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De «sapiens» a máquinas de matar

El filósofo e historiador Yuval Noah Harari, autor de «Sapiens» y «Homo Deus», entre otros libros, hace un diagnóstico de la actualidad: cree que todavía hay esperanza de prevenir la autodestrucción de la humanidad, siempre y cuando no permitamos que los Estados autoritarios ganen más terreno del que ya tienen.

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Harari: de sapiens a máquina de matar

Diseño hecho a partir de ilustraciones de UnifiArt y Mickey Mikolauskas de Pixabay y mapa de Wikimedia Commons.

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Otro siglo de guerras

En una reciente entrevista que el diario Spiegel1 hizo a Yuval Noah Harari, el filósofo e historiador israelí habla de la compleja época por la que atravesamos: la guerra entre Israel y Palestina, el conflicto entre Rusia y Ucrania, los populismos emergentes que corren veloces hacia algún tipo de dictadura, el reemplazo de las democracias liberales, así como el calentamiento global y la incertidumbre de hasta qué punto el desarrollo de la inteligencia artificial podría atentar contra la humanidad. Harari incluso piensa que podríamos estar ya en medio de la tercera guerra mundial, o al menos en la posibilidad de que esos múltiples movimientos bélicos desaten, de una vez por todas, una gran guerra de dimensiones globales.

Sin embargo, a pesar de que este siglo parece ir aceleradamente hacia —uso las palabras de Ernst Jünger— «una movilización total», Harari cree que aún existe la esperanza de prevenir la autodestrucción de la humanidad, siempre y cuando recuperemos los valores que inspiraron el nacimiento de las democracias liberales, «como la lucha por los derechos civiles, la revolución sexual», la defensa del progreso, la fraternidad; sobre todo, el abogar por el derecho a la libertad individual y las libertades ciudadanas. Esto significa no dejar que los Estados autoritarios ganen más terreno del que ya tienen. Es curioso, piensa Harari, que, a pesar de que gran parte del mundo está regido por democracias liberales, hay actitudes antidemocráticas que parecen reventar internamente la salud de aquellas, como los populismos.

Menciona el filósofo israelí:

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«En una democracia [sana], el poder proviene del pueblo, todos lo reconocemos. Sin embargo, los populistas afirman que solo ellos representan al pueblo. Y quien no los apoye no pertenece al pueblo, aunque estos sean mayoría, volviéndose entonces las élites, los extranjeros, los traidores, quienes no son parte del pueblo. Cuando los populistas pierden las elecciones, afirman que fueron fraudulentas. Pero si ganan, abolirán los mecanismos de control democráticos, porque ellos aseguran ser el pueblo y el poder del pueblo no debe ser limitado. Vemos esta enfermedad en las democracias de todo el mundo».

Los nuevos populismos también representan un gran peligro no solo para las democracias locales, sino para la libertad y la paz entre los estados. Mientras las democracias liberales sí pueden renovarse y rectificar errores —ya que están fundadas en descentralizar el poder y representarlo no solo entre gobernantes, también entre los ciudadanos que los eligen—, las dictaduras se han ido implementando por personajes populistas que desconocen los resultados electorales y pretenden tomar el poder a la fuerza, centralizándolo a partir de ideologías que en la realidad nunca han logrado funcionar.

Comenta Harari:

«Recuerdo los años 60 en Estados Unidos, la época del movimiento por los derechos civiles y la revolución sexual. Hubo una amarga guerra cultural. El comunismo parecía estable, las divisiones ideológicas en Occidente eran insuperables y en aquel entonces había mucha más violencia política que hoy. Veinte años después, fue el comunismo el que colapsó, no la democracia liberal».

Lo anterior supondría una señal positiva más que desesperanzadora, porque hace ver que el único sistema que ha sobrevivido a los peores momentos y a la más férrea obsesión totalitaria ha sido la democracia liberal. El filósofo israelí invita a darnos cuenta de que, a pesar de los conflictos globales, «las democracias liberales siguen siendo el bloque más poderoso del mundo. La principal amenaza no proviene de autocracias como Rusia o Irán, sino de nuestras propias divisiones internas. La buena noticia: la supervivencia de nuestros sistemas está en nuestras manos, no en las de Putin o Xi [Jinping]».

Harari habla de la compleja época por la que atravesamos: la guerra entre Israel y Palestina, el conflicto entre Rusia y Ucrania, los populismos emergentes, el reemplazo de las democracias liberales, el calentamiento global y la incertidumbre sobre la inteligencia artificial…

Un asunto de especial importancia para Harari —y muchos de nosotros— es el conflicto actual entre israelíes y palestinos. El filósofo cree que, para resolverlo y evitar que escale a un belicismo mayor, evidentemente se necesita de una resolución pacifista que no nacerá intrínsecamente a los protagonistas del conflicto. La mediación devendrá de otro lado, de una colaboración internacional que abogue por el interés de reestablecer la paz entre los dos estados, de parar el fuego, la sangre y la muerte que ambos han ejercido.

