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Claves éticas para respetar a los animales

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En su actualización de 2017, el Diccionario de la lengua española incluyó la palabra especismo. Y la define así: «Discriminación de los animales por considerarlos especies infe­riores. Creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio». ¿Son realmente inferiores a nosotros? ¿Todos? ¿En todo? En el siglo XXI, la bioética se replantea esta cuestión y la somete a una profunda revisión.

Por Amalia Mosquera

La ética animal reflexiona sobre la consideración moral que de­ben recibir los animales no humanos y las consecuencias que esto tiene. Es decir, investiga la relación entre el ser humano y otros animales preguntán­dose por la moralidad de los actos de los seres humanos hacia los animales.

Los animales en la bioética, de Fabiola Leyton (Herder).
Los animales en la bioética, de Fabiola Leyton (Herder).

Hasta ahora la bioética decía que hay que tratar bien a los animales en los procesos de investigación y en los procesos de producción, porque tratarlos adecuadamente repercute para bien en el resultado de los estudios en el primer caso y en la calidad de los productos que consumimos los seres humanos en el segundo. Pero en las nuevas preocupaciones morales de la bioética hay que reconsiderar a los animales no humanos y sus intereses. «Hay que resituar a los animales en la bioética» nos decía la doctora en Filosofía Fabiola Leyton, autora del libro Los animales en la bioética (publicado por Herder), en una entrevista a Filosofía&Co. hace poco más de un mes.

En su capacidad de sentir, que la tienen, está la clave. Los animales sienten. Los animales no humanos tienen experiencias sensitivas que les per­miten constituirse como realidades biológicas que interactúan con su medio; pueden crecer, enfermar, experimentar situaciones de placer, de juego, de felicidad, o de dolor, sufrimiento o estrés. Y, además, interactúan socialmente con otros animales de la mis­ma especie o de otra diferente.

Los animales no humanos sienten; experimentan situaciones de placer, de juego, de felicidad, o de dolor, sufrimiento o estrés

Tal como Leyton explica en su libro, nosotros, los humanos, somos animales porque compartimos algunas características esenciales, y una de ellas es la sintiencia: la capacidad o habilidad de experimentar placer y dolor, de tener experiencias que nos permiten disfrutar o sufrir. Todos los ani­males que tienen un sistema nervioso central y conciencia para experimentar su propia vida tienen esa capacidad.

Pensemos, por ejemplo, en la vida de los animales con los que convivimos –nos propone Fabiola Leyton–, los que nos son más familiares (perros, gatos…): por el hecho de convivir con ellos, sabemos cómo se comportan, lo que les gusta y lo que no, lo que les alegra y lo que les pone tristes. Eso nos resulta sencillo. Pero las emociones del resto de animales nos son mucho más lejanas, no somos tan conscientes de ellas: nos es más difícil saber o incluso imaginar qué sienten un pez, un pájaro, una araña o un insecto. Es decir, el grado de conocimiento que tenemos de los otros animales está relacionado con nuestra empatía y consideración hacia ellos. 

Somos capaces de saber cómo sienten las mascotas, pero no somos tan conscientes de las emociones del resto de animales

La sintiencia la tienen sujetos conscientes, que se dan cuenta de lo que les ocurre. ¿Esto otorga estatus moral? En su libro Los animales en la bioética, Fabiola Leyton señala tres posibles respuestas y posiciones a lo largo de la historia, a saber, que no, que sí y que depende:

  1. Los animales no tienen estatus moral, así que los humanos no tenemos deberes hacia ellos. Para sostener esta teoría se pueden dar dos argumentos:
    1. a) Los animales no tienen esa capacidad de sintiencia, o sea, en la línea del pensamiento del filósofo, matemático y físico francés Descartes, allá por la primera mitad del siglo XVII, que negaba que los animales fueran conscientes del dolor o de lo que sucedía con su cuerpo. A estas alturas, en pleno siglo XXI, esta idea ha sido superada y pocos se atreverían a afirmar que los animales no pueden sentir ni experimentar dolor o bienestar.
    1. b) Los animales tienen sintiencia, sí, pero carecen de cualquier interés mo­ral significativo, por lo que no obligan moralmente a los humanos. Un argumento que sirve para la defensa de la caza de animales salvajes, por ejemplo; su uso en eventos cuyo fin es la muerte (torneos de caza, corridas de toros, peleas de gallos…) y el exterminio de animales consi­derados dañinos o plagas.
  2. Los animales sí tienen estatus moral, pero este es inferior al de los humanos. Esta postura considera que los animales no deben ser maltratados, pero su vida o su libertad representan siem­pre una categoría inferior respecto a las de los humanos: pode­mos encerrarlos en zoológicos, acuarios o delfinarios, tenerlos como mascotas… Los que defienden este argumento defienden también que los animales no deben ser maltratados antes de convertirse en alimento para los humanos o de ser sa­crificados para servir a la ciencia. Aquí se sitúan las posiciones que están de acuerdo con las actividades de explota­ción que introduzcan condiciones de bienestar.
  3. Los animales sí tienen estatus moral, igual que los humanos. Quienes defienden esta postura rechazan su discriminación por especie; destacan la relevancia moral de la sintiencia y los intereses de los animales y la lucha contra las prácticas especistas: los centros para animales rescatados o que han estado en granjas dedicadas a la ganadería, laboratorios de experimentación o circos, o que han sido víctimas del tráfico ilegal; quienes fomentan y piden la rees­tructuración de los zoológicos para convertirlos en cen­tros de recuperación de animales; los refugios de adopción de gatos, perros y otros animales de compañía; las intervenciones positivas a favor de los animales en la naturaleza, entre otras.

Igualdad, empatía, confianza… son algunas de las conductas que expresan muchos animales

Como nos explicaba Fabiola Leyton, muchos mamíferos de diferentes especies, aves y seres invertebrados expresan conductas morales como igualdad, empatía, confianza o reciprocidad. «La presencia de estos comportamientos revela un rango de emociones que se dan en individuos complejos, inteligentes, con una conducta flexible que se adapta a las circunstancias individuales». El ejemplo lo encontramos en escenas en las que los animales guardan duelo por otro que ha muerto, o cuidan al que es más pequeño o está herido. Para Leyton, estas conductas morales tienen relación con unos sentimientos que pueden estar presentes en todos los individuos sociales que deben aprender reglas al vivir en comunidad, como los humanos y muchas otras especies. «Pero lo relevante no es la presencia de esas capacidades, sino que los animales son sintientes, que experimentan estados de dolor y felicidad, que pueden verse afectados por nuestras acciones u omisiones. Y a través de ellas nosotros podemos crear un mundo que sea más considerado y justo con todos los animales sintientes», nos dice Fabiola Leyton.

La bioética más allá del ser humano

La bioética se cuestiona a nivel ético, social, legal o filosófico todo aquello relacionado con las ciencias biológicas. En sus orígenes, la bioética se creó pensando en los seres humanos, pero con el paso del tiempo ha surgido la necesidad de extender las obligaciones morales hacia todos los seres vivos. Hoy es fundamental plantearse qué trato reciben los animales de las personas. El libro de Fabiola Leyton Los animales en la bioética. Tensión en las fronteras del antropocentrismo, publicado por Herder, analiza el estado actual de la bioética para superar las teorías que afirman que el hombre es el centro el universo.

Para saber más… Bienestar animal: cuando la ética y la economía están de acuerdo

Para saber más… Dosier Derechos de los animales

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