Para cerrar el dosier sobre la velocidad y la prisa entrevistamos a Manuel Cruz. Él sostiene en su libro Ser sin tiempo que vivimos una época en la que el tiempo se ha convertido en enemigo de la vida en vez de en compañero de la misma. No es que no tengamos tiempo: es que lo hemos estrangulado. Hablamos con él de tiempo, de aceleración, de contemplación y también de otros libros y otras cosas.
Para empezar, el propio libro comienza hablando de otra cosa. Ser sin tiempo (Herder) se abre preguntándose por la filosofía: qué es, qué no es, quién es o a quién se le puede llamar filósofo y lo que se necesita para serlo… Al respecto, Cruz propone la capacidad de «medirse con el tiempo y con el mundo» que a cada uno le haya tocado vivir. Habla de los avatares de la época, de sus riesgos e incitaciones hasta mencionar «los peligros del presente: son justamente esos peligros los que alimentan al filósofo de raza. La grandeza de la filosofía no pasa, pues, por estar por encima de la historia, sino por hacerse cargo de ella». El tema le ha interesado a Cruz desde hace décadas y la expresión también le gusta –de hecho la ha llevado al título de uno de sus libros: Hacerse cargo. Sobre responsabilidad e identidad personal, editado en 2015 por Gedisa–.
Pero aparte de gustos, preferencias o palabras, la diferencia de Cruz como filósofo es precisamente practicar ese hacerse cargo, ser capaz de aceptar los retos que los tiempos van proponiendo, meterse al barro, vamos, o meterse en política a la que dedica su tiempo de manera oficial desde hace tres años en las filas socialistas. El último de esos mencionados retos que conlleva hacerse cargo del propio tiempo ha sido aceptar la presidencia del Senado, el pasado mes de mayo, justo cuando se estaba gestando esta entrevista sobre Ser sin tiempo.
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