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Žižek: marxismo del siglo XXI

Slavoj Žižek en una conferencia en Liverpool el 17 de marzo de 2008. Imagen de Andy Miah (CC BY-SA 2.0)

Slavoj Žižek nació en Eslovenia en 1949 y es uno de los pensadores más destacados y polémicos de la actualidad. Es mundialmente conocido por sus formas provocativas y por la variedad de temas que trata, muchos de ellos relacionados con la cultura popular. Sus conferencias llenan las salas de cualquier ciudad del mundo como si…

F+ Karl Marx

Imagen podcast Conversación con Marx

«El proletariado tiene que recorrer muchos grados de desarrollo hasta su final conquista, pero piénselo, jovencito: ya existe. Y que el proletariado exista significa que su lucha ya ha comenzado. ¡Qué gran noticia! Transformemos el mundo, sí. Transformémoslo. ¡Basta de pensar! ¡A la trinchera proletaria!», le dice un energético Marx a su interlocutor en este…

NosOtros para Latinoamérica… y la disolución del Estado-nación europeo

«El Estado-nación europeo llegó para quedarse… El 'laberinto de Ariadna' no es fácil disolverlo en uno de sus pliegues. Tenemos que vivir con ese Estado 'a pesar de'… Un Estado que pase por NosOtros, en el co-diseño, por instituciones que estén a la altura del acontecimiento. Por 'espíritus libres latinoamericanos' que puedan vivir en la diferencia y desde allí oxigenar el pesado y asfixiante Leviatán europeo», escribe el filósofo chileno Ricardo Espinoza.

Estamos en tiempos muy difíciles para millones de humanos en el planeta. La pandemia de la Covid-19 llegó desde Oriente y, por lo que se ve, para quedarse un tiempo muy largo en Latinoamérica. Además, ha llegado en tiempos del capitalismo más global e imperialista que se recuerde (por ejemplo, el Imperio inglés de la…

F+ Silvia Federici: otra lectura de la historia

«Calibán y la bruja» es la obra de Silvia Federici donde demuestra que dar una perspectiva feminista a la Historia es posible e iluminador. Montaje realizado desde dos imágenes de Wikimedia Commons (foto de Federice, bajo licencia CC BY-SA 3.0; ilustración, bajo licencia CC BY 2.0).

Silvia Federici, la autora de Calibán y la bruja, es una de las filósofas principales en la actualidad en cuestión de teoría feminista anticapitalista. Las puertas que abre Federici permiten ver un marxismo más allá del obrero masculino como sujeto único y entender así el resto de opresiones a las que el trabajo asalariado hace…

F+ Alejandro Galliano: «La política es una de las grandes tareas humanas»

Alejandro Galliano, historiador, docente en la Universidad de Buenos Aires y autor de «¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?».

Alejandro Galliano, historiador argentino, nos dice que «la política es una de las grandes tareas humanas, imposible de automatizar». «Y respeto a quienes la hacen», añade. Hablamos con él sobre política y sobre otros temas: el futuro, el capitalismo, el transhumanismo, la pandemia que estamos viviendo… Por Luciana Wisky El historiador argentino Alejandro Galliano es…

F+ ¿Por qué Marvel es nuestro enemigo a superar? The Thanos Quest

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Filosofía & co. - Argumenta Marvel 1

Este artículo busca, por una parte, poder ver cómo Marvel, como industria capitalista, opera a nivel mundial subjetivando a millones de personas con una ideología imperial y, por otra parte, analiza radicalmente qué es lo que mienta la historia de héroes, en donde la figura de Thanos es decisiva para comprender nuestro propio y más íntimo deseo inconsciente que nos constituye. Y el marco teórico de este trabajo se centra en la dupla Hegel-Nietzsche a la luz de una lectura actual de sus conceptos clave.

Por Ricardo Espinoza Lolas, Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Viña del Mar (Chile)

La filosofía hoy, una que se escribe con minúscula, ya no debería tener la pretensión soberbia de dictaminar lo que es eso llamado realidad (nuestra «x» por excelencia, nuestro propio límite, nuestro Centauro que no se deja domar de forma alguna), y menos una realidad humana, y ni qué decir tiene intentar deducir desde la cabeza de un dios, el que sea, ya trascendente a lo Santo Tomás, ya trascendental a lo San Kant, ya ontológico a lo San Heidegger, ya deconstruido a lo San Derrida, etc., un modo de comportarnos los unos con los otros de forma prístina, inmediata, originaria, «en sí»; esto tiene que acabar. ¡Es Inevitable!

NosOtros, en cada barrio de las múltiples ciudades de este «Planetita» (ironía de Thanos al Capitán América en pleno combate entre ambos en Avengers: Endgame), nos vamos dando, en la medida que vamos viviendo, un cierto tejido socio-histórico, un tejido que emerge desde nuestras prácticas cotidianas; y así van aconteciendo distintos modos de construir nuestras ciudades a lo largo de la historia: Babilonia, la Atenas de Pericles, la Ciudad de Dios de San Agustín, la Ciudad Ideal del Renacimiento, la Máquina Capitalista de Londres, el Dispositivo de París, el Enjambre de Tokio, la Gentrificada Sao Paulo, el Anfiteatro de Valparaíso, etc. Todas estas ciudades son «relaciones de medida» y los mitos fundacionales de ciudades cuentan en una imagen esa «relación» (ciudades: griegas, latinas, europeas, orientales, americanas, etc.); esas «relaciones de medida» son modos que nos hemos dado los unos a los otros para organizarnos y así poder ser viables en medio de algún territorio material concreto; somos un «esto» y no «eso» otro; estos son «mis» dioses y estos «no» lo son; así son «nuestras» prácticas, «nuestros» valores, «nuestras» familias; en cambio, «aquellas» prácticas atentan contra «nuestros» principios, contra «nosotros»; estas son «nuestras» tierras y dominios; «aquellos» nos las quieren arrebatar.

Esas «reglas» que vamos construyendo (tejiendo) históricamente junto al otro (un otro cercano que acontece en esa calle, en ese barrio, en esa escuela, en ese quiosco, en esa plaza, en esa lengua, a esa distancia, ante esa mirada y gesto, etc.), se dan en tensión «contra» otros Otros; un modo de vivir siempre «enfrentado» a otro. Y, por ende, cadenas de múltiples modos de nosotros cerrados y abiertos, a la vez, de unos nosotros abiertos entre sí «contra» otros nosotros cerrados «para» nosotros; los ejemplos son varios, o santiaguinos contra sureños, o galeses contra ingleses, o florentinos contra sieneses, o los del norte contra los del sur, o los isleños contra los continentales, o los de arriba contra los de abajo, etc., todo tipo de unos «contra» otros.

Esto nos permite luego ver esa Idea que nos aglutina más allá de las diferencias. Esa Idea normalizadora de todo NosOtros en un simplón y plano «nosotros» esencial, y aparentemente sin-tiempo; y decimos somos: chilenos, británicos, italianos, estadounidenses, europeos, americanos (para seguir con el ejemplo del párrafo anterior). Bueno, hoy acontece la Gran Regla que quiere hegemonizar, una «medida» de todas las medidas, una medida de nosotros que opera «contra» todas las diferentes formas de NosOtros (tejidos socio-históricos); esa «justa» medida «naturalizada» imperante se llama Capitalismo. El Capitalismo se ha vuelto «La» «Medida» que busca mediar todo. Y en efecto así opera, pensamos que esa regla fue siempre así y no la mediatizamos reflexivamente de ninguna manera; a veces decimos que el Capitalismo es natural al hombre, o damos un paso más allá y señalamos que es como una ley física de la naturaleza, sin más. Y, en la actualidad, estamos bajo un Capitalismo en una mutación cualitativa muy tóxica, perversa y voraz: lo que llamo, en mis libros, Capitalismo «hacendal militarizado chapuza». Esto es lo que nos media como «El» Medio.

El Capitalismo se ha vuelto «La» «Medida» que busca mediar todo.

Esa «relación de medida» capitalista, que quiere hegemonizar (lo que a veces llamo «ontologizar»), se deja ver en forma espléndida en la gran industria Marvel de entretención (en especial, en el cómic ya por décadas, pero ahora también con la fuerza millonaria de la industria del cine y con todos sus productos asociados: desde figuritas a Netflix, pasando por todo tipo de juguetes, vestuario, música y una gran cantidad de empresas que viven de esto); nuestro inconsciente que es lo político (Lacan dixit), el inconsciente que es la bisagra dentro-fuera (yo diría, yo-nosotros, esto es, otra forma para entender el NosOtros de modo estructural), es esplendente e ilumina y en ello deja ver por medio de la chapuza del dispositivo Marvel las lógicas que nos constituyen.

