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F+ Desigualdad económica: la filosofía mira al bolsillo

Dosier: El (difícil) viaje hacia la igualdad real (Parte 2)

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La desigualdad económica es una historia de tira y afloja, de conquistas y reveses a la que los pensadores le han prestado una atención desigual a lo largo de los siglos. © Ana Yael.

La desigualdad económica es una historia de tira y afloja, de conquistas y reveses, a la que los pensadores le han prestado una atención desigual a lo largo de los siglos. © Ana Yael.

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Si hubiera manera de medir los asuntos más debatidos, mencionados y estudiados en lo que va de siglo, la desigualdad estaría entre ellos. Pero esto no siempre fue así. La desigualdad no fue materia de estudio –filosófico al menos– hasta que los pensadores se interesaron por su contrario, la igualdad, en el XVIII. Y hubo bastante de impostura en aquello: el trabajo de campo se lo dejaron a los del siglo siguiente. ¿Desgana, desinterés o simplemente es que cayeron del lado bueno de la historia?

En el título del libro de Nancy Fraser, Cinzia Arruzza y Tithi Bhattacharya Manifiesto de un feminismo para el 99%, que se presenta en estos días en media Europa como punta de lanza de un feminismo revulsivo, resuenan ecos del exitoso eslogan que popularizó el movimiento Occupy en 2011: “Somos el 99%”, y que fue nombrada frase del año por la Universidad de Yale. Barack Obama usó esos números –y esos extremos– en un discurso ese mismo año y el premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz tituló un artículo publicado en mayo de 2014, en Vanity Fair, Del 1%, por le 1% para el 1%. Dos años después, OXFAM publicaba su informe anual sobre la pobreza: Una economía al servicio del 1%. El año siguiente, Una economía para el 99%.

Hablamos de cifras extremas y de desigualdad extrema y se puede hablar con matices, que los hay. Por ejemplo, la reducción de la pobreza extrema mundial hasta quedar por debajo del 10%, un hito conseguido en 2015 con la inestimable ayuda de países como China o India. Las voces más autorizadas del optimismo planetario, como el psicólogo Steven Pinker o el historiador sueco Johan Norberg, están ahí para hacer aplaudir y subrayar datos como ese último. Enfrente tienen a premios Nobel de Economía, como el mencionado Joseph Stiglitz o Thomas Piketty, que con sus análisis ponen énfasis en los datos que indican todo lo contrario. ¿Se trata de posturas contradictorias? ¿Son compatibles? Da la impresión de que con las cifras todo puede pasar. Pero hay algo que es indiscutible y las mismas polémicas que acompañan al estudio de la desigualdad y sus dilemas no hacen sino corroborar algo: que nos interesa, que el tema no se baja de la agenda mediática, ni política ni económica.

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