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Diario del primer amor

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Del infortunio de amar siendo muy joven trata el libro "Diario del primer amor", de Giacomo Leopardi, obra autobiográfica que el poeta italiano escribió un poco antes de pisar la segunda década de su vida.

Del infortunio de amar siendo muy joven trata el libro "Diario del primer amor", de Giacomo Leopardi, obra autobiográfica que el poeta italiano escribió un poco antes de pisar la segunda década de su vida.

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Nada más efectivo para terminar con la pasión que la edad. Enloquecer por amor sólo sucede durante la juventud, antes de los veinticinco años. La experiencia nos da un tono de amargura, arrebatándonos el brillo de la ingenuidad: después nadie es tan bueno como creíamos.

De este maravilloso infortunio de amar siendo muy joven trata el libro Diario del primer amor de Giacomo Leopardi, opúsculo autobiográfico que escribió un poco antes de pisar la segunda década de su vida. Retomando el pesimista eco de la época, el poeta italiano expone fielmente este dolor forzado por la volición: la desventura de no poseer el cuerpo y el amor de nuestro deseo. Pero es tan sólo en la prolongación no concedida del erotismo como Leopardi logra escribir su analítica sobre lo que significa enamorarse de una mujer diez años mayor que él. Capturado por su discreta belleza, haciéndose notoria con la astucia que sólo la experiencia le da, el poeta italiano agoniza por ella.

Retomando el pesimista eco de la época, Giacomo Leopardi expone el dolor de no poseer el cuerpo y el amor de nuestro deseo

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"Diario del primer amor", de Giacomo Leopardi, editado por Errata Naturae.
«Diario del primer amor», de Giacomo Leopardi, editado por Errata Naturae.

Tejiendo las novedosas impresiones de una pasión que lo enferma, Leopardi nos deja la sintomatología casi universal por la cual atravesamos al ser capturados en la inicial obsesión del amor. Así, el mal de amor comienza con sueños agitados, que traen a relucir una y otra vez el recuerdo del imposible, del que nunca nos pertenecerá.

A Leopardi no le entusiasma haberse enamorado por primera vez, sino todo lo contrario, a causa de ese suceso la vida le pesa hasta el tuétano. Cuando escucha hablar de ella, el poeta comenta que siente “el mismo estremecimiento y tormento que cuando se palpa una parte del cuerpo muy adolorida”, arrojándolo a un tipo de rabia combinada de una náusea incurable. No le quedan ganas de hacer mucho. Incluso su pasión por el estudio es suplida por el malestar de no tener a su lado a la mujer que ama.

La angustia reemplaza la ausencia material de la persona deseada, pero las palabras angustiadas del poeta italiano están sostenidas en un tenebroso vacío, en la carencia de sentido frente a la vida. En realidad Leopardi desde muy joven —más allá de que una mujer lo pudiera ayudar— sabe que sólo la escritura lo salvará de este nihilismo que es el meollo de toda existencia.

Así, como nadie más llenará ese hueco interno, la escritura posibilita la comprensión y el conocimiento de nosotros mismos. Las palabras quizá den cierta luz a esa profundidad afectiva que todos poseemos. Y para ello, Leopardi hace una elegante reflexión de cómo lograrlo.

La escritura posibilita la comprensión y el conocimiento de nosotros mismos

Ganar años significa perder la virtud de ser felices casi con cualquier cosa, y sobre todo, con cualquier persona. Si uno se engancha muy joven en la prisión amorosa, seguramente se arrepentirá, cuando la adultez lo sofoque en su frenético patetismo de no haber consagrado y diversificado la magnitud de su pasión, a la libertad.

Curarse en salud significa conocerse a sí mismo. El escándalo interno de cualquier veinteañero al sufrir por amor lo volverá un experto para elegir al mejor amante siendo más viejo.

En un breve paréntesis recuerdo el último fracaso de Leopardi, y esta vez no fue una derrota amorosa, sino académica: su imposible deseo por conseguir la cátedra de Literatura en la Biblioteca Vaticana. Al ser rechazado, a pesar de ello siguió escribiendo. O a lo mejor gracias a eso, uno nunca sabe cuánta esclerosis puede consignarte la academia.

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