Marvel es un agenciamiento (dicho en honor a Deleuze). Y se puede ver y analizar hoy lo que acontece en cada uno de NosOtros mejor que por fenomenólogos «oficiales» de la Escuela de Friburgo; solamente basta estar atentos a ese InconscienteMarvel, y para ello tenemos grandes herramientas como la Teoría Crítica y el Psicoanálisis. Con estos marcos conceptuales encarnados en el tejido socio-histórico (el método dialéctico expresado de modo único por Hegel en su Ciencia de la lógica y que está presente en mil libros y en este artículo) podemos ver cómo operan esas lógicas de lo político en la estructuración misma de cada uno de NosOtros desde lo más íntimo de nuestro inconsciente, esto es, su afuera, dicho más simple, la ciudad que nos constituye. Marvel es, en sí mismo, una gran herramienta de análisis (un laboratorio); es la ciudad en la que vivimos hoy y luego podemos experimentar en ella contra ella misma (así como Truman en el set de TV en The Truman Show, de Peter Weir, de 1988; la película es de 1998). Y podemos usar a Marvel contra Marvel. Y es Marvel mismo que trae su «afuera», su reverso, su límite, su muerte. Esto es Thanos. Lo inevitable de Marvel. El límite mismo de la franquicia de Marvel es la propia salida de ella; su espejo, su monstruo, eso «real» dicho en lacaniano, esa «realidad» dicho en zubiriano, el «asignificante» de Deleuze que no se deja atrapar por la ideología capitalista militarizada.

Para hablar del NosOtros es necesario que demos, entonces, un rodeo introductorio por Marvel, y de eso va este artículo; y me refiero a ese Marvel que se sintetiza finalmente en esos films (MCU, esto es, Marvel Cinematic Universe) durante 11 años (fueron 23 films, entre tres fases de desarrollo, entre el 2008, con Iron Man, y el 2019, con Spider-Man: Far from Home). Estos films manifiestan toda una forma de entender el propio cine, el cómic, el arte, la política, la industria, los millones que los siguen, la ideología que los constituye, los EE. UU., el Planeta en su globalidad, nuestro inconsciente, una nueva «teología» con el adjetivo «capitalista» (ya no negativa, ni política): son una expresión chapuza del «ser en el mundo» de este Planeta, en estos radicales tiempos.

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¡Marvel!… ¡Ciudad Marvel! ¡Planeta Marvel! ¡Inconsciente Marvel!… ¡Marvel acontece!… ¡Vivimos y respiramos Marvel! Nuestra verdad, camino y vida en y por Marvel (parafraseando el Nuevo Evangelio). En todas partes del Planeta está Marvel «marvelficando» la realidad de cada uno de NosOtros en un mero «nosotros» capitalista; o sea, su trabajo es de una fuerza brutal, descomunal y muy importante para el Capitalismo en su expansión territorial global y total (es el nuevo Totalitarismo); ver a Marvel desde las salas de cine de Chile a China pasando por Rusia tiene más poder que todo lo que hace la CIA para infiltrarse en los dominios «enemigos»; y mucho mejor y más eficaz que todas las guerras que sostienen los EE. UU. en distintos lugares con sus Fuerzas Militares, con gastos exorbitantes de miles de millones de dólares y con miles de muertos y con daños colaterales que duran décadas (y sin contar el odio que generar contra los propios EE. UU.). Y, además, Marvel, como buena industria capitalista deja, dentro de sus arcas, millones de dólares por ver esas películas. Este fenómeno de Marvel y su expansión a todos los territorios ha sido visto por ciertos pensadores. Nietzsche decía en lo fundamental de su Zaratustra, en su Libro Tercero, que «El centro está en todas partes» (Die Mitte ist überall), para expresar eso que es el acontecer del eterno retorno, la sensación afirmativa, en la cotidianidad dolorosa de la vida; y Nietzsche toma esta profunda idea desde la más radical mística cristiana de Eckhart, que expresa, a su vez, que Dios está en medio de NosOtros, en todas partes. Bueno, eso es Marvel hoy: la irrupción del Capitalismo por medio del Medio por excelencia, la Entretención y el Inconsciente; lo que yo llamo «Lógicas del mundo y del Estado»: ¡Marvel está por todas partes!

El trabajo de Marvel es de una fuerza brutal, descomunal y muy importante para el Capitalismo en su expansión territorial global y total (es el nuevo Totalitarismo).

Marvel se infiltra en todas partes y, además, ganando mucho dinero. Y Marvel lo hace de «buen modo»; sin asesinar a nadie, ni intervenir teléfonos ni ordenadores, ni usan espías, mi mandan misiles, ni hacen boicot, no arman a la oposición, ni interfieren en las políticas de los países, no los endeudan, ni los cercan, ni apoyan golpes de Estado, etc. Nosotros devenimos capitalistas «felices» por medio de Marvel (y comiendo en las salas de cine muchas palomitas de maíz y bebiendo litros de Coca Cola): chinos, rusos, venezolanos, franceses, españoles, brasileños, chilenos, etc. El Capitalismo hacendal militarizado chapuza se muestra en y por Marvel. Allí gozamos (mandato ¡Goza!, Lacan-Zizek dixit de los 60 y 70), allí emprendemos (mandato ¡Emprende!, Foucault-Chul-Han dixit de los 80 y 90), y allí nos aseguramos (mandato ¡Teme!, Espinoza dixit de los tiempos actuales). Son nuestros tres mandatos capitalistas que nos rigen desde Mayo del 68 en adelante… ¡Allí somos! Es nuestra «relación de medida» de este nueva teología chapuza capitalista. Marvel es nuestra religión: la religión capitalista. Marvel en sí mismo, en todo caso, expresa de forma brillante y muy inteligente lo mejor de Grecia: sus dioses (sus héroes) y su polis, con lo mejor del cristianismo: su dolor (su muerte) y su redención. Y así NosOtros no subjetivamos hoy en el mundo; por eso el mundo es actualmente mero Planeta y el NosOtros mero «nosotros».

En verdad lo mejor de Marvel, su única posibilidad de «redención» en pleno Capitalismo, debe ser el Titán Thanos, por lo menos en la versión de Avengers: Infinity War (hermanos Russo, 2018, y con Josh Brolin en estado excepcional de actuación), también en parte en Avengers: Endgame (2019) y en especial en el cómic The Thanos Quest (1990); fueron dos números que son la precuela de The Infinity Guantlet (1991; fueron 6 números). Thanos es el filósofo de Marvel, el más profundo de todos (más que Stan Lee, que es el historiador); es el reflexivo y crítico, el que tiene densidad existencial, el que tiene un propósito, el que se sienta como una estatua de Rodin a pensar y a reflexionar lo que acontece; y el que se pregunta por el sentido de todo esto: su destino. Thanos dialoga con sus enemigos en pleno campo de batalla (con el Intermediador, el Campeón, el Jardinero, el Corredor, el Coleccionista, el Gran Maestro, Iron Man, Capitán América, Thor, etc.); mientras todos los demás héroes son planos, mera challa, cultura pop a lo Hamilton, Fábrica de Warhol, superficie en tanto superficie, así como una hormiga; la esencia de los héroes es ser mero Ant-Man; no hay formalmente «re-flexión» al interior del héroe, sino mera exterioridad, mera naturaleza, nada más que cáscara.

Thanos, nombre que expresa, en una contracción, a Thánatos, el dios de la muerte de los míticos griegos o esa pulsión de muerte de ese viejo psicoanalista vienés llamado Sigmund Freud, es un héroe incomprendido, no un villano, ni un anti-héroe; es un romántico enamorado de su Muerte. Él busca las gemas del infinito, él las nombra de esa forma (se llamaban del «alma»), él sabe lo que mientan, su poder, de dónde vienen y a dónde van; incluso en combates tremendos en los que puede morir sigue con su propósito y todo lo hace, como un romántico Werther (así como la novela Las penas del joven Werther, de Goethe, de 1774), por estar con su amada Muerte, para estar con ella de igual a igual, pues el poder de las gemas le permitirá ser un «par» con la Muerte y no su esclavo o súbdito (solamente se aman en una relación de igual a igual). Incluso me atrevo a señalar que Thanos es más Héroe que esos otros héroes «reunidos» llamados Avengers (Vengadores); y, por lo tanto, radicalmente incomprendido; rasgo fundamental de todo tipo de héroe: desde Aquiles con su ira a Deadpool con sus chistes groseros, pasando por los múltiples Che Guevara revolucionarios que acontecen en todas partes y en múltiples épocas, así como los Robin Hood y su clásico robo a los ricos para dar bienestar a los pobres, etc., Thanos sabe, como cualquier dios semita (la esencia de todo dios monoteísta y, por ende, la esencia del cristianismo y de musulmanes y judíos), que para afirmar la vida se debe estar dispuesto al sacrificio.

