Explica la antropóloga Mireia Rimbau que todas las personas nos movemos, pero que la diferencia está en las condiciones bajo las que lo hacemos. Cuando la migración no es voluntaria y elegida, sino forzada —por motivos políticos, bélicos, económicos…— , genera nuevas identidades sociales y culturales, nuevas redes familiares, nuevos flujos de capital… Y ahí algo cambia para siempre. «Las personas del Sur global que cruzan fronteras cruzan barreras, y las seguirán cruzando probablemente toda su vida» dice Rimbau.
Por Javier Correa Román
Lo conoce porque lo ha visto y lo vive de cerca, en primera línea. Ha estado implicada como activista en la defensa de los derechos de las personas migrantes y solicitantes de asilo. Y lo ha estado desde muy joven. Durante su etapa universitaria, Mireia Rimbau —licenciada en Antropología Social y Cultural en la Universidad de Barcelona— realizó unas prácticas en Alternativa Intercanvi amb Pobles Indígenes, organización que promueve los derechos y la autodeterminación de los pueblos indígenas en Barcelona y en América Latina. Colaboró en la organización de la XIV edición del Indifest, el Festival de Cine Indígena de Barcelona.
Rimbau ha vivido en Guadalajara y Oaxaca de Juárez (México) y en Bruselas (Bélgica), y estuvo un tiempo en el norte de Brasil, donde conoció personalmente la situación del pueblo sateré-mawé frente a los garimpeiros y bajo el gobierno de Jair Bolsonaro. Actualmente, forma parte de ENORB (European Network on Religion and Belief) trabajando en la defensa de la migración y la diversidad religiosa y de Civil Society Consulting CIC, apoyando a organizaciones de la sociedad civil, entre las que se encuentran asociaciones de personas refugiadas, del colectivo LGTBIQ+ y de grupos minorizados.
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