El mundo contemporáneo se caracteriza por la ubicuidad de la técnica. Esta, lejos de ser neutral, supone una determinada visión del mundo que es necesario examinar. Con este objetivo, el siglo pasado Heidegger escribió su célebre texto La pregunta por la técnica. Un texto crucial para entender nuestro presente que ahora se vuelve a traducir y a editar.
Por Alejandro Escudero Pérez
El siglo XX, en tanto marca el punto culminante de los procesos de modernización, ha dibujado un mundo hipertecnificado: ese en el que hoy vivimos rodeados de smartphones, satélites de telecomunicaciones y bombas inteligentes. Por eso, la técnica saltó al primer plano y atrajo la atención de la meditación filosófica. Autores como Oswald Spengler, José Ortega y Gasset, Martin Heidegger, Arnold Gehlen, Günther Anders, Herbert Marcuse y Hans Jonas han dedicado serios esfuerzos a intentar entender en qué consiste la técnica y abordar críticamente las oportunidades y los peligros que su configuración moderna encierra (véase Carl Mitcham, ¿Qué es la filosofía de la tecnología?).
En la editorial Herder acaba de publicarse una magnífica traducción del escrito de Martin Heidegger La pregunta por la técnica (realizada con esmero por Jesús Adrián Escudero). Es una estupenda oportunidad para leer, o releer, este importante hito en la filosofía del siglo XX. Repasaremos, con brevedad, algunas de las aportaciones de Heidegger en este campo de indagación y de debate filosófico.
En primer lugar, Heidegger se propone desmantelar la concepción antropocéntrica e instrumentalista de la técnica, en la medida en que es la más frecuente y constante en los tiempos modernos. No la considera enteramente errónea, pero sí superficial, poco profunda. Varias son sus deficiencias.
Por un lado, alienta la creencia de que el hombre, gracias a la tecnociencia, es el dueño y señor de la tierra. Por otro lado, además, conduce al falso dilema de que o somos los amos de la técnica o somos sus meros esclavos (induciendo la doble irresponsabilidad de la tecnofilia y la tecnofobia). Por último, impide entender a fondo el arraigo de la tecnosfera en la biosfera. Es por esto que Heidegger pretende ofrecer una respuesta distinta a la pregunta filosófica central en este terreno: «¿Qué es la técnica?» se pregunta el filósofo alemán.
Heidegger se propone desmantelar la concepción antropocéntrica e instrumentalista de la técnica
Heidegger sostiene que la técnica es un modo de compresión del mundo (como lo son también, por ejemplo, el arte o la política). En ese ámbito abierto que es la técnica, los entes resultan técnicamente descubiertos y desocultados. La técnica, además, está circunscrita y delimitada por una serie de elementos que forman una constelación: los usuarios y sus demandas, los inventores (artesanos o ingenieros), los contextos de empleo, y, en su centro de gravedad, los repertorios de artefactos (los utensilios o las máquinas).
La existencia humana, en tanto ser-en-el-mundo y estar-en-la-naturaleza, pertenece a priori al ámbito de la técnica y participa en el juego que ella define en cada caso. La técnica, por otro lado, es intrínsecamente histórica: se despliega según paradigmas concretos implantados en un mundo histórico y en un entorno natural. Cada paradigma técnico define un modo de ser de cada uno de sus ingredientes e incluye una serie finita de posibilidades (en el libro Filosofía de la técnica de la naturaleza, Félix Duque realiza una interesante historia de este ámbito de la comprensión del mundo siguiendo estas pistas heideggerianas).
Heidegger, llegados aquí, intenta delimitar en qué consiste lo específico de la técnica moderna (en tanto distinta, por ejemplo, de la técnica griega). Según su indagación, este paradigma histórico de la técnica está alentado, por una parte, por la ciencia y la economía, y, por otra, lleva a cabo con desmesura un «desocultamiento provocador», es decir, pretende una y otra vez imponerse unilateralmente a la naturaleza, dirigiéndose a ella con unas exigencias agresivas y depredadoras. A este modo de desplegarse la técnica le acompañan dos peligros.
Uno es concreto y cada vez más explícito: los enormes efectos secundarios y daños colaterales que una técnica desatada genera en la vida social y el entorno natural. El otro es más difuso, más soterrado, pero no menos preocupante: amparada por la ideología de la eficacia y el progreso la tecnociencia moderna pretende erigirse en el único legítimo y verdadero modo de ser de la técnica, impidiendo, así, de antemano, su cuestionamiento crítico.
La técnica pretende una y otra vez imponerse unilateralmente a la naturaleza, dirigiéndose a ella con unas exigencias agresivas y depredadoras
Recapitulando este recorrido, Heidegger formula el que considera, en este campo, el principal reto de futuro: contrarrestar los peligros de la moderna configuración de la técnica dando con otro modo de ser suyo en el que se pase del saqueo despiadado al cuidado y el respeto (logrando un buen encaje en los ecosistemas, por ejemplo). De aceptar este diagnóstico, no es pequeño el desafío que tenemos por delante y respecto al cual la meditación filosófica pretende aportar un grano de arena, unas pocas pistas que indiquen un posible camino aún por recorrer y hacia el que apenas hemos dado aún algún paso relevante.
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