No se puede ser pleno, vivir en plenitud (para no usar la palabra capitalista de moda: Felicidad, que huele a Festival y a Coca Cola y a «resiliencia»), sino mediado por el dolor, por el paso abismal de la muerte. Desde la muerte y su negatividad acontece la afirmación de la vida, fundamental en la lógica dialéctica afirmativa de Hegel (Wissenschaft der Logik, y sus tres libros publicados en 1812, 1813, 1816 y reedición póstuma del primer libro en 1832), y en la lógica creativa del retorno de Nietzsche (Also sprach Zaratustra, y sus cuatros libros publicados en 1883, 1884 y 1885). Tanto el «anillo lógico» de Hegel como el «anillo de retorno» de Nietzsche expresan esta idea de lo negativo como motor afirmativo. Esta sabiduría tan propia de la humanidad no se encuentra solamente en el pasado de un dios semita determinado (Elohim, Yahveh, etc.), sino que también se puede rastrear tal sabiduría en otros textos que no están en el canon construido del Antiguo Testamento para subjetivar a ese pueblo preciso como un pueblo especial, elegido para un destino Único; por ejemplo, también se encuentra, y esto es interesante, en el enemigo del dios hebreo como lo fue el célebre dios Baal de Asia Menor, dios adorado desde babilonios a fenicios pasando por caldeos; allí esta idea de la afirmación por medio del dolor es fundamental y nos permite entender lo que acontecía en esos tiempos y en esos lugares. Sin embargo, lo más interesante para nosotros (für uns) es que esa Idea vive y se aferra fuertemente en el presente inmediato y por múltiples partes por medio del cristianismo («el Centro está en todas partes»); y que luego se asume (es asumido; aufgehobene) posteriormente por el Capitalismo y su expansión se hace global (a todos los territorios: empíricos, virtuales, financieros, inconscientes), más allá de dioses semitas o no (pues este dios-capitalista todo lo atraviesa, como dije, hasta a los chinos en la actualidad y orientales en general). Por eso China devino el imperio capitalista por excelencia; ellos encarnan esa Idea; ellos hoy son la totalidad que está en todas partes afirmando la producción y distribución de capital; millones de capitalistas comunistas no demócratas, consumistas y que sufren como locos para cumplir con sus metas productivas; su expresión capitalista deviene en todas partes; ellos buscan ser la Mediación de toda «regla capitalista». Los humanos devenimos zombis, esto es, «chinos».

No se puede ser pleno, vivir en plenitud, sino mediado por el dolor, por el paso abismal de la muerte.

La idea del dios que nos salva y afirma y redime por medio de la muerte, y con ello se constituye la nueva ciudad (una muerte propia o ajena; muerte del propio dios o muerte de miles de hombres), la podemos ver de forma evidente también en Grecia (no es exclusivo de lo semita y cristiano); y en ese dios griego, tan querido por Nietzsche, como fue Dionysos. Un dios que resucita de su muerte (ya despedazado por los titanes, ya de las entrañas mismas de su madre Sémele abrazada por el fuego total de su pareja luminosa Zeus); un dios que, como el dios cristiano, resucita y se levanta sobre los muertos (no olvidemos que en el Nuevo Testamento ya Lázaro es un resucitado, así como Ariadna en los mitos griegos cuando se suicida en Naxos), después de ser clavado en la cruz y en ello nos salva a todos. Y tengamos en la memoria ese impresionante poema de Hölderlin Der Einzige (1801-1803), en donde el poeta alemán articula una trinidad entre Dionysos, Hércules y Jesús, y así vincula los dos horizontes de vida: el pagano y el cristiano, así como una cierta transfiguración al estilo de Moisés, Elías y Jesús; o no olvidemos a Wotan (no el de Marvel, sino el de la saga escandinavagermánica), que en sus mitos prístinos juega a ahorcarse y luego resucita (y de esta forma muestra a los otros dioses que él es el más poderoso; los otros no se atreven a matarse a ellos mismos, ni el poderoso Thor de la saga, ni el patético descompensado Fat Thor de Avengers: Endgame lo haría). Ni tampoco olvidemos al dios del siglo XX: Superman de DC (como se sabe muy bien, fue creado explícitamente desde la Biblia como el nuevo Cristo salvador del Planeta por parte de Jerry Siegel, escritor, y Joe Shuster, artista, en 1933, y su primera aventura salió en junio de 1938, Action Comics # 1). El héroe de Kriptón realiza el texto sagrado.

Superman, el dios por excelencia de nuestro inconsciente capitalista, también muere, y es una muerte que le da Doomsday en el cómic The Death of Superman, de Dan Jurgens, en diciembre de 1992. Es una muerte que causó realmente dolor en todos los lectores del cómic y que después se realizó visualmente en la versión fílmica de Batman vs. Superman: el origen de la Justicia (2016, Zack Snyder). Y literalmente se pudo ver cómo se moría Superman por millones de personas en todas partes del mundo (y se sigue viendo cuando se echa una y otra vez el film: por TV, Netflix, en los aviones, etc.). Y moría, obviamente, para salvarnos a todos. Y a la vez siempre se supo que Superman resucitaría. Y es probable (va otro spoiler) que luego Tony Stark resucite después de la muerte que le dieron en Avengers: Endgame por el chasquido de su Guantelete para derrotar a Thanos y sus Fuerzas (en el cómic esto se da de forma más natural, sus héroes mueren y luego resucitan; véase, por ejemplo, el muy actual Civil War II, 2016, en donde Iron Man ya fue muerto por la Capitana Marvel); pues es propio de los dioses resucitar, y por tanto, deben antes: ¡Morir! Está claro que el dictum de Hegel-Marx: «Primero como tragedia, luego como farsa» opera hoy más que nunca con esta nueva «Teología capitalista» que nos ideologiza en esta nueva ciudad global virtual.

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Thanos, el viejo Titán loco (que de loco no tiene nada), el padre adoptivo de la implacable Gamorra y de la disruptiva Nébula (con esas hijas, cualquier padre en la actualidad «enloquece»), en Avengers: Infinity War busca dar vida, paz y equilibrio, como todo dios mítico, al Universo entero. Él es un destino «Inevitable» para todos nosotros y para toda forma de vida, como lo señala explícitamente el comienzo de Avengers: Endgame antes de morir en manos del juvenil, atolondrado y atormentado Thor (es su primera muerte, pues al final del film muere de nuevo en manos de Iron Man). Él es la finitud misma de todo cuanto hay; nuestro límite, «el» límite a secas, de suyo, en y por sí mismo, simpliciter. Es el único personaje de Marvel, como dije, con densidad reflexiva (el único); todos los otros héroes tienen la profundidad de un producto de The Factory de Warhol, esto es, la profundidad de la superficie (pero no la superficie de Paul Valéry, que es superficie con espesor, como una cinta de Moebius).

Thanos, es el único personaje de Marvel con densidad reflexiva (el único).

La pregunta permanente del pensador abismal Thanos (como dije, un romántico de tomo y lomo; y por ende incomprendido), que siempre está sentado, y así espera la muerte al final de Endgame, se expresa de múltiples maneras: ¿Cómo puede acontecer la paz en medio del caos que realizan todas las formas mortales de vida? ¿Cómo dar vida plena en un Universo caótico, desequilibrado y desmesurado? ¿Cómo una vida en medio de esa superficie que no tiene sentido alguno, sino simplemente acumular y acumular valor, y por eso el Universo se volvió difícil para vivir? ¿Cómo la vida en un Universo hipertrofiado de Valor de cambio anclado en el egoísmo? ¿Cómo la vida en un Universo capitalista? Thanos es lo «A-capitalista» por excelencia; de ahí su peligrosidad, porque puede literalmente disolver el Capitalismo, lo puede pulverizar, volverlo polvo desde dentro de sí mismo. Y algo de eso podemos ver en el increíble final de Infinity War.

Hegel, lo que hemos dicho, lo tenía bien claro y hace terminar su magistral obra de la Fenomenología del espíritu (1807) con unos versos de F. Schiller, del poema La Amistad, y no olvidemos que Hegel está en contra de la tesis inmediatizante estética de Schiller, pero igual usa sus versos para terminar su gran obra. Estos versos son: «… del cáliz de este reino de los espíritus / le rebosa la espuma de su infinitud» («aus dem Kelche dieses Geisterreiches / schäumt ihm seine Unendlichkeit»). Siempre la muerte y la negatividad como parte esencial de la historia (no por su momento estético inmediato, sino por la profundización ético-política de la historia), del despliegue de la sociedad, de la construcción del tejido sociohistórico visionario de cada uno de NosOtros. Desde la muerte y su dolor acontece la vida, y una vida que conlleva, luego, ciudad.

También la muerte de Thanos en Endgame, la muerte del Dios-Muerte (en realidad una doble muerte es siempre algo positivo, como en Dionysos), es dadora de vida (aunque será la capitalista de siempre, pero con nuevas ansias de Otro, a lo mejor una oportunidad de algo distinto, o, siguiendo a Benjamin, repetición a lo peor, a la farsa, a la chapuza, a revolución fallida). Incluso no solamente Nietzsche pensaba así con su célebre y malentendido «Dios ha muerto» (Gott ist tot) del Aforismo 125 (titulado El hombre frenético) de La Ciencia festiva (Die fröliche Wissenschaft, de 1882), sino el propio Lutero, que es parte esencial de su pensamiento teológico. Lutero está detrás de Hegel y de Nietzsche (son fundamentales esas 30 tesis de 1520 que se agrupan en De libertate christiana).