Son necesarias la reflexión y la acción global para persuadir a las partes de que siempre es mejor apostar por una alternativa democrática, sustentada en la confianza en el otro, en el ciudadano, y en el gobernante; una alternativa que ayude al cumplimiento de acuerdos pacíficos, que confíe en que el otro no es una amenaza sino un aliado, un ciudadano que también tiene en mente el interés común, y la mínima de preservar la vida, la existencia de los demás y de la humanidad.

Sobre este asunto Harari cree que…:

«La gente habla de una solución de un solo Estado. Pero eso rápidamente se convertiría en una dictadura, porque si dos grupos se temen y se odian tanto, la democracia no funciona. Todos los intentos anteriores de lograr una solución de dos Estados han fracasado. Pero tenemos que seguir luchando por ello. Y necesitamos ayuda del exterior».

El pensamiento de Harari

El mundo contemporáneo traza su historia de manera veloz, y de un instante a otro parece cambiar su curso, por lo que es complicado saber a ciencia cierta si el conflicto de Medio Oriente escalará a dimensiones globales o no lo hará. Harari siempre me ha parecido como una brújula a la que se puede acudir cuando el ciclón sociopolítico mundial se vuelve incomprensible. Sin embargo, a pesar de que el futuro se muestra confuso ante nuestros ojos, comprender el pasado siempre es una gran herramienta para hacer prospectivas más acertadas y para mirar sin miedo las conductas horripilantes de las cuales somos capaces como humanidad.

Ya lo dejaría escrito León Felipe: «¿Quién lee diez siglos en la historia y no la cierra al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? Los mismos hombres, las mismas guerras, los mismos tiranos». En este sentido, Yuval Noah Harari no solamente escribe o comenta sobre el presente; el inicio de su fama viene de su primer libro, Sapiens, de animales a dioses, en el cual hace una ambiciosa historia de la humanidad, obra que pronto se volvió una de las más leídas en 2014.

Yuval Noah Harari es uno de los intelectuales más conocidos en Occidente. Historiador de cepa, pero también filósofo en práctica y teoría, su pensamiento ha logrado inmiscuirse más allá del mundo académico. Actualmente es profesor en el departamento de Historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Sapiens, de Harari
Sapiens. De animales a dioses, de Yuval Noah Harari (Destino).

En Sapiens, obra traducida a más de cincuenta idiomas, podemos comprender ese afán humano de dominar a otros humanos. Harari sostiene la tesis, no poco polémica, de que el Homo sapiens logró extinguir a las demás especies humanas que existían a partir de hace unos 70 000 años:

«Fue por esta época cuando varios miembros del contingente de Sapiens abandonaron África por segunda vez. Esta vez expulsaron a los neandertales y a todas las demás especies humanas no solo del Medio Oriente, sino también de la superficie de la Tierra. En un período muy corto, Sapiens llegó a Europa y Asia oriental. Hace unos 45 000 años, cruzaron el océano abierto y aterrizaron en Australia, un continente al que nunca antes habían llegado los humanos».

Según Harari, el sapiens logró, debido a un azar genético, posicionarse como la única especie de seres humanos sobreviviente hasta la actualidad, mientras que sus predecesores se extinguieron: los erectus, los neandertales, los denisovanos, etc. Sobre este asunto hay dos teorías: la del «entrecruzamiento», que cree que los sapiens se extienden a tierras de neandertales y se reproducen con ellos, hasta que ambas poblaciones «se fusionaron» de alguna manera genéticamente; o la segunda posibilidad, la de la desaparición de las demás razas de homos, la teoría de la «sustitución», que cuenta una historia de incompatibilidad genética, repudio y genocidio de los sapiens hacia quienes no eran como ellos.

«Según esta, los sapiens y los otros humanos tenían anatomías diferentes, y muy probablemente, hábitos de apareamiento e incluso olores corporales diferentes», por lo que habrían perdido el interés sexual hacia los neandertales, al mismo tiempo que la «brecha genética» los habría separado cada vez más y más. El sapiens, entonces, dejaría de reproducirse con los neandertales, e incluso los exterminaría con las estrategias y armas conseguidas gracias a la superioridad cognitiva que desarrollaron. «De acuerdo con esta teoría, los sapiens sustituyeron a todas las poblaciones humanas anteriores sin mezclarse con ellas».

