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Diez razones para confiar en el futuro de la humanidad

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El economista Johan Norberg nos da diez razones por las que la humanidad está viviendo el mejor momento de toda su historia.

El economista Johan Norberg nos da diez razones por las que la humanidad está viviendo el mejor momento de toda su historia.

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Deusto edita Progreso. 10 razones para mirar al futuro con optimismo, del economista sueco Johan Norberg. Una explicación pormenorizada de por qué podemos concluir que vivimos en la mejor época de la historia de la humanidad y, lo que es más importante, cuáles son las causas que nos han llevado hasta aquí.

Por Jaime Fdez-Blanco Inclán

Si nos diera por preguntar por ahí qué tal vivimos hoy día, lo más probable es que muchos defendieran que el mundo, hablando en plata, es una mierda y la raza humana, una abominación. Si echamos un ojo a las noticias en los medios, ciertamente, lo parece: asesinatos, corrupción, violaciones, guerras, hambre, enfermedades, catástrofes naturales, pérdida de valores, incultura, resentimiento, etc. No hay una noticia buena (claro que las noticias buenas no venden…) y parece que vamos encaminados a la hecatombe. Además, son muchos los que viven de recordarnos una y mil veces que estamos a un paso de caer en el averno (normalmente los mismos que, tras esto, nos dicen que ellos son los que pueden sacarnos de él) o directamente que ya es tarde para salvarnos.

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"Progreso: 10 razones para mirar al futuro con optimismo", Johan Norberg (Deusto-Instituto Juan de Mariana)
«Progreso. 10 razones para mirar al futuro con optimismo», Johan Norberg (Deusto-Instituto Juan de Mariana).

¿Están en lo cierto? Pues no. La respuesta a esa pregunta es exactamente lo que nos cuenta el libro Progreso. 10 razones para mirar al futuro con optimismo, del economista sueco Johan Norberg y que publicó Deusto de la mano del Instituto Juan de Mariana. Progreso es uno de esos pocos libros que nace de una fuerte polémica precisamente por mandar un mensaje esperanzador, por la sencilla razón de que su tesis no es popular, a pesar de que defienda sus promesas no con discursos y reflexiones vanas, sino con una cantidad enorme de datos, apéndices y pruebas documentales.

Un futuro de prosperidad

No solo no es cierto que el mundo sea un absoluto desastre, sino que podemos decir sin miedo a equivocarnos que tenemos la suerte de vivir en la mejor época de la historia de la humanidad. Con los datos en la mano eso no es opinable. Una conclusión perfectamente extrapolable en función de un conjunto de hechos de la realidad que se han desarrollado a lo largo de la historia. Jamás tantos seres humanos han vivido tan bien en el planeta Tierra como lo hacen hoy y eso es precisamente lo que se encarga de demostrarnos este libro.

Progreso es uno de esos pocos libros que generará una fuerte polémica precisamente por mandar un mensaje esperanzador

El libro es, básicamente, un análisis con una cantidad casi insultante de datos sobre las principales problemáticas de la humanidad (demografía, salud, medioambiente, violencia, igualdad, alfabetización, etc.) a lo largo de toda la historia, partiendo de una estructura muy clara: por un lado, demostrando que cualquier tiempo pasado NO fue mejor. No “un poco peor”, sino infinitamente peor en cuanto a desarrollo y calidad de vida se refiere. Y demostrando, de nuevo con cifras y hechos, que las cosas ahora están mucho mejor.

Por fin, Norberg nos va explicando las razones por las que es perfectamente lógico confiar en que las cosas serán aún mejores en el futuro, y es que tiene muy claro cuáles son las razones principales de todo esto a tenor de las fechas en que los picos de desarrollo y transformaciones se han producido: la globalización, el libre comercio y la libertad individual. ¿De qué se vale Norberg para hacer estas afirmaciones? ¿Por qué son esas las razones de todas las mejoras y no otras?

Los datos son tan contundentes que no hay réplica posible, principalmente porque la pauta de mejora y desarrollo comparte a lo largo de todos los aspectos analizados una serie de concordancias, fechas, ideas, personajes, etc., del mismo modo que ocurre en los periodos de retroceso, siendo estos últimos ciertos, pero menos numerosos.

Norberg explica cómo durante la mayor parte de la historia los parámetros analizados apenas cambiaron, y cómo la situación de revolución tuvo una serie de momentos clave: finales del siglo XVIII, cuando se asentaron las ideas del liberalismo político y el capitalismo económico. Tras esto, llegaría su consecuencia natural: la revolución industrial. Este proceso dista mucho de lo que puedan transmitirnos las obras de Dickens (quien no tuvo la suerte de comprobar sus consecuencias), siendo, por el contrario, la transformación total de la sociedad occidental, al hacer una apuesta firme por la razón y la experimentación empírica.

El otro gran golpe de efecto se produce a finales del siglo XX, cuando ya implantado el sistema en Occidente, empiezan a expandirse por su propia dinámica hacia el resto del mundo, especialmente al mayor continente del planeta: Asia. La adopción de estas ideas en dos gigantes como son China y la India trastocarán como nunca antes las cifras de desarrollo.

Y para terminar, el autor nos invita a adentrarnos en los últimos datos, los de las últimas décadas, que por su aceleración auguran un futuro prometedor, cuando la tendencia se expanda a nivel mundial.