El origen del texto nietzscheano se encuentra en los textos de Lutero y de una tradición luterana anclada en san Pablo: «Gracias sean dadas a Dios, que nos ha dado la victoria en Cristo Jesús, en la que han sido absorbidos la muerte con el pecado». Porque con la muerte de Cristo Jesús se lleva la muerte de todos nosotros, nuestros pecados. Y en esa doble muerte (la muerte de Cristo y la de nuestros pecados), luego acontece una verdadera vida afirmativa fundadora de todo orden vivo. Dios, en tanto Cristo muere, debe morir. Lutero lo dice así en su Tesis 12: «Ya no es posible que el alma sea condenada por sus pecados, una vez que estos también son de Cristo, en el cual han perecido. De esta suerte dispone el alma de una justicia tan superabundante por su esposo que es capaz de resistirse contra todos los pecados, aunque ya estuviera sobrecargada de ellos». Y Lutero está, también, como se sabe, en la base de Hegel en la Fenomenología del espíritu, donde afirma que Dios mismo ha muerto como manifestación del sentimiento doloroso de la conciencia infeliz. Y también en las Lecciones sobre filosofía de la religión se refiere a Lutero constantemente: «A propósito de esta muerte cobra valor ahora el dicho de que Cristo se entregó a ella por nosotros; [ella] es representada como muerte sacrificial, como el acto de la satisfacción absoluta».

Solamente, dicho de otra forma, en la medida, por ejemplo, de la muerte o retirada del dios es posible un espacio para los mortales. El dios es nuestra cabeza, nuestro centro, nuestro medio, nuestro salvador y dador de ordenación de unos con otros: «No se dejen esclavizar por nadie con la vacuidad de una engañosa filosofía, inspirada en tradiciones puramente humanas y en los elementos del mundo, y no en Cristo. Cristo, Cabeza, Salvador y Mediador». Ya no se trata de filosofías, sino de voluntades que en su sacrificio median por el dolor y así dan vida, y vida en todas partes; sana y verdadera vida. Eso está clarísimo en la tremenda tetralogía del El Anillo del Nibelungo (Der Ring des Nibelungen), de Wagner (el proceso de escritura de su libreto y de componer su música fue largo, entre 1848 y 1874), que es una de las bases de la farsa Marvel. Ese enano Alberico, trágico por excelencia, que no deja que nadie use su anillo del poder, será derrotado como todos los dioses (así como Gollum), incluyendo a Sigfrido mismo, para que desde las cenizas del Walhalla acontezca la necesaria libertad del hombre. Lo que queda evidente en esta obra maestra de El Anillo del Nibelungo es que, más allá de filosofías, como señalan las Sagradas Escrituras, nos movemos en voluntades de poder, formas de afirmación por medio de la muerte en la materialidad misma de la vida, su plano de inmanencia; somos y nos movemos en historias materiales para fundar ciudades concretas.

Ya no se trata de filosofías, sino de voluntades que en su sacrificio median por el dolor y así dan vida, y vida en todas partes; sana y verdadera vida.

Es cosa de pensar en Alberico, Wotan, Sigmundo, Sigfrido, etc., para comprender que no es posible que acontezca la libertad sin dejar esa necesidad brutal, con toda su negatividad ciega a cuestas (por eso se trata de pulsión y nunca de instinto, para los psicoanalistas desde Freud hasta nuestros tiempos: el instinto es siempre cerrado y la pulsión, abierta). Y esa copia más simplona de Wagner que es El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien (The Lord of the Rings, 1954), sigue la misma idea. Ese anillo de Saurón es como una maldición, pues a quien lo porta lo vuelve un miserable ser codicioso. De un Smeagol a Gollum solamente se requiere muy poco tiempo, se radicaliza rápidamente el hobbit y deviene un monstruoso y oscuro ser que se mueve casi por instinto animal. Y en ese paso por la muerte necesaria, el anillo ilumina con su poder destructivo, pero así abre espacio para la vida, eso es, la Comunidad del Anillo: enanos, hobbits, elfos, humanos, magos, etc., todos juntos para realizar la proeza de dar sentido al anillo. Al final del relato de Tolkien, mucho mejor que en la plana película de Peter Jackson (2001-2003) que lleva el mismo nombre que el libro, se puede ver que en el tiempo del hombre ya no hay tiempo ni espacio para lo otro mítico; todo lo Otro tiene que dar un paso al lado y salir literalmente de la Tierra Media para que acontezca la era del hombre; lo que era posible ahora es necesario y, como por lo general, Hegel no se equivoca; ha llegado el Reino del hombre desde el sacrificio del dolor y la muerte y retirada de sus dioses. La ciudad de Dios (san Agustín), de los dioses (de las sagas paganas europeas), da paso a la ciudad del hombre.

Hegel no se equivoca: ha llegado el Reino del hombre desde el sacrificio del dolor y la muerte y retirada de sus dioses.

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Con estos preámbulos estamos en el fértil territorio del cómic en nuestra era capitalista. Estamos ya en tierras de Marvel y su Guantelete del Infinito de 1991 (6 números publicados entre julio y diciembre: The Infinity Guantlet, escritos por Jim Starlin y dibujados por Georges Pérez y Ron Lim). Es la era explícita del Capitalismo hacendal militarizado chapuza de EE. UU. extendido al Planeta entero a través de sus múltiples franquicias (desde armas a films) y que he estudiado latamente en Capitalismo y empresa. Hacia una Revolución del NosOtros (2018). Y así llegamos a estos films de 2018, Avengers: Infinity War, y de 2019, Avengers: Endgame, dirigidos por los hermanos Russo (filmados al mismo tiempo). Ambos films se han elevado a los films más privilegiados en recaudación de taquilla planetaria.

¿Qué pasa hoy con la nueva versión del anillo, el poder, la muerte, el sacrificio, la ciudad, el dios, el héroe, la vida en la era capitalista militarizada chapuza? Para dar sentido inconsciente a esta pregunta está Marvel, pues esta empresa expresa lo propio de los EE. UU. de forma realmente ejemplar. Marvel manifiesta décadas de Capitalismo militarizado chapuza a lo EE. UU. y, por ende, para el Planeta entero. Marvel nos cuenta, por medio de sus historias, «La» Historia del Capitalismo de los EE. UU. en estos siglos XX y XXI (Colonialismo, Fascismo, Segunda Guerra Mundial, Guerra de Vietnam, Guerra Fría, Crisis Financiera, Terrorismo, Cambio Climático, Sobrepoblación, Enfermedades, Tecnología, Negocios, etc.). Una historia que se da en todas partes, pues tiene múltiples formas de darse y de filtrarse hasta en las fisuras de nuestro inconsciente: es casi imposible ofrecer resistencia a este fenómeno que se nos impone y que se nos repite necesariamente, y que nos arrastra con una fuerza de imposición brutal. Las historias de Marvel son «La» Historia del Planeta desde la visión de los EE. UU. y con la pretensión soberbia de ser «La» Visión de todo el Planeta (no olvidemos a ese héroe anodino que es Visión). Por eso sorprende tanto el personaje de Thanos; el acontecer de Thanos, su advenimiento casi superando a sus propios creadores; así como el Quijote superando a Cervantes y con vida propia (o a James Bond superando a Fleming); esto es evidente, en especial, en The Thanos Quest y en Infinity War (y en ciertos momentos de Endgame). No es menor lo que muestra el film Infinity War; es realmente el único momento en que esta franquicia capitalista radical ha dado un paso más allá de sí misma (y lo ha hecho absolutamente inconsciente, pero igual lo hizo y lo ejecutó de forma brillante); es como una salida al mismo sistema laberíntico Marvel, una perforación a la poderosa Marca EE. UU.; es su fuga, su descentramiento, su éxtasis, su afuera. Thanos es, para Marvel, lo que es el «de suyo» para Zubiri, lo real para Lacan, el Acontecimiento para Deleuze, etc., esto es, la irrupción que se impone y abre espacio para que el otro en tanto que Otro acontezca. Thanos es dar un paso que ha intentado ir por encima del capitalista global y en ello lo que se da es tremendo, inesperado y, por tanto, una posibilidad real de transformación, algo así como un Acontecimiento. Y esto se dio porque se vio inconscientemente, literalmente, la Idea de que a lo mejor es posible vivir sin Capitalismo alguno en la mortalidad misma en la que somos mundanalmente, más allá de mediaciones de héroes y dioses para mantenernos afirmativamente en una dudosa salvación y redención en la producción y distribución de capital. Y, por tanto, en el actuar de Thanos no se da redención alguna, sino que lo que queda es la inmanencia radical de nuestro tejido sociohistórico visionario, que se expresa en nuestras ciudades que vamos construyendo entre todos NosOtros. En el momento en que Thanos (va gran spoiler; lector, por favor, no siga leyendo si no ha visto el film Infinity War, pero es casi imposible que alguien no sepa lo que aconteció en 2018 con ese film) chasquea los dedos, desaparece de forma aleatoria la mitad de las formas vivientes del universo (y con ello mueren pulverizados varios de los héroes más queridos por millones de personas, como Spiderman, Black Panther, Doctor Strange, Quill, etc.).

Thanos es, para Marvel, lo que es el «de suyo» para Zubiri, lo real para Lacan, el Acontecimiento para Deleuze, etc., esto es, la irrupción que se impone y abre espacio para que el otro en tanto que Otro acontezca.

