De la mano de La Otra H nos llega una nueva publicación de la colección Filosofía ilustrada, que en esta ocasión viene cargada de actualidad (y debate) al posicionarse en uno de los campos de mayor notoriedad en nuestros días: el de la ética animal.
Por Jaime Fernández-Blanco Inclán
La relación que mantenemos los seres humanos con los animales es bastante curiosa: sentimos un cierto aprecio por las diferentes especies, pues nos despiertan desde abierta admiración a una poderosa ternura –sin contar a nuestros animales de compañía, por los cuales sentimos verdadera adoración–. Y, sin embargo, nuestra actitud frente a las especies salvajes es, en muchas ocasiones, de crueldad.
Qué cuenta
Toda nuestra calidad de vida se sostiene en la relación que mantenemos con los animales. Nuestras industrias requieren de ellos, nuestros inventos los usan como base de pruebas, nuestra comida, ropa, medicina, etc. Los animales son tan vitales para nosotros como el aire que respiramos. ¿Cómo es posible semejante ambivalencia?
Se trata de una pregunta que la filosofía se ha planteado desde hace milenios. Autores de todas las épocas han querido conocer los matices que nos permiten establecer la línea que separa al hombre del animal. La razón por la que consideramos que tenemos derecho a mirarlos por encima del hombro —y si eso es legítimo—. Aunque nos cueste reconocerlo, esta es una concepción bien asentada a lo largo de la historia: «Nosotros somos superiores, distintos, mejores». Una consecuencia directa de la exclusión permanente de la esfera moral a la que hemos sometido a las demás especies del planeta.
¿Quién se encarga de analizar todo esto? La ética ambiental, a la que pertenece la ética animal. Ella es la encargada de establecer el punto en el que hemos de trazar el círculo de nuestra esfera moral. ¿Y cuál es nuestro punto de partida? Durante la mayor parte de nuestra historia, el enfoque de nuestra moralidad ha sido claramente antropocéntrico: una visión favorable hacia la humanidad que nos procuraba una posición privilegiada respecto al resto de sus seres vivos. Este código moral es lo que nos ha dado la base argumentativa para sacar provecho al resto de especies que nos rodean, aun a sabiendas del sufrimiento que eso provoca.
La ética ambiental, a la que pertenece la ética animal, es la encargada de establecer el punto en el que hemos de trazar el círculo de nuestra esfera moral
Aunque, siendo sinceros, cada vez son menos los que apuestan por un modelo de este tipo. La mayor parte de la población, en Occidente al menos, ya no cree que el ser humano, sencillamente por serlo, tiene derecho a esclavizar, manipular, usar y hacer sufrir a otras especies que pueblan nuestro planeta. Existe un problema, pero también existe un cambio de conciencia a nivel social que no debe minusvalorarse.
El libro que nos ocupa, escrito por Julia Kockel e ilustrado por Oliver Hahn, se mueve en esas diferentes visiones de la historia, así como en los filósofos que se posicionaron de una u otra manera. Desde aquellos que consideraban que Dios otorgó el poder y el derecho de disponer de los animales a nuestro alrededor, hasta las posiciones patocéntricas que sostienen que la clave de todos son los sentimientos y que, en tal caso, todo ser vivo capaz de sentir algo (dolor, alegría, sufrimiento, etc.) merece ser considerado moralmente.
Por qué leerlo
Puede parecer que la elección de un código moral u otro sea baladí, pero no lo es, en tanto que determina la manera en que nos enfrentamos a la realidad, además de poner de manifiesto el tremendo peso que la elección y aplicación de una filosofía puede tener en la existencia. Dependiendo de las ideas y los valores que la sustenten, así nos enfrentaremos a la vida y así se verá afectada la de quienes se encuentren en nuestro camino. En el caso que nos ocupa, nuestra predisposición a minusvalorar y sacar provecho de los animales no puede entenderse si no es bajo esa creencia de que ocupamos un estadio superior a ellos y no solo en lo que a inteligencia se refiere. No es únicamente que hayamos establecido grandes fronteras entre las especies (que existen, qué duda cabe), sino que hemos creado diferentes categorías morales en las que ubicarnos nosotros y ellos.
Nuestra predisposición para minusvalorar y sacar provecho de los animales no puede entenderse si no es bajo la creencia de que ocupamos un estadio superior como especie
Las posturas al respecto son variadas y muchas de ellas pueden encontrarse bien resumidas en este libro. Desde Carlo Cohen, quien traza la frontera a partir del concepto de derecho, el cual solo es aplicable por definición al ser humano y porque acarrea unas obligaciones –si bien, según esa regla, ni los bebés ni las personas con problemas psíquicos deberían tener derechos–, hasta los que trazan la línea en las emociones; sin olvidar a quienes opinan, simple y llanamente, que no les debemos a los animales ningún tipo de consideración moral.
Un pequeño libro que, como el lector ya habrá imaginado, tiene la facultad de condensar en unas pocas páginas las reflexiones más destacadas y llamativas de lo que se ha dado en llamar «Ética animal». La obra sigue un esquema de contenidos de corte profundamente académico pero enfocados desde una perspectiva rompedora y fresca, con el objetivo real de despertar en el lector el interés por el tema tratado, más que en ofrecerle una visión excesivamente detallada de la cuestión. Se trata de llamar, de captar la atención del público y de que, con la dosis justa de conocimiento, desee más.
En ese sentido, Ética animal es un trabajo magnífico, puesto que juega muy bien con la alternancia entre texto profundo e ilustración, lo que da como resultado una lectura muy dinámica y enriquecedora. Nos ayuda a asimilar, de una manera sumamente natural y fácil, las líneas fundamentales del pensamiento de personajes muy importantes de este movimiento, algunas de ellas merecedoras por sí solas de voluminosos libros. Tristemente, muchos de ellos sin el atractivo para cualquier tipo de público que sí encontramos en Ética animal. Solo por eso ya merecía la pena su lectura, si bien su facultad más notable es su capacidad para abrir nuestra mente y dejarnos con ganas de más, invitándonos a acceder a otros libros y autores.
Deja un comentario