Las calles de París y quienes marchaban o corrían por ellas protagonizaron aquel mayo del 68. Por ahí andaba Yves Michaud, por aquel entonces estudiante de filosofía en la École Normale Supérieure. Era delegado y mediaba entre los compañeros y la administración; también lidiaba entre los grupúsculos que competían por la hegemonía, o directamente por el poder, dentro de la revuelta. Tenía una posición privilegiada de observador que los años y la experiencia no han hecho sino agudizar. Damos una vuelta por sus recuerdos y por las cuatro cosas (es literal, sólo hay que leer hasta el final) que de ellos ha aprendido este filósofo de todos los saberes.
En el año 2000, al filósofo francés Yves Michaud (Lyon, 1944) le encomendaron la tarea, junto con el político Jean-Jacques Aillagon, de poner en marcha una entidad ambiciosa y algo loca: la llamaron la Universidad de todos los saberes. Lindando con el nuevo siglo, se trataba de una especie de actualización de la mítica Enciclopedia en la que 366 expertos de todas las disciplinas dieran 366 lecciones magistrales en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios. Aquel que tuviera la idea de encomendarle tal proyecto dio en la diana. Yves Michaud sabe mucho y observa todo, con lo cual su conocimiento es uno de los más completos en cuanto a materia y profundidad se refiere. Es filósofo, pero estudió matemáticas y física –lo cuenta enseguida, porque esa excursión a la ciencia tuvo que ver con los sucesos de Mayo del 68 en los que se centra esta entrevista–, es experto en estética, sobre todo en el arte contemporáneo y sus significados, y en teoría política. Sus investigaciones le han hecho interesarse por la violencia, a cuyo estudio ha dedicado numerosos libros, y fue uno de los pioneros en hablar de transhumanismo, sobre el que escribió ya en 2001 la obra (no traducida) Humano, inhumano, demasiado humano. Sus únicos libros traducidos al español son El arte gaseoso (Fondo de cultura económica) y El nuevo lujo (Taurus), otro de sus focos de investigación.
Todo esto es ahora Yves Michaud, pero ¿qué era o quién era Yves Michaud en 1968? ¿Qué hacía en París en esa fecha?
En 1964 me habían admitido en la École Normale Superieure de la calle Ulm y cursaba estudios de filosofía y sociología. En el otoño de 1967 fui elegido por mis compañeros (unos 400 alumnos) delegado para representarles frente a la administración. Ante los sucesos de Mayo del 68, no fui uno de sus “actores”, pero tenía una posición privilegiada tanto como para verlo nacer como para seguirlo desde el interior. En aquella época la ENS estaba muy politizada. Con un gran número de maoístas animados por Louis Althusser, que impartía clases allí, y bastantes comunistas (agrupados alrededor de la Unión de Estudiantes Comunistas, UEC) servía, gracias a su régimen muy liberal y a su ubicación en el centro del barrio latino, de centro de reunión para muchos grupúsculos políticos, entre ellos los troskistas.
En la primavera del 68, Yves Michaud estudiaba filosofía en la École Normale Supérieure y había sido elegido delegado por sus compañeros: «Tenía una posición privilegiada tanto como para ver nacer la protesta como para seguirla desde el interior»
Yo estaba totalmente al corriente de la vida política diurna y nocturna en ese centro y de lo que se estaba preparando, porque a menudo me llamaban por la tarde o por las noches para mediar en conflictos, enfrentamientos o simplemente comportamientos inadecuados. Se puede decir que tenía un buen puesto para ver venir las cosas.
Durante los sucesos propiamente dichos, también tuve una posición destacada, especialmente durante los enfrentamientos más duros, porque la escuela servía de lugar de repliegue para los manifestantes, sobre todo durante la famosa noche de las barricadas del 10 al 11 de mayo de 68, cuando la escuela acogió al último cuadro de manifestantes, casi 1.000 personas que pudieron escapar así de la policía.
Bien, pero ¿personal, políticamente…?
Yo estaba etiquetado como un liberal de izquierda (por decisión propia), ya que, a pesar de mi amistad personal con Althusser, no me terminaba de tragar las sandeces marxistas. Además, había estado traumatizado un año antes, en la primavera del 67, durante una estancia de estudios en Praga, donde había podido entrever lo que luego fue «la primavera de Praga» y había tomado la medida plenamente de la aberración del socialismo comunista. De modo que, cuando se perfilaban las listas de personas para fusilar en el momento de la revolución, mis camaradas maoístas, que no se andaban con tonterías, me pusieron en la lista de espera, porque me consideraban un kerenskista útil durante la fase de transición. Hay que decir que muchos de ellos, después de saberse de memoria el libro rojo de Mao (eso de “levantar una piedra para dejarla caer sobre los propios pies…”), se convirtieron en funcionarios (policías incluidos), banqueros o influyentes periodistas y muy a menudo totalmente reaccionarios. En cuanto a mí… seguí siendo kerenskista.
«Muchos de los que se sabían el Libro rojo de Mao se convirtieron en funcionarios, banqueros o influyentes periodistas, a menudo, totalmente reaccionarios. En cuanto a mí… seguí siendo kerenskista»
¿Alguna cosa más antes de que pasemos a hablar propiamente de Mayo del 68?
Una última anécdota. En setiembre de ese año, habiendo probado la oposición a una cátedra de filosofía, me pidieron un artículo sobre Mayo del 68 para la prestigiosa revista Critique publicada por las Éditions de Minuit. Debía hacer reseñar tres libros: La révolution introuvable, de Raymond Aron; Mayo del 68: La brecha de Lefort, Morin et Coudray (Castoriadis); y de Glucksmann, Estrategia y revolución. Incapaz de encontrar la distancia necesaria y, sobre todo, inclinado a compartir el análisis de Raymond Aron que en esa época era rechazado como un monstruo reaccionario, renuncié cobardemente y… me fui a estudiar matemáticas y física a la universidad de Paris Orsay para practicarme un higiénico autolavado de cerebro de todo aquello.
Bien, pues ahora que ya sabemos el final, empecemos por el principio. Las movilizaciones se extendieron casi dos meses. La protesta fue larga. ¿Cómo era una jornada “tipo” en esos días?
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