50 años mejor que 2.000

Pero ¿qué es lo que ha mejorado? Tantas cosas que es casi imposible citarlas todas, y tan interrelacionadas sobre una base común que asusta. En los últimos 50 años la sociedad ha avanzado más que en los 2.000 años anteriores de la historia. La pobreza se ha reducido hasta unos niveles mínimos (en el tiempo que han tardado en leer hasta aquí habrán salido de la misma más de 35.000 personas en todo el mundo); la población se ha multiplicado por dos gracias a las mejoras sanitarias, la posibilidad de compartir información de manera inmediata, la salubridad, la normalización de nuevas tecnologías y, sobre todo, la posibilidad de comerciar a nivel global.

Con los datos en la mano, tenemos que concluir que vivimos el mejor momento de la historia de nuestra especie

Vivimos más y mejor que nunca. Tenemos menos hijos porque la probabilidad de que lleguen a la edad adulta es la norma, mientras que hace unas décadas lo raro era que un niño llegara a los 5 años. Las grandes plagas que asolaron a la humanidad han sido erradicadas en buena parte, y las que aún existen, pese a todo, reducen sus cifras año tras año (recordemos la fiebre porcina de 2012, con vacunas elaboradas 3 meses después y a finales de año administradas en medio mundo). Por mucho que recordemos el siglo XX como el más violento de la historia por sus graves conflictos y sus totalitarismos genocidas, la realidad es que, conforme a la población, no está entre los más sangrientos. Hoy las posibilidades de morir por violencia son ridículas comparadas con los siglos anteriores de la historia. Nunca antes ha habido mayor libertad para vivir ni tanto respeto por los derechos de los ciudadanos. Y las hambrunas, proceso recurrente siglo tras siglo en todo el mundo hasta el XIX, son a nivel global la excepción, no la norma.

Con los datos en la mano, parece cierto que podemos concluir que sí, vivimos el mejor momento de nuestra especie. Ahora bien, ¿podemos confiar en que eso siga así? ¿No se enfrenta la humanidad a múltiples hecatombes tal y como los medios y el cine nos enseñan cada día? ¿No terminará el cambio climático diezmando el mundo, la superpoblación esquilmando sus recursos y la guerra nuclear arrasándolo? Norberg sostiene que lo más probable es que no. Obviamente sigue habiendo problemas que requieren nuestra atención, pero los hechos parecen confirmar que vamos en la dirección correcta y, a tenor de la velocidad con la que alcanzamos tales mejorías en comparación con el pasado, que no lo estuvimos haciendo correctamente entonces. Si en 2000 años no vimos resultados como los actuales, tratar de pensar que esas recetas “recuperadas” valdrán hoy es una negación de la realidad. Y la realidad manda.

Confianza en el futuro

Pese a los tremendos avances que la humanidad ha experimentado, parece que hay un aspecto que todavía no somos capaces de desarrollar de manera universal: la confianza en el propio ser humano. Cierto es que avanzamos a trompicones, pero la conclusión que ofrece la realidad de la historia es que el progreso es imparable. Los seres humanos siempre han logrado sobreponerse a la adversidad. Hemos cometido errores y seguiremos cometiéndolos, pero a la larga es razonable creer que, lo mismo que lo hicimos en el pasado, seguiremos mejorando en el futuro. Y puede que dicho avance sea aún más veloz en los próximos años, precisamente por la globalización.

No quedan ya, apenas, zonas oscuras. Los mensajes, la información, las teorías y las filosofías se mueven de un extremo al otro de nuestro planeta a velocidad de vértigo. Nunca como hoy ha habido mayor conciencia crítica acerca de cuáles son los problemas que nos amenazan a lo largo y ancho del planeta, porque ya no estamos recluidos en nuestro pueblo, ciudad, provincia, estado, continente o hemisferio. En los nuevos tiempos que nuestra generación está viviendo, la ventana abarca toda la tierra con una rapidez y certeza que nunca antes han existido. Hace apenas un siglo, un ciudadano normal de un país corriente no podía conocer más que algunas pinceladas de las personas y paisajes que había al otro lado del mundo. A lo sumo, ver un cuadro, leer un libro o escuchar un mensaje radiofónico. Hoy, sin habernos movido de nuestro salón, sabemos qué apariencia tienen la Gran Muralla china, el Gran Cañón del Colorado o el Opera House de Sydney. Tenemos a nuestro alcance información en tiempo real de la situación socioeconómica de cualquier país, cuáles son sus problemas más acuciantes y, cómo no, lo contrario, cuáles son los grandes logros que aprovechar y/o copiar. Sin olvidar el acceso a la información de los siglos pasados. Hoy, en buena parte del planeta, el que no sabe es: A) porque no quiere; B) porque no le dejan.

El libro cuenta con una cantidad enorme de datos y referencias documentales

Norberg arroja sobre el lector una cantidad casi infernal de cifras, datos y estadísticas, y ese es, al mismo tiempo, su gran virtud y su mayor crítica… literaria. No por el hecho en sí, pues un libro de estas características no podría sostener en modo alguno su mensaje si no viene sujeto a unas pruebas muy concretas; pero resiente en parte el placer de leerlo. Por halagüeño que nos resulte el mensaje y sorprendente la coherencia de sus conclusiones y los datos citados, la realidad es que la lectura se hace poco fluida debido a la ingente cantidad de información que desarrolla página tras página. No obstante, eso no empaña el resultado final, ya que, como decimos, su principal fallo ni siquiera puede ser considerado como tal, pues responde el viejo refrán de “más vale que sobre que no que falte”.

Un soplo de aire fresco y optimismo que el arriba firmante, sinceramente, ha agradecido.

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