Es el momento por excelencia en que el film y estos personajes casposos, esos héroes, pueden dar un salto «al infinito y más allá» (¡y, por fin, dejan de ser!); y ahí mismo aparece en cierta forma la estructura misma del Capitalismo, su límite por excelencia; su radical finitud histórica se puede ver. El Capitalismo muestra su Matrix; dicho en hegeliano, la esencia se expresa en su ser, sale, aparece, brilla, emerge por medio de Marvel. Y esto debido a que realmente la vida se juega en ese maldito y ridículo guantelete; y en esas piedras también bastante chillonas y sin glamour alguno (incluso diría piedras bien ridículas; en todos los cajones de nuestros abuelos o tíos tienen varias de esas piedras y a nadie les interesan). Ese guantelete no tiene el toque del anillo de Alberico, ni tampoco el de Saurón, ni mucho menos el del anillo de «retorno» de Nietzsche o del anillo «lógico» de Hegel, pero funciona con millones de seguidores de la saga fílmica; pues «primero como tragedia, luego como farsa» y, esto es, es «inevitable», pues se repite, y se repite necesariamente a peor, porque ha fallado el proceso revolucionario de transformación de la vida de NosOtros (aquí nuestros exergos cobran sentido: Hegel, Marx, Benjamin, Thanos). El Capitalismo muestra radicalmente su esencia en esta Fábrica de entretención gráfica (y ahora fílmica); y en ello va ideologizando a miles de personas no solamente en EE. UU. por décadas, sino que ahora por sus films lo hace a nivel planetario (son cientos de millones). Esa ideologización «marvelizante» de todos NosOtros nos vuelve en parte en un mero «nosotros, pero necesario» esclavizado, zombi, clon del Capitalismo hacendal. Ese yo heroico, ese Hulk que se expresa en mil rostros, así como la antigua tragedia griega en que todos los héroes eran expresión de Dionysos; aquí todos son en la actualidad expresión de Hulk, de un Yo narciso hacendal que defiende con una ética mortal sus valores capitalistas y lo hace con las formas estéticas más rancias y ridículas (es cosa de ver ya los peinados de nuestros líderes y queda esto bastante claro: Trump, Macron, Kim Jong-un, etc., ya los peinados de los héroes: el Capitán América, Doctor Strange, Thor, etc.). Por eso Marvel es nuestro enemigo más tóxico, pues se nos filtra por medio de nuestros poros corporales, se nos filtra al inconsciente y al parecer no lo podemos detener; y esto es porque a veces, y por lo general, en vez de ver la estructura misma del Capitalismo y nuestra subjetividad dominada por tal ideologización en su goce y formalmente esclavizada, vemos, sin embargo, literalmente, así como esa serie antigua de Batman del casposo y fofo Adam West (algo más gordo como Ben Affleck de la aburrida Liga de la Justicia, de Snyder, 2017), los letreros cuando se dan golpes en sus peleas: ¡Boom!, ¡Cáspita!, ¡Ahhhh!… Y, en esto, no podemos ver su estructura material histórica misma, que nos ideologiza subjetivándonos en capitalistas; los chinos actuales.

Y luego nos conformamos en críticas ontológicas, y usamos la verborrea heideggeriana, por ejemplo el ser del Capitalismo ante la «nadificación» de todo ente e incluso de los vivientes y los superhéroes. En esa «nadificación» aleatoria, esto es, el actuar de Thanos, el Capitalismo se destruyó casi por completo y en esa angustia ante el mercadomundo nos queda decir, como dicen en los bares madrileños de Carabanchel: ¡No somos Nada! Y así seguimos como «almas bellas» (la certera crítica de Hegel de su Fenomenología del espíritu), con ciertos resguardos ontológicos, y pensamos que en el fondo la muerte de Thanos no nos afecta, pero nos afectó a todos. Y en esa Nada acontece la muerte, porque en verdad nuestra vida es parte del sacrificio de los héroes y del héroe Thanos; si Dionysos es el doble nacido, Thanos es el doble asesinado; una vez por Thor, otra vez por Iron Man y en un mismo film. Algo así como una versión mucho más mejorada del oscuro Séptimo Sello de Bergman (1957). Ahora la muerte sana, también como en el pasado, pero a lo mejor es posible que en este nuevo universo menos denso y estúpido realmente podamos vivir sin el aplastante mercado de EE. UU. y también sin esos horrorosos héroes, soldados, vigilantes (fuerzas, voluntades, dispositivos) que viven en el día militarizando nuestro Capitalismo a nivel total; como digo en otra parte, militarizando hasta el inconsciente o, mejor dicho, precisamente el inconsciente (esa es la batalla por antonomasia, es «La» Batalla por dar). La hazaña del Titán Héroe Thanos es que, en esa decadencia total, también nos hace ver que Marvel no es nada más que otro producto, otra mercancía, y que su mercado también caerá, pues necesariamente debe caer: es finita, es parte de nuestra propia historia material; nunca es hegemónica; imposible que el Capitalismo sea hegemónico, aunque se pretenda soberbiamente lo contrario. Lamentablemente, como vimos en Avengers: Endgame, todo volvió a ser casi como antes; y el Capitalismo, y Marvel y sus héroes y el universo, volvió a estar cargado de chapucería; se repitió, aunque distinto, sin Iron Man, sin Capitán América, ni Viuda Negra, ni Visión, etc., la farsa necesaria para mantener operativo a ese viejo Capitalismo británico. Y, por lo tanto, ya no es del todo lo mismo. Pero lo importante es que nos olvidaremos de la verdad de esta esencia capitalista por Endgame; que por una vez se dio el acontecimiento a través de la muerte de los héroes, la posibilidad de ver cómo se da el Capitalismo en el Capitalismo mismo en Infinity War, y en esto barruntamos una posible revolución que nos permitiera afirmar la vida más allá del Capitalismo; aunque esto parezca inocente e ingenuo. Con Thanos aconteció, en su chasquido, una Revolución del NosOtros en medio mismo de Marvel, y de allí en nuestro inconsciente, en cada uno de los que vieron el film y leen este texto. Por lo menos así lo espero.

Marvel no es nada más que otro producto, otra mercancía, y su mercado también caerá, pues necesariamente debe caer: es finita, es parte de nuestra propia historia material; nunca es hegemónica.

Conclusión

Marvel es nuestro peor enemigo, es como la filosofía hegeliana para los heideggerianos (el estudioso Adorno se dio cuenta rápidamente del problema de los fenomenólogos y de Heidegger en especial); sin mirada reflexiva crítica estamos, literalmente, perdidos; pues no tenemos cómo mediatizar la inmediatez de los héroes en sus aventuras chapuzas capitalistas. Si Hegel decía que «El ser es lo inmediato indeterminado» en su «Doctrina del ser», en la Ciencia de la lógica, habría que actualizarlo y decir junto a él que «Marvel es lo Inmediato indeterminado»; lo inmediato en y por sí mismo que se resiste a dejarnos, pues lo inmediato siempre está ahí, como resto que no se deja subsumir del todo. Y en esa inmediatez obra todo su poder de dominación; en esa inmediatez de hacernos creer que Iron Man es el héroe y Thanos el villano. Pues no es así: Thanos es el que nos permite reflexionar por la finitud misma de esta aparente hegemonía ideológica que es Marvel con ansias de inmortalidad y de dominación de todos. Y Marvel se superó a sí mismo con Thanos, pues nos dio la confianza de que toda esa hacienda capitalista se podría acabar, incluso la de la propia Marvel. Y así podríamos ver cómo actúa su esencia, que nos subjetiva en la hacienda militarizada chapuza de los EE. UU. al mundo entero: Rusia, China, etc. Solamente desde la mediación se nos vuelve inmediato para nosotros Marvel, y podemos ver la naturalización de su propia luz; luz creada desde la historicidad misma del Capitalismo. De ahí que estaba tan feliz al ver a Thanos desactivando a Hulk por medio de un puñetazo al comienzo de Infinity War; pensamos que era el camino seguro a seguir, pero ¿será posible acabar con los héroes de Marvel y con su expresión capitalista de la Matrix hacendal militarizada chapuza actual? Depende de NosOtros. ¡Es inevitable! Debemos proseguir con la «Búsqueda de Thanos». El Capitalismo debe ser finitizado y con ello disuelto en nuestro inconsciente «marvelficado» por esa nueva ideología: la Teología capitalista.

F+ La explotación como dependencia

Marx-explotación

Karl Marx, 1875. Imagen de Olga en Flickr bajo licencia creative commons Attribution-ShareAlike 2.0 Generic (CC BY-SA 2.0).

El presente artículo trata de elaborar, a partir de un análisis de concepto de dependencia en la obra tardía de Marx, un concepto crítico de dependencia que permita dar cuenta de la especificidad experiencial de la explotación capitalista. Con tal fin, el artículo toma como base la distinción entre dependencia personal e impersonal de los Grundrisse para mostrar que la sociedad capitalista analizada en El capital presenta articulaciones históricamente específicas entre ambas formas de dependencia. La elaboración crítica de la noción de dependencia permite, además, acercarse críticamente a los desarrollos específicos del neoliberalismo actual, por cuanto implican nuevas formas de articulación de las relaciones de dependencia. Con todo ello, nos situamos más allá de la recepción corriente de las categorías críticas de Marx tal como dominación y alienación, así como de la recuperación de la noción de dependencia que se ha desarrollado desde la crítica feminista al liberalismo.

