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La portada está pintada de un rosa melocotón pastel. Muestra de frente una ilustración de una mujer (María Zambrano) vestida con una gabardina y un gorro azul, escribiendo con una pluma. Está rodeada de cactus azules y verdes con flores amarillas, y debajo de ella hay unos pájaros de color rosa más pálido, que tocan la pluma con el pico, sobre una maleta azul con un sol naciente.

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NÚMERO 10

Dosier

María Zambrano: poesía, vida y democracia en el exilio

Ese viaje largo y decisivo

Dosier — Estoicos, epicuros, cínicos, escépticos

F+ Los epicúreos y sus críticos

La filosofía de los epicúreos se atrajo ya en la Antigüedad y luego durante muchos siglos la enemistad de muchos pensadores, adeptos de credos religiosos o idealistas, que vieron en el filósofo del Jardín un peligroso adversario intelectual al que había que eliminar sin pararse a discutirlo.

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Los epicúreos pusieron la felicidad y la comunidad en el centro de su reflexión. las escuelas filosóficas. Ilustración de Martín Elfman realizada originalmente para el nº 2 de la revista impresa FILOSOFÍA&CO.

Los epicúreos pusieron la felicidad y la comunidad en el centro de su reflexión. Fragmento de la ilustración de Martín Elfman realizada originalmente para el dosier del nº 2 de la revista impresa FILOSOFÍA&CO.

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La filosofía de los epicúreos se atrajo ya en la Antigüedad y luego durante muchos siglos la enemistad de muchos pensadores, adeptos de credos religiosos o idealistas, que vieron en el filósofo del Jardín un peligroso adversario intelectual al que había que eliminar sin pararse a discutirlo.

Esa larga serie de censores y rivales logró que la casi totalidad de sus obras se perdiera pronto. Esa pérdida la celebran autores tan distintos como Agustín de Hipona y el emperador Juliano, apodado el Apóstata, un tenaz defensor de la religiosidad pagana.

Hacia el año 360, Juliano escribe en una carta que dirige al sumo sacerdote del clero de Asia acerca de las lecturas convenientes a los sacerdotes:

«Que no lean ningún escrito de Epicuro ni de Pirrón. Pues ya han hecho bien los dioses al destruirlos, de modo que se han perdido ya la mayoría de sus libros. Pueden citarse si caso solo como ejemplo de los libros de los que deben apartarse los sacerdotes. Y no solo esos libros, sino también sus ideas.»

Muchos siglos después, en su Historia de la filosofía, escribe Hegel:

«Las obras de Epicuro no han llegado hasta nosotros, y a la vedad no hay por que lamentarse. Lejos de ello, debemos dar gracias a Dios de que no se hayan conservado; los filólogos, por lo menos, habrían pasado grandes fatigas con ellos.»

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