Durante el siglo XIX, el movimiento anarquista alcanzó gran protagonismo por sus teorías y por sus prácticas violentas en las calles de Europa y América en su lucha contra el estatismo. Sin embargo, no todos los anarquistas trataron de alcanzar su ideal de la misma manera, como tampoco todas sus figuras han alcanzado la misma fama. He aquí la historia de Benjamin Tucker, un disidente.
Por Jaime Fdez-Blanco Inclán
En el año 1808, Sophie Raffalovich escribió un artículo acerca de los denominados Boston anarchist (los anarquistas de Boston) que llamó la atención de propios y extraños. La razón eran las importantes diferencias que parecían existir entre los llamados grupos anarquistas que proliferaban por el estado de Massachussets –en aquel entonces la ciudad de Boston podía considerarse la Atenas de Estados Unidos por su rica vida intelectual y progresista– y las actividades por las que sus primos, principalmente en Europa, eran tristemente famosos. Mientras que los anarquistas causaban enormes conflictos en forma de atentados terroristas y magnicidios, sus primos de Nueva Inglaterra se caracterizaban por ser pacíficos, defensores de la propiedad privada y los derechos individuales, y por estar fuertemente influenciados por filósofos de gran fama como Auguste Comte (padre del positivismo) y Herbert Spencer (padre de la filosofía sintética y partidario del darwinismo social). Estas características, y otras muchas, hacían que los anarquistas americanos fueran realmente llamativos, y buena parte de la culpa de ello la tenía Benjamin R. Tucker.
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