«Las democracias liberales siguen siendo el bloque más poderoso del mundo», dice Harari. «La principal amenaza no proviene de autocracias como Rusia o Irán, sino de nuestras propias divisiones internas»

La primera teoría, la de la «fusión», abre bemoles éticos, porque entonces podría deducirse que no todos los hombres y mujeres actuales son «sapiens puros», sino una mezcla de sapiens y neandertales, o de sapiens y erectus, de lo cual se concluye que algunos no tendríamos el mismo «equipaje genético» que otros. No me gustaría detenerme en esta discusión racial, que es por demás ocioso debatirlo a estas alturas, sobre todo después de recientes estudios publicados por genetistas que no lograron comprobar una cantidad significativa de ADN neandertal, o de otras especies humanas, en el sapiens contemporáneo. De hecho, el sapiens actual, más allá de su color y nacionalidad, ha sido domesticado por su cultura, valores y una globalización que le apuesta a la dignidad humana como su principio más alto. Esto significa que, además de cualquier diferencia o jerarquía extrínseca, ninguna vida vale más que otra y, por ello, todo ser humano goza intrínsecamente de igualdad de derechos.

La cuestión importante es, más allá de saber qué tan puro es o no el sapiens contemporáneo, entender cómo estos lograron «superar» a los demás homínidos no sapiens: ¿cuál era la verdadera diferencia entre los sapiens y el resto de las especies humanas?

Escribe Harari: «¿Cuál fue el secreto del éxito de los sapiens? ¿Cómo conseguimos establecernos tan rápidamente y en tantos hábitats tan distantes y ecológicamente tan diferentes? ¿Por qué ni siquiera los neandertales, con un cerebro grande, fuertes y a prueba de frío, sobrevivieron a nuestra embestida?». El filósofo e historiados cree que la respuesta está en la «revolución cognitiva» que dio paso a que los sapiens dominaran la Tierra. Fue el desarrollo del lenguaje, y por ende, de la creación de grandes ficciones, como los sapiens comenzaron a establecer un orden mayor que hasta entonces no habían logrado sus predecesores. Los sapiens no solo eran distintos a los neandertales y a otros «en su código genético y en sus rasgos físicos, sino también en sus capacidades cognitivas y sociales».

Harari cree que dicha revolución cognitiva ayudó al sapiens a sobrevivir, a pesar de ser físicamente menos fuertes que algunos de sus predecesores, y además a organizar alrededor del invento de sus propias «ficciones», nuevas sociedades, cada vez más complejas. «Leyendas, mitos, dioses y religiones aparecieron por primera vez con la revolución cognitiva […] Esta capacidad de hablar sobre ficciones es la característica más singular del lenguaje de los sapiens». Si bien la capacidad del sapiens de elaborar ficciones ambiciosas y reunir alrededor de ellas a comunidades enteras es lo que ha ayudado a construir ciencia, arte, tecnología, grandes imperios, diversos sistemas culturales, políticos y económicos. También ha sido la causante de genocidios cometidos en la defensa de dichas ficciones.

Harari siempre me ha parecido como una brújula a la que se puede acudir cuando el ciclón sociopolítico mundial se vuelve incomprensible. Comprender el pasado siempre es una gran herramienta para mirar sin miedo las conductas horripilantes de las cuales somos capaces como humanidad

En pleno siglo XXI, a pesar de la traumático y bélicas vivencias del siglo pasado, y en la perfección más sofisticada de la primera y más arcaica «revolución cognitiva» que nos distingue como sapiens, no podemos negar —desde una pofunda tristeza y desesperanza— que los holocaustos siguen estallando en nombre de un dios, de una nacionalidad, de un estado o de una raza, conceptos que finalmente solo existen en el imaginario humano. Siguiendo el hilo de Harari, son dichas «ficciones» las que, dependiendo del hemisferio en el cual se elaboren, solo cambian de color, de atuendo, pero mantienen una naturaleza común: que han sido creadas por los nuevos sapiens que ahora se aniquilan entre ellos en nombre de ilusiones, de metarrelatos, de imaginarios que pretenden justificar la violencia y la muerte.

Vuelvo al conflicto de Medio Oriente, a esa brutal matanza entre dos estados vecinos, una guerra abanderada que vuelve cada cierto tiempo en defensa de un dios que muta de apariencia, dependiendo de qué lado de la coordenada se esté peleando. No sé si esos dioses pueden materializarse en una realidad objetiva, o al menos no en una realidad que nos depare algo mejor; no sé si son capaces de mostrarse al escepticismo de quienes vemos con terror el odio escurriéndose por las alcantarillas, la sangre bajando por las mejillas de los infantes y la aniquilación de dos culturas que comparten un territorio, de dos religiones y dos formas distintas de pensar que viven pegadas una a la otra, y que finalmente, han sido elaboradas por la misma especie: el sapiens.

Nota:

1 Abé, Nicola (2024, 16 marzo). Der Spiegel, Hamburgo (Alemania).

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