El transhumanismo nos ofrece cientos de promesas dignas de la ciencia ficción, que, en principio, mejorarán nuestra vida hasta límites insospechados. Sin embargo, ¿son esos cambios realmente posibles? ¿Y deseables? ¿Dónde está la línea que separa la realidad de la fantasía? ¿A qué nos enfrentamos la humanidad como especie en las próximas décadas?
Ya hemos analizado las posibilidades que puede tener para el futuro de la humanidad el transhumanismo. Sus promesas, su visión como movimiento filosófico, como religión laica, además de algunos de los inventos que, ya hoy, se ciernen sobre nosotros.
Ahora bien, aparte de todas estas posibles ventanas que nos abre el transhumanismo, es necesario hacernos unas cuantas preguntas al respecto. Como toda actividad, esta ha de partir de un pensamiento previo, cuanto más razonado y prudente, mejor. De manera que vamos a tratar de analizar las diferentes posturas que existen en torno a todo esto y hallar algún tipo de línea de actuación que habrá de ser tenida en cuenta en las décadas que siguen.
Como explicaba el filósofo Francesc Torralba en el diario El Periódico, la gran baza que tiene el transhumanismo es que se trata de un movimiento de transformación social y política que está basado en la esperanza. Mientras que otras filosofías nos abocan a la hecatombe, nos dicen que el mundo actual no es más que desencanto y que no es posible creer en nada, el transhumanismo nos dice que hay salida, que está cerca, que tenemos futuro. Se trata de un mensaje poderosísimo, como podemos apreciar en múltiples aspectos de la vida.
Una salvación laica
A alguno esto le sonará religioso, y es que es exactamente eso. Una salvación laica para nuestro mundo que busca conseguir que nos convirtamos en hombres mejores, pero a través de la técnica. El problema que se nos plantea es si, tras esa mejora, seguiremos siendo hombres como tal u otra cosa diferente.
Mientras que otras filosofías nos abocan a la hecatombe, el transhumanismo nos dice que hay salida, que tenemos futuro como especie
No faltan quienes ven en esta concepción del transhumanismo algo parecido a una secta, pero sería por su parte un error de bulto, simplemente fijándose en las figuras que se adhieren a esta filosofía. No se trata de cuatro merluzos con aspiraciones futuristas. Dentro del transhumanismo hay hombres de talla mundial, auténticos pesos pesados de las ciencias en sus respectivos campos. Ahí están, por ejemplo, Marvin Minsky (padre de la inteligencia artificial), Eric Drexler (pionero en el campo de la nanotecnología), Hans Moravec (gurú de la robótica), etc.
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