Por Emmanuel Renault, Université Paris Nanterre (París)

El concepto de dependencia no es un concepto que se pueda asociar de manera directa con Marx. Sin embargo, podemos subrayar que este concepto ha logrado obtener cierta importancia únicamente en los márgenes feministas y coloniales de los debates marxistas. A este respecto mencionamos la «teoría de la dependencia», elaborada en particular por André Gunder Frank, para dar cuenta de las especificidades de la explotación de la periferia de la economía-mundo llevada a cabo por el centro. Recordamos, asimismo, los abordajes feministas que, siguiendo a Christine Delphy, han destacado cómo la explotación del trabajo doméstico está relacionada con los tipos asimétricos de dependencia personal propios del orden patriarcal.

Diferentes autores analizan de qué modo unos individuos, grupos sociales o incluso países y continentes enteros son explotados por parte de otros individuos, grupos sociales, países o continentes que dependen de ellos. Esos autores conciben que esta dependencia está producida por un conjunto de factores sociales, políticos y culturales a la vez que es reproducida por el proceso de explotación. Estas ideas desempeñan un papel importante — aunque pocas veces analizado— en El capital de Marx. Si merecen ser tomadas en consideración principalmente hoy en día es porque nos permiten arrojar luz sobre determinadas transformaciones contemporáneas de viejos procesos de explotación, así como sobre la emergencia de nuevos procesos de explotación.

En este artículo, se examinarán estas cuestiones en tres momentos. En un primer momento, se detallará la naturaleza y la función de la célebre distinción de las formas de dependencia personal e impersonal que se encuentran en los Grundrisse. Se tratará de determinar el sentido que esta distinción confiere al concepto de dependencia y en qué medida esta puede convertir en crítico dicho concepto. En un segundo momento, se abordará El capital para analizar las formas de dependencia propias del modo de producción capitalista. Aquí se verá que Marx presenta el capitalismo como un modo de articulación singular de formas de dependencia personales e impersonales, al contrario de lo que afirma la interpretación habitual del pasaje mencionado de los Grundrisse, que tiene en cuenta solamente la temática de la dependencia impersonal. En un tercer momento, se presentarán interrogantes sobre las normas de la crítica de la explotación y sobre el interés de una crítica de la explotación que no se refiera solamente a la dominación, a la injusticia y a la alienación, sino también a la dependencia. Por último, se confrontará el concepto crítico de dependencia elaborado por Marx con las revalorizaciones antropológicas e intersubjetivas de la dependencia.

Marx presenta el capitalismo como un modo de articulación singular de formas de dependencia personales e impersonales

La distinción entre dependencia personal e impersonal

La marxiología parece tomarse en serio la cuestión de la dependencia, sobre todo a partir de un punto célebre de los Grundrisse que, de forma manifiesta, intenta plantear batalla contra la cuestión ideológica del capitalismo como progreso de la libertad, oponiendo progreso de la dependencia personal y progreso de la dependencia impersonal. Este tema se ha interpretado a menudo en sentido contrario: el modo de producción capitalista se caracterizaría por la sustitución por parte de formas de dependencia impersonales respecto a formas de dominación personal que prevalecían antes, en concreto en la sociedad feudal. En este pasaje Marx explica cómo un siervo o un esclavo dependía estatuariamente de un maestro o de un señor, mientras que los proletarios gozan de cierta independencia al carecer de esta clase de dependencia personal. No obstante, dependen de mecanismos económicos que definen una forma de dependencia impersonal.

Cuando Marx formula esa idea, parece perseguir principalmente dos objetivos. Por un lado, trata de cuestionar que la sociedad capitalista esté marcada por un progreso de la libertad entendida como independencia. Al contrario, subraya que esta está definida por la sustitución de una dependencia por otra. Por otro lado, subraya que la transformación de las relaciones de dependencia personal en relaciones de dependencia impersonal no es, en gran medida, otra cosa que una apariencia en sí misma, y ello por dos razones. La primera es que, ya en el modo de producción feudal, la dependencia personal se basaba en las formas de dependencia objetivas e impersonales que caracterizaban las relaciones sociales propias del modo de producción feudal. Puesto que el siervo no tenía acceso a todos los medios de producción (como, por ejemplo, el molino), estaba obligado a someterse a las condiciones fijadas por el propietario de este medio de producción: al igual que el proletario, el siervo está obligado a aceptar las condiciones de una oferta explotadora debido a una dependencia objetiva, o no personal, con respecto a los medios de producción. El hecho de que Marx no aceptara la tesis de que la explotación propia del feudalismo no está basada en una dependencia personal parece que no ha sido destacado a menudo por los comentaristas; en cambio, Marx se refiere, por su parte, a «la ilusión de las ‘relaciones puramente personales’ de la edad feudal» y pone la «dependencia personal» entre comillas en esta cita y, más en general, en este pasaje.

La segunda razón por la que el capitalismo se caracteriza —solo en apariencia— por una sustitución de la dependencia impersonal con la dependencia personal tiene que ver con el hecho de que los vínculos de dependencia personal no desaparecen con el capitalismo. Las relaciones de dependencia objetivas o impersonales que son propias del capitalismo se actualizan, en efecto, en las formas de la dependencia personal: dependencia del poseedor de la fuerza de trabajo de aquel que tiene un poder monetario suficiente para poder comprar esa fuerza de trabajo por un salario, dependencia del obrero respecto del personal de gestión y vigilancia sin el cual la cooperación no es posible. Volveremos más adelante sobre este punto. Cuando Marx incide en que las relaciones de dependencia objetivas o impersonales propias del capitalismo son «la elaboración del principio general de las relaciones de dependencia», se refiere claramente a «la elaboración del principio general de las relaciones de dependencia» personal; en caso contrario, la afirmación no tendría sentido. Marx señala también que en el capitalismo «esta dependencia material (…) se transforma de nuevo en relaciones de dependencia personales, pero despojadas de toda ilusión», es decir, despojadas de las ilusiones relativas al estatuto superior del señor, por poner un ejemplo. Dependencia objetiva o impersonal y dependencia personal se piensan claramente juntas, tanto en relación con el feudalismo como con el capitalismo. Cabe ver, por consiguiente, que la originalidad de Marx no consiste tanto en haber identificado capitalismo y dependencia personal, sino en haber pensado en términos de sistema de dependencia: un sistema de dependencia en el cual los momentos objetivos o impersonales son indisociables de los personales.

Marx explica cómo un siervo o un esclavo dependía estatuariamente de un maestro o de un señor, mientras que los proletarios gozan de cierta independencia al carecer de esta clase de dependencia personal. No obstante, dependen de mecanismos económicos que definen una forma de dependencia impersonal

Sin embargo, la apariencia de una sustitución de las relaciones de dependencia impersonales con las relaciones de dependencia personales no es sino una ilusión. Por un lado, es cierto que el capitalismo se caracteriza por un progreso de la libertad como independencia o libertad negativa (Marx llega a hablar a este respecto de «aspecto positivo del asalariado»), incluso si la libertad en el sentido propio debe concebirse como una libertad negativa o independencia negativa, como una libertad positiva que se hace imposible para el proletario que no tiene más remedio que dedicar su vida a actividades productivas carentes de significado y valor para él. Por otro lado, la diferencia entre modo de producción feudal y modo de producción capitalista parece caracterizarse por el hecho de que las relaciones de dependencia impersonales desempeñan un papel más determinante en el modo de producción capitalista. Es en este sentido que cabe comprender la afirmación de que son el «principio general de las relaciones de dependencia» personal. Lo que distingue el feudalismo y el capitalismo son, por tanto, las distintas disposiciones de las relaciones personales e impersonales de dependencia, dado que la disposición propiamente capitalista de estas relaciones se caracteriza por un progreso de la independencia personal, en cierto sentido, y una mayor centralidad de la dependencia personal.

Otra interpretación que generalmente se propone para este pasaje tiende a una identificación entre dependencia personal y dominación personal. El tema de la dominación impersonal es célebre. Sin embargo, las formulaciones de Marx no son tan precisas a este respecto como para que se pueda decidir entre dos posibles interpretaciones: la primera identificaría dependencia impersonal y dominación impersonal, la segunda haría de la dependencia personal la condición de la dominación impersonal. Igualmente, no es fácil determinar qué es lo que hay que entender por dominación impersonal: ¿la dominación en cuanto que relación de clase o la dominación en cuanto que dominación por parte de procesos materiales de tipo económico o incluso por la ideología?

En cualquier caso, vinculando la cuestión de la dependencia a la de la dominación, así como, de forma implícita en los Grundrisse y más explicita en El capital, a la de la explotación, Marx convierte la dependencia en un concepto crítico. Pero ¿en qué sentido el concepto de dependencia puede tomarse como un concepto crítico? De nuevo, no es fácil responder a esta cuestión porque Marx no detalló en ninguna parte qué entendía por dependencia o por su contrario, independencia, sin duda porque, según él, la libertad no tiene que concebirse como independencia o libertad negativa, sino como libertad positiva. A la luz de estos pasajes de los Grundrisse y de los textos de El capital que retoman cuestiones análogas, es posible considerar que el concepto de independencia evoca no solamente la emancipación respecto de las relaciones de dependencia estatutaria, sino también la capacidad de un individuo de disponer de los medios para satisfacer sus necesidades, mientras que el concepto de dependencia evoca el hecho de que un individuo pueda ser privado de esta capacidad tanto por unas relaciones sociales, como por ejemplo unas relaciones de propiedad que despojan de los medios de producción (dependencia objetiva o impersonal), como por unos individuos que ceden lo que nos permitiría satisfacer nuestras necesidades (dependencia personal). Se encontrará entonces una nueva confirmación de la idea según la cual el modo en el que Marx considera la dependencia articula en todo caso dependencia personal y objetiva o impersonal: es porque existen unas relaciones de producción que despojan objetivamente de los medios de producción que unos individuos dependen personalmente de otros individuos que poseen estos medios de producción. De ahí se llegará a la idea de que, en cualquier caso, no es la dependencia por sí misma la que es merecedora de crítica, sino el hecho de que expone a individuos y a grupos a injusticias y dominaciones estructurales.

