Brian Thomas Swimme y Mary Evelyn Tucker se propusieron explicar el universo desde un punto de vista complejo e integrador, con la ciencia en primer término, pero sin renunciar a otras disciplinas como la filosofía, la ecología… En su afán divulgador echaron mano de metáforas para hacerlo más comprensible. Este artículo reúne las siete más esclarecedoras que se encuentran en el libro La aventura del universo. Pero el proyecto cristalizó en otros formatos: una web y un estupendo documental que los lectores de Filosofía&Co. pueden ver de forma gratuita aquí mismo del 7 al 16 de junio. Sigue leyendo.
Por Pilar G. Rodríguez
Una de las frases más conocidas de Immanuel Kant es esa donde revisa las cosas que, en sus palabras, «llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí». Imaginar a uno de los más grandes pensadores de la historia mirando brillar las estrellas en el cielo es sobredosis de filosofía. No hace falta ser uno de los grandes filósofos –ni de los pequeños, ni siquiera serlo– para encontrarse situaciones filosóficas en las que uno se pregunta: ¿Qué es esto que hay? ¿Por qué es como es? ¿Qué hago yo en medio?
No hace falta ser filósofo para, en medio de un situación filosófica como es mirar al cielo en una noche estrellada, descubrir el asombro y hacerse las grandes preguntas de esta disciplina
Una de ellas es mirar al cielo en silencio en una noche estrellada. A partir de ese acto y ese hecho filosófico, los autores de La aventura del universo –el matemático y divulgador científico Brian Thomas Swimme y la fundadora del Foro sobre Religión y ecología en Yale Mary Evelyn Tucker– dan un paso más y afirman en este libro publicado por Herder: «Y cada vez que nos sentimos impulsados a dirigir nuestra mirada al cielo nocturno y reflexionamos sobre la belleza estremecedora del universo, somos en realidad el universo reflexionando sobre sí mismo». La ciencia ha demostrado lejanos parentescos, reminiscencias y resonancias de la formación del universo en la naturaleza humana sobre los que Swimme y Tucker hacen hincapié: «Pues así como la Vía Láctea es el universo en forma de galaxia, y una orquídea es el universo en forma de flor, nosotros somos el universo en forma de ser humano». Es increíble, es deslumbrante y es difícil de explicar, por eso se ve más claro si se toman ejemplos, se establecen analogías y se piensa en metáforas.
En La aventura del universo, Brian Thomas Swimme y Mary Evelyn Tucker sostienen que el universo tiene una historia y que su relato no solo nos incluye, sino que, de alguna manera, «somos el universo en forma de ser humano»
1 El universo es un relato. Literalmente lo que los autores afirman en el libro es que el universo tiene un relato. Hace no demasiado tiempo, en Occidente predominaba la idea de que el universo es un espacio inmenso cuya materia sí, cambiaba de forma, pero suponiendo también que el universo en su conjunto no variaba. «Esa suposición, sin embargo, se reveló equivocada pues el universo se despliega y tiene una historia: un principio, una parte media (en la que estamos ahora) y, tal vez, un final en un futuro inimaginable». Personajes de ese relato –ni siquiera protagonistas ni mucho menos autores–, los seres humanos sí tenemos una particularidad: como personajes de Pirandello, sí tenemos conciencia de esa historia del universo.
2 Expansión y contracción: cambio de escala. Así empezó todo, con una expansión descomunal a partir de «un punto diminuto que conoció una gigantesca inflación capaz de dispersar la materia durante miles de millones de años». Pero esa fuerza necesitaba un contrario y lo halló en la gravedad, para atraer parte de la materia y reunirla de nuevo. «Ahora sabemos que el universo en su conjunto, y desde el principio, ha estado modelado por estas dos dinámicas creadoras de carácter opuesto. Pues bien, ese movimiento de opuestos que se complementan está muy presente en el organismo de numerosos seres vivos cuyos pulmones y corazones se expanden y contraen también. «Cuando al respirar llenamos de aire los pulmones, ¿no estamos reflejando la misma dinámica que preside a gran escala el universo? Como mínimo podemos afirmar que, debido a la gran exhalación del universo, la vida y la humanidad hicieron su aparición y respiran ahora en su seno».
