que se acabó doctorando en 1906. El derecho y la administración pública serán elementos muy presentes en su obra y de las fuentes de mayor inquietud de la vida de sus protagonistas.
Sus historias están protagonizadas por antihéroes que se enfrentan a una realidad cotidiana, pero con un aire perturbador. Una realidad con la que podemos identificarnos, motivo por el cual nos sigue pareciendo un autor muy actual.
El hogar, la oficina, las administraciones estatales, pero sobre todo la ciudad. Estos son los paisajes predilectos de las historias de Kafka, que bajo su narración se vuelven absurdos. Es de esta experiencia de lo absurdo de la vida cotidiana de donde nace «lo kafkiano», categoría que todavía utilizamos hoy para referirnos a aquello a la par cotidiano y estrambótico que se sale de los esquemas de comprensión. «Kafkiana» es la desubicación del sujeto en el mundo actual.
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