Marx no detalló en ninguna parte qué entendía por dependencia o por su contrario, independencia, sin duda porque, según él, la libertad no tiene que concebirse como independencia o libertad negativa, sino como libertad positiva

A partir del propio Marx resulta difícil hacer más aclaraciones acerca de qué significa dependencia y la distinción entre dependencia personal e impersonal. Esperemos que hayan quedado lo suficientemente claros para ahora analizar la manera en que El capital piensa la explotación en términos de dependencia y preguntarnos por el tipo de crítica de la explotación que puede asociarse a una concepción crítica de la dependencia.

Explotación y dependencia en «El capital»

En El capital encontramos diferentes ejemplos que indican que Marx piensa la explotación en función de la imbricación de las distintas formas de dependencia objetiva o impersonal, que siempre se actualizan en relaciones de dependencia personal. Marx analiza la explotación a distintas escalas, macro, meso y micro, que hacen que en todo momento vayan apareciendo formas más específicas de dependencia. Por un lado, la explotación es analizada a la escala macrosocial de la relación social de producción que define a la burguesía y al proletariado como clase. A esta escala, la explotación es definida como una dependencia estructural: puesto que son despojados de los medios de producción, los proletarios dependen de los capitalistas para producir sus medios de subsistencia; se trata de una dependencia objetiva o impersonal en cuanto que no posesión de los medios de producción, y al mismo tiempo una relación de dependencia personal con respecto a los que poseen los medios de producción.

Por otro lado, la explotación es analizada a la escala mesosocial de las instituciones por el intermediario que actualiza la dependencia estructural de estas: el mercado y la empresa (para decirlo con un lenguaje que no es de Marx) capitalistas. En el mercado, esta dependencia estructural toma la forma de una dependencia monetaria, que de nuevo es, a su vez, una dependencia objetiva (una falta objetiva de medios de pago) y una dependencia personal con respecto a los que poseen los medios de pago («el hombre de los escudos»). En el lugar de trabajo esta dependencia estructural toma, a su vez, otras formas. La división técnica del trabajo implica, en efecto, que la actividad de trabajo individual pierda su función y su valor de uso si no es integrada en un proceso de cooperación productiva. De ello resultan nuevas formas de dependencia personal en la medida en que el proceso de cooperación productiva implica la existencia de una función de dirección, tomando en el mejor de los casos la forma del director de orquesta, en el peor, la del despotismo de la fábrica, ambos indisociables de las formas de dependencia objetiva: desde que la cooperación se ha organizado materialmente por medio de máquinas y de sistemas de máquinas, el valor de uso de la fuerza de trabajo depende totalmente de su integración en un sistema técnico de objetos.

Finalmente, la explotación es analizada de acuerdo con la escala microsocial de la experiencia de la explotación y de las resistencias que suscita. El trabajador sabe que debe someterse al despotismo de la fábrica y al ritmo de la máquina, por muchas reticencias que tenga, porque depende personalmente de su salario (dependencia monetaria), mientras que el capitalista puede, en todo momento, reemplazarlo por otro trabajador (debido a la dependencia técnica). En otros términos, sabe que la dependencia monetaria y la dependencia técnica convierten en asimétrica la interdependencia personal del capitalista y del proletario: el capitalista, en calidad de individuo, necesita menos del proletario como individuo —debido a que lo puede reemplazar a su antojo— de lo que el proletario como individuo necesita al capitalista. La experiencia de esta dependencia asimétrica está en el centro de la experiencia de la explotación.

Desde el punto de vista macrosocial, existe una dependencia asimétrica entre capitalistas y proletarios porque los capitalistas, como capitalistas cuya función es la de producir plusvalía y acumularla, dependen del plustrabajo de los proletarios (de ahí la cuestión ideológica de que el obrero necesite al patrón tanto como el patrón necesita al trabajador). Sin embargo, desde un punto de vista microsocial —el de las interacciones personales o individuales entre capitalistas y proletarios—, esta dependencia es asimétrica, ya que el capitalista puede tomar la iniciativa de reemplazar a sus proletarios. De ahí la necesidad, comprobada a partir de la experiencia obrera, de coaliciones destinadas a compensar la dependencia asimétrica a la escala individual por una relación de fuerza colectiva.

Marx analiza cómo esta dependencia multiforme se produce durante diferentes procesos históricos. La dependencia estructural, tal como se define a la escala macrosocial, depende de la expropiación de las poblaciones campesinas, descrita en el capítulo consagrado a La llamada acumulación primitiva del capital. Sin embargo, el despojo de los medios de producción se lleva a cabo en un proceso más gradual, que marca una pérdida progresiva de independencia por parte del poseedor de la fuerza de trabajo. Evocamos aquí el proceso de transformación del artesano —como trabajador independiente poseedor de sus medios de producción— en asalariado en el seno de la industria, proceso que se efectúa de manera gradual por medio de la entrada en escena de la «manufactura heterogénea», a continuación por la transformación de esta en «manufactura orgánica» y, finalmente, por el surgimiento de la «gran industria».

Por otra parte, las dependencias mesosociales se incrementan de manera doble en la dinámica histórica del capitalismo. La dependencia monetaria se ve incrementada por la creación de una «sobrepoblación relativa» o «ejército de reserva», mientras que la mayor importancia de las máquinas en el proceso de producción crea una suerte de incremento de la dependencia técnica. Por lo tanto, cabe decir que el desarrollo del capitalismo como modo específico de producción va acompañado de una dependencia cada vez mayor del proletario. Es en este sentido que Marx puede afirmar con respecto al proletario que, en la etapa más avanzada del modo de producción capitalista —a saber, la gran industria—, «a la vez se consuma su desvalida dependencia respecto al conjunto fabril; respecto al capitalista, pues».

Asimismo, al término de esta evolución, esta dependencia tiende a reproducirse: los salarios nunca bastan para permitirles a los asalariados la adquisición de los medios de producción (herramientas, máquinas, materias primas, lugares de trabajo) que les harían independientes de los capitalistas, y su dependencia técnica reduce su poder de negociación en relación con el capitalista. En este sentido, Marx puede señalar: «Para el curso usual de las cosas es posible confiar al obrero a las ‘leyes naturales de producción’, esto es, a la dependencia en que él mismo se encuentra con respecto al capital, dependencia surgida de las condiciones de producción mismas y garantizada y perpetuada por estas».

Marx analiza la explotación a distintas escalas, macro, meso y micro, que hacen que en todo momento vayan apareciendo formas más específicas de dependencia

La dependencia como concepto crítico

Por consiguiente, puesto que Marx ha insistido en el vínculo entre explotación y dependencia, y lo ha hecho en un sentido que confiere de manera clara una función crítica al concepto de dependencia, puede parecer extraño que los debates relativos a las modalidades de la crítica de la explotación, excepto en el caso de Iris Marion Young, no hayan nunca otorgado un papel central a la cuestión de la dependencia. En estos debates, siempre se busca determinar lo que es inaceptable de la explotación a partir del concepto de injusticia, de dominación y de alienación. Hay, sin duda, diferentes razones legítimas para preferir una crítica del capitalismo en términos de injusticia, de dominación y de alienación más que en términos de independencia, pero es también probable que, dejando a un lado el problema de la independencia, se corra el riesgo de generar una crítica de la explotación incompleta, privada de ciertas cuestiones políticas que son fundamentales.

Para comenzar esta discusión, cabe reconocer que resulta del todo razonable albergar reticencias a la hora de llevar a cabo una crítica de la explotación en términos de dependencia. El concepto de dependencia no pertenece al vocabulario de la crítica social y no tiene tanto mordiente como los conceptos de injusticia, dominación y alienación. Es más, la naturaleza del vínculo entre explotación y dependencia no resulta clara de inmediato, mientras que no hay duda de que la explotación pueda ser criticada en términos de injusticia (puesto que descansa sobre una oferta de trabajo que un demandante de empleo está forzado a aceptar en perjuicio suyo), de dominación (sea esta estructural inscrita en relación de clase o la que se actualiza en el lugar de trabajo) y de alienación (puesto que la explotación despoja a los trabajadores de los productos de su actividad, incluso de su propia actividad).