En el relato del universo, como indican los autores, existe «un principio, una parte media (en la que estamos ahora) y, tal vez, un final en un futuro inimaginable»
3 El centro del universo y el pan de pasas. En la interpretación del universo, la pregunta por el centro del mismo ha desempeñado un papel destacado. ¿Quién no querría estar en esa posición de privilegio? Fue difícil hacernos bajar de allí. Copérnico fue la figura clave de este desengaño: no, la Tierra no era el centro del universo porque esta giraba alrededor del Sol. ¿Sería el Sol entonces el centro? Tampoco; el sol no es sino una más de los millones de estrellas de la Vía Láctea. Entonces esa galaxia sería el centro. De nuevo no: en los años 20 del siglo pasado Edwin Hubble y otros científicos descubrieron que no había ninguna exclusividad y que nuestra galaxia no era más que una de los cien mil millones de galaxias que suponían en el universo observable. En la segunda mitad del siglo XX llegaron más sorpresas. Las galaxias se agrupaban formando estructuras llamadas cúmulos y supercúmulos. Pues bien, cada uno de estos supercúmulos «está en el centro mismo de la expansión del universo. Vivimos en un universo policéntrico». Para comprender esta afirmación, Swimme y Tucker echan mano de una imagen: la de un pan de pasas que se está hinchando por el efecto de la levadura. «Cuando el pan se hace más grande, y si nos imaginamos a nosotros mismos en una de las pasas, veríamos a todas las demás alejándose de nosotros. También concluiríamos que nosotros no nos movemos, puesto que no nos desplazamos de un lugar a otro del pan».
4 La Tierra es como un huevo. Los metales más pesados, como el hierro y el níquel, ocupan el núcleo como resultado de la potente acción de la gravedad cuando la Tierra estaba prácticamente en estado de fusión. Encima quedaron otros materiales (magnesio y silicatos ricos en hierro) que formaron el manto. Por encima de ellos, la corteza, a base de roca basáltica en su mayoría. «Podemos imaginar la Tierra como un huevo –concluyen los autores–. Su núcleo interior es como la yema, el manto sería la clara, y la corteza, la cáscara».
Cada supercúmulo de galaxias sería el centro de un universo en expansión como un pan de pasas que crece por la levadura y en el que todas (las pasas, las galaxias) se alejan de todas sin que se mueva ninguna
5 Aliento cósmico y los remolinos de la vida. «¿Qué sucedió para que en la Tierra estallara este misterio que llamamos vida? Nadie lo sabe». Hay diversas teorías y una de las más seductoras es la que aplica la teoría de las dinámicas autoorganizadoras sobre la que trabajó premio Nobel de Química Ilya Prigogine. Su investigación traslada un modelo de naturaleza activo y creativo, capaz de responder a los distintos estímulos. Un remolino sería un ejemplo de dinámica autoorganizadora. Pero el potencial de las teorías de Prigogine no se limitaba a un campo, sino que se podía aplicar a las ciencias sociales, la economía… Swimme y Tucker lo llevan al terreno de La aventura del universo y afirman que las estrellas se autoorganizan en el seno de una galaxia. «Y una vez tenemos estrellas, podemos encontrar planetas que se autocohesionan como la Tierra con sus propias subestructuras organizativas como huracanes y remolinos. Es entonces, y solo entonces, cuando existe la posibilidad de que aparezca un nuevo sistema autoorganizativo: la célula viva». A continuación lanzan su metáfora: «El sistema se asemeja a una persona que respira en una fría mañana de invierno. Los primeros remolinos grandes de aire expirado generan sus propios remolinos más pequeños. Luego, a cada momento, en el seno de estos aparecen otros remolinos todavía más pequeños. Tal es la naturaleza de la vida. El universo comenzó con un gran flujo de aliento cósmico que se fue haciendo más complejo a lo largo de miles de millones de años, hasta que pudo florecer como bosques siempre verdes y praderas alpinas, con sus cigarras y luciérnagas».
