El horizonte de sucesos es una zona límite, una frontera, un punto de no retorno. Ha muerto Stephen Hawking, el científico a quien todos –incluido el que menos supiera de ciencia– conocíamos. Sus aportaciones a campos como el de los agujeros negros o el origen del universo fueron decisivas, pero su lección de resistencia y resiliencia tampoco estuvo nada mal.
En el libro Agujeros negros –publicado en España por Crítica–, Stephen Hawking explica así en qué consiste el horizonte de sucesos: “Ahí es donde la gravedad tiene la fuerza justa para arrastrar a la luz de vuelta e impedir que se escape. Como nada puede viajar más deprisa que la luz, cualquier otra cosa será también arrastrada hacia dentro. Atravesar el horizonte de sucesos es algo así como llegar en una canoa a las cataratas del Niágara. Mientras estés río arriba de la catarata, puedes salvarte si remas lo bastante deprisa, pero en cuanto llegas al borde estás perdido. No hay forma de volver”.
Puede que uno no sepa de física cuántica, de radiaciones o gravitaciones; puede que uno no termine de aclararse con la teoría de la relatividad o los agujeros negros y sus horizontes de sucesos, pero también puede existir una explicación y un ejemplo que lo haga todo mucho más claro. Stephen Hawking dedicó gran parte de su vida a investigar, pero dedicó otra gran parte a divulgar a hacer entender lo que había descubierto. Comprendió a la perfección que un descubrimiento, si no es entendido por la mayoría, no es descubrimiento, o no lo es tanto. A él le interesaba que la ciencia fuera materia de discusión y, como era muy juguetón, hacía planteamientos atrevidos, correcciones, refutaciones, y escribía libros que se entendían y se vendían por millones. Consiguió que incluso aquel en nada interesado por el saber científico conociera a Stephen Hawking, algo en lo que mucho tuvo que ver su arrolladora personalidad, su carisma y también la enfermedad a la que venció durante décadas.
Comprendió a la perfección que un descubrimiento, si no es entendido por la mayoría, no es descubrimiento, o no lo es tanto
La vida contra reloj
Stephen Hawking nació en enero de 1942, en plena Guerra Mundial, en Oxford, pero enseguida, en cuanto fue un lugar seguro, la familia se trasladó a Londres. El padre, un reconocido parasitólogo en el Nacional Institute for Medical Research, marcó los primeros pasos de Stephen Hawking en la ciencia: quiso que estudiara como él en el University College de Oxford. Hawking optó por las ciencias naturales y se especializó en física: sus amigos lo llamaban Einstein.
Con veintiún años, mientras estudiaba en Cambridge, a Stephen Hawking le diagnosticaron ELA, esclerosis lateral amiotrófica, y le dieron apenas un par de ellos más de vida. La muerte apremiaba tanto la vida del joven científico que todo se empezó a desarrollar de manera acelerada: cuanto antes se debía casar con esa novia que tenía, Jane Wilde; cuanto antes acabar el doctorado de física, porque si iban a tener hijos, mejor que estos llegaran también cuanto antes (al final fueron tres. Y dos matrimonios, por cierto).
Siguiendo con la vida acelerada de Hawking, también sus descubrimientos iban a empezar a llegar pronto. Sus primeras investigaciones las desarrolló junto con su colega Roger Penrose. Ambos se afanaron en el estudio de la teoría de la relatividad de Einstein a partir de la cual desarrollaron el concepto de la singularidad, uno de los temas decisivos en la trayectoria de Hawking. (Curioso que Hawking haya muerto un 14 de marzo, el mismo día en que nació Einstein y en el que hubiera cumplido 139 años. Curioso que los dos hayan muerto a la misma edad: 76 años). Como explica el compilador David Shukman en Agujeros negros, “una singularidad es lo que obtienes cuando una estrella gigante se comprime hasta un punto inimaginablemente pequeño. No sólo se refiere al final de una estrella, sino también a la idea mucho más fundamental sobre el punto de partida para la formación del universo entero. Fue el trabajo matemático sobre esto lo que procuró a Hawking reconocimiento mundial”. En 1974 Hawking es uno de los miembros más jóvenes que entran a formar parte de la Royal Society.
A partir de entonces, Hawking se vuelca en el estudio de los agujeros negros, el origen del universo y su expansión. Sus descubrimientos, pero también sus opiniones sobre los hallazgos científicos de los demás, se vuelven noticia, al igual que su lucha contra la enfermedad. La silla de ruedas fue una de sus más tempranas compañeras, ya que poco a poco iba perdiendo la fuerza de sus miembros. En 1985 se le practicó una traqueotomía. Perdida el habla, para comunicarse se diseñó un sofisticado dispositivo que permitía pasar por un ecualizador las palabras seleccionadas. Al principio lo manejaba con un dedo, luego con movimientos de las mejillas. Con los ojos controlaba la silla de ruedas. El progresivo deterioro físico no parecía menguar, sin embargo, la curiosidad y vitalidad del científico que se prestó, por ejemplo, a experimentar la ingravidez en un Boeing 727 de la NASAN.
¿Existe Dios, Mr. Hawking?
Su «teoría del Todo” afirmaba que el universo evoluciona siguiendo unas leyes muy bien definidas. Y, según Hawking, en esas leyes podemos encontrar la respuesta a la cuestión del origen del universo. ¿Hacia dónde va? ¿Tendrá un final? ¿Cuál? “Si encontramos las respuestas a estas preguntas, conoceremos la mente de Dios”, dijo. ¿La mente de Dios? “El universo puede crearse de la nada y la idea de Dios no es necesaria para explicar su origen”, escribió. Entonces, ¿el científico creía en su existencia? La respuesta es clara: no. Se la dio al periódico El Mundo en el año 2014. “En el pasado, antes de que entendiéramos la ciencia, era lógico creer que Dios creó el Universo. Pero ahora la ciencia ofrece una explicación más convincente. Lo que quise decir cuando dije que conoceríamos la mente de Dios era que comprenderíamos todo lo que Dios sería capaz de comprender si acaso existiera. Pero no hay ningún Dios. Soy ateo. La religión cree en los milagros, pero estos no son compatibles con la ciencia”.
Su trayectoria ha recibido los más importantes galardones, pero se le resistió el Nobel. Entre sus libros, clásicos de la ciencia contemporánea como Historia del tiempo (Planeta, 2013); El gran diseño, publicado junto con Leonard Mlodinow, también en Planeta, en el año 2013; o El universo en una cáscara de nuez (Planeta, 2014). Su autobiografía, Breve historia de mi vida, que apareció en Crítica en 2015, escribió ayer su última página.
Palabra de Hawking
«Sin la imperfección, ni tú ni yo existiríamos»
“Vemos el universo en la forma que es porque nosotros existimos”
“Inteligencia es la habilidad de adaptarse a los cambios”
“Hay una diferencia entre ciencia y religión: esta se basa en la autoridad, aquella en la observación y la razón. La ciencia vencerá porque funciona”
“No hay ningún aspecto de la realidad fuera del alcance de la mente humana”
«No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y darle inicio al Universo»
«Einstein estaba equivocado cuando dijo ‘Dios no juega a los dados’. La consideración de los agujeros negros sugiere que Dios no solo juega a los dados, sino que a veces nos confunde lanzándolos a donde no se pueden ver»
«Mis expectativas se redujeron a cero cuando tenía 21 años. Todo desde entonces ha sido un extra»
“No tengo miedo de la muerte, pero no tengo prisa de morir. Hay tanto que quiero hacer primero…»
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