Finalmente, hay una tercera razón para desconfiar de una crítica de la explotación en términos de dependencia: el concepto de dependencia no es en sí un concepto crítico. Es posible, de hecho, considerar que hay dependencias buenas, como las de los recién nacidos respecto a sus padres, y también malas dependencias; al igual que se ha visto que lo que parecía convertir la dependencia en un concepto crítico en Marx se debe al hecho de que las dependencias que él crítica no lo son en cuanto dependencia en general, sino que se trata de una dependencia que contribuye a producir y a reproducir dominaciones e injusticias. Por lo tanto, si la dimensión crítica del concepto de dependencia está formulada en Marx en términos de injusticia y dominación, ¿por qué no contentarse con estos dos conceptos, incluso para complementarlos con un análisis en términos de alienación?

Aunque todos estos argumentos son relevantes, cabe considerar, sin embargo, que algo se pierde cuando se critica la explotación únicamente en términos de injusticia, dominación o alienación, sin involucrar el vínculo entre explotación y dependencia. Lo que se pierde se debe al hecho de que la injusticia y la dominación estructurales, así como la alienación, toman la forma de la experiencia específica de la injusticia, de la dominación y de la alienación cuando se anclan en sistemas de dependencia asimétrica. No es lo mismo sufrir, por un lado, una injusticia resultante de desigualdades pasadas o de sistemas de distribución que reprobamos, y por otro, sufrir una injusticia a la vez que se depende de ella. Tampoco es lo mismo que obedecer a alguien a quien se teme sin depender materialmente de él y obedecer a alguien del que se depende. Finalmente, no es lo mismo, por un lado, no reencontrarse en las actividades propias por el hecho de que están determinadas por un mundo que se rechaza y al que uno tiene que adaptarse a falta de algo mejor y, por otro lado, saber que no podemos encontrar ningún otro espacio para poner en práctica nuestras actividades y que, por lo tanto, estamos vinculados a este mundo que se rechaza, pero del que dependemos porque es el único ámbito en el que podemos desarrollar estas actividades.

Tratándose específicamente de explotación, tomar en cuenta la dependencia permite comprender que una de las especificidades de la experiencia de la explotación está relacionada con su naturaleza ambivalente. En cuanto que experiencia de la injusticia y de la dominación asociada a unas experiencias de dependencia monetaria y técnica, la explotación siempre puede convertirse en una habituación a la injusticia y en servidumbre voluntaria. De ahí que pueda tomar la forma de una experiencia específica de alienación como apego a aquello que se rechaza; a saber, la dominación y la injusticia. ¿Acaso no hay una apuesta política en la elaboración de modelos de críticas sociales capaces de captar la especificidad de unas formas en las que quienes están interesados concretamente en la crítica de la injusticia y de la dominación, por el hecho de que las sufren, experimenten la dominación y la injusticia? ¿Y no hay igualmente una apuesta política en la elaboración de un modelo de crítica social que pueda tener en cuenta igualmente los obstáculos, incluida la servidumbre voluntaria, que son susceptibles de oponerse a la transformación de las experiencias de injusticia y dominación?

Tener en cuenta el vínculo entre la explotación y la dependencia puede ayudar a desarrollar una crítica de lo que parece ser una de las metamorfosis contemporáneas de la explotación capitalista y que forma parte de la dependencia organizada. A nivel macrosocial, podemos decir que el neoliberalismo no se caracteriza solamente por una lucha en contra de las protecciones estatales dirigidas a minimizar los efectos de la dependencia económica (subsidio de desempleo, derecho del trabajo, etc.), sino también por la organización de nuevas formas de dependencia económica, como el endeudamiento privado. A la dependencia económica a corto plazo que es el salario (que en su mayor parte no permite mantenerse por más de un mes), el neoliberalismo añade la dependencia económica a largo plazo de la deuda privada que hace que los individuos sean dependientes de su explotación durante varios años o incluso varias décadas. A nivel mesosocial, este ha desarrollado la figura de los «trabajadores autónomos», que ya no están sumisos a la dominación de la jerarquía de la empresa, y a la injusticia específica del contrato de trabajo, pero que no por ello están menos explotados por las empresas capitalistas de las que estos «trabajadores autónomos» dependen, ya para vender sus prestaciones en el caso del trabajo externalizado, ya por encontrar sus clientes en el caso del capitalismo de las plataformas. En ambos casos, la explotación se efectúa de manera independiente con respecto al asalariado y sin dominación directa de la actividad de trabajo, pero solamente por medio de dispositivos de dependencia organizada; es decir, por medio de nuevas formas de dependencia objetiva o impersonal. El tema se encuentra en los Grundrisse de los que hemos partido: los nuevos «trabajadores autónomos» parecen ser más independientes, y sin duda lo son en cierto sentido, pero únicamente en un sentido, puesto que la dependencia siempre es muy intensa, cuando no incrementada, y las formas de la explotación específica de las que son objeto estos «trabajadores autónomos» no manifiestan tanto una mayor independencia, sino nuevas relaciones entre dependencia y independencia, entre dependencia personal y dependencia impersonal.

La naturaleza del vínculo entre explotación y dependencia no resulta clara de inmediato, mientras que no hay duda de que la explotación pueda ser criticada en términos de injusticia, de dominación y de alienación

¿Revalorizar o criticar la dependencia?

En la introducción hemos subrayado que la relación entre explotación y dependencia ha sido muy poco tomada en cuenta en las discusiones marxistas. Cabe concluir, asimismo, que los pensadores críticos contemporáneos han concedido un papel central a la noción de dependencia, pero con unas intenciones que no solamente se alejan de las de Marx, sino que incluso dificultan la rehabilitación del concepto crítico de dependencia que este intentó elaborar. La crítica feminista del liberalismo político se ha dedicado a mostrar que la condición humana está determinada por una dependencia antropológica (evidenciada especialmente durante la niñez y la vejez) que queda disimulada por los derechos de la autonomía personal.

De esta manera, diversos autores han insistido en que la universalidad de la dependencia debería conllevar el reconocimiento de la importancia del trabajo que se realiza en favor de las personas dependientes. Si aquí se asevera el vínculo entre trabajo, dependencia y explotación, este, sin embargo, se encuentra invertido con respecto al análisis marxiano. Mientras que para Marx las personas son explotadas porque son dependientes, en este caso se insiste en el hecho de que, de una manera específica, son explotados aquellos, y sobre todo aquellas, que trabajan para que las personas dependientes puedan conservar un mínimo de autonomía. En otros términos, ellas son explotadas no debido a su propia dependencia, sino debido a una negación de la dependencia de otros. Se ha visto, además, que el concepto de dependencia se ha erigido como concepto clave en una crítica del liberalismo político que consiste en una reformulación de la idea de autonomía personal en términos de autonomía descentrada. En contra del mito del yo desarraigado (disembedded self), se trata entonces de subrayar de qué modo la autonomía personal no puede construirse sino dentro de relaciones intersubjetivas que vuelven nos hacen depender los unos de los otros bajo la figura de la vulnerabilidad intersubjetiva. Incluso si estos análisis subrayan que la dependencia define una vulnerabilidad que expone a diversas experiencias negativas, con las cuales se articula la dominación, y que pueden desembocar en la alienación, el concepto de dependencia resulta altamente valorizado en la medida en que se trata de mostrar cómo la autonomía tiene que ser pensada conforme a la dependencia. De nuevo, se enarbola el concepto de dependencia con unas intenciones opuestas a las de Marx, que, en su caso, hacía referencia a un concepto crítico de dependencia.

Estas dos revalorizaciones contemporáneas de la problemática de la dependencia se distinguen del uso marxiano del concepto de dependencia por dos razones más: por un lado, se interesan por unas formas de dependencia antropológicas e intersubjetivas, en lugar de interesarse por unas formas de dependencia materiales (dependencias monetarias y técnicas); por otro lado, se interesan por unas formas de dependencia constitutivas de la experiencia humana (vinculadas con los procesos de crecimiento y envejecimiento así como con la constitución intersubjetiva del yo), en lugar de tener en cuenta formas de dependencia socialmente constituidas (por unas relaciones de propiedad y unas instituciones) u organizadas (por unas estrategias de poder).

Por supuesto, no se trata de elegir entre estos diferentes enfoques. La crítica feminista del liberalismo político en nombre de la dependencia antropológica resulta pertinente, igual que las teorías de la autonomía descentrada, pero tienen que ser conscientes de sus límites. Estos dos enfoques distintos se complementan en el sentido de que, por un lado, Marx no posibilita pensar acerca de una estructura de la autonomía descentrada que no permite analizar las formas de explotación específicas que caracterizan el trabajo del care, mientras que, por otro lado, el propio Marx elabora un concepto crítico de dependencia que posibilita reconocer unos problemas sociales y políticos que estos otros enfoques no son capaces de reconocer. Se ha mencionado antes el neoliberalismo y sus transformaciones contemporáneas como ejemplo del ámbito crítico del enfoque marxiano. Podríamos recordar también los análisis del trabajo de las madres sustitutas en términos de explotación. Constatamos, en efecto, que en estos últimos años la crítica de la GPA (o surrogacy) en términos morales ha cedido el paso en gran medida a unos análisis en términos de oferta explotadora, y que la dependencia monetaria es, en esos análisis, el factor determinante para la aceptación de la oferta explotadora. Aquí también resulta difícil ver cómo se puede analizar la explotación de manera efectiva sin poner en funcionamiento un concepto crítico de dependencia.

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