6 La naturaleza es creativa e inconsciente (como un bebé). Los autores afirman con rotundidad que la naturaleza es creativa. ¿En qué sentido? Lo es a su manera exploratoria y un tanto inconsciente. Lo relacionan con el aprendizaje de un bebé que debe realizar «ajustes a su situación, adaptaciones o reajustes que determinarán en gran parte su vida. Por ejemplo, si su madre habla chino, él terminará por hablar esa lengua». Cambiando de escala una vez más, los autores trasladan ese afecto materno-filial a la relación del Sol y la Tierra. Cuando esta surgió, «no tenía el plano que tiene un ingeniero. Sencillamente, la Tierra apareció en relación con el Sol y su intenso flujo de energía, y empezó a transformarse». La Tierra, como el bebé, fueron llevados por un deseo profundo de existir.
El Universo no fue un proyecto de ingeniería. Hubo caos, pero un caos ordenador por dinámicas autoorganizadoras como las que estudió el físico Ilya Prigogine
7 La cultura como ADN exterior. El ADN es la herencia informativa sobre su evolución que cada ser vivo recibe inscrito en su organismo. Si un cambio o proceso se fija en esas moléculas, aquello se convertirá «en un legado que trasciende al tiempo. Pero si no queda inscrito en el ADN, se pierde». De manera similar, hubo un momento en que los seres humanos sintieron la necesidad o, simplemente, quisieron fijar esos procesos mentales o razonamientos cada vez más complejos de los que eran capaces. «Un paso más hacia la plenitud humana –explican Swimme y Tucker– se dio cuando las primeras poblaciones aprendieron a exteriorizar la conciencia. Haciendo marcas en los huesos o en la arcilla húmeda, los seres humanos idearon una manera de proyectar su conciencia de forma duradera fuera de sí mismos (…). Nada tan trascendente había sucedido en el proceso de la vida desde la aparición de la molécula de ADN hace cuatro mil millones de años (…). Las grandes intuiciones de los humanos podían en adelante ser preservadas en pintura, la poesía y la prosa, de modo que la cultura se convirtió en una especie de ADN exterior del cuerpo».
Un libro, una película y una web para explicar el universo
Pocos campos exigen una perspectiva diversa, flexible e interrelacionada como el que trata este libro de Brian Thomas Swimme y Mary Evelyn Tucker. Para abordar, como dice el título, la aventura del universo, se necesita el rigor científico de Swimme –matemático y profesor del California Institute of Integral Studies en San Francisco– y la experiencia en la pregunta por el sentido que aporta Tucker. Ella es doctora por la Universidad de Columbia con una tesis sobre el confucianismo japonés y sus focos de interés son las religiones y la ecología, lo que acabó cristalizando con la fundación del Foro sobre religión y ecología de Yale.
Su intención en esta obra es hacer del universo no solo un conjunto de hechos que se estudian, sino una historia maravillosa que se cuenta y que nos incluye. Como se lee en la contraportada del libro, editado por Herder, «el universo no es solo un lugar, sino una historia, un inmenso acontecimiento energía, que se ha desplegado a lo largo del tiempo para convertirse en galaxias y estrellas, en la música de Bach y en cada uno de los seres que lo habitan».
Atendiendo a ese afán divulgador, el libro viene acompañado de un CD con un documental de casi una hora que cuenta con varios premios en su haber, entre ellos los Premios Emmy al mejor documental. Puedes ver una introducción de este premiado audiovisual en www.journeyoftheuniverse.org
Lo narra uno de los autores, Swimme, quien lo inicia desde la isla griega de Samos, cuna de Pitágoras, el filósofo genial que tuvo la sublime intuición de que el número estaba detrás de las relaciones y la armonía universales. Pero, al grano: «¿Cómo comenzó todo esto?» Se pregunta Swinne. Y esa es la cuestión, la gran pregunta, porque existió un principio… Y prosigue: «Algunos se refieren a ese principio como el Big Bang, algo así como una gran explosión. Yo prefiero llamarlo la gran llamarada», y enciende una cerilla.
Finalmente, además del libro y el CD, la completísima web, www.journeyoftheuniverse.com, incorpora nuevas posibilidades y formatos para el conocimiento como conversaciones con expertos, artículos, cursos online, bibliografía o podcasts. Si te interesa este tema, suscríbete a su newsletter.
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