Alta, de piel aceitunada, «con párpados de fuerte trazo picassiano y sonrisa serena, más sutil que la de la Mona Lisa». No era Afrodita, sino Atenea; una guerrera, un «príncipe de las tinieblas». Así la ve Benjamin Moser, su biógrafo, quien en 2020 obtuvo un premio Pullitzer por Sontag. Vida y obra.
Lo primero que suele decirse de Susan Sontag es que es una intelectual multifacética, pero poco se ahonda en los motivos de esta cualidad: si algo guía o no esta huida permanente de un género a otro en su obra, acompañado de lo camaleónica y expansiva que llegó a ser su figura para la cultura occidental. Quizás cierta tenacidad en el inconformismo y una voracidad casi iluminista por el conocimiento, o como algunos de sus detractores han pensado: un mero afán por el despliegue, movido por el narcisismo y la «pose» de mostrarse audazmente lúcida en todos los ámbitos y todos los temas sobre los que escribió.
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