Consciencia de nuestra finitud
La muerte es esa realidad en forma de sombra que acompaña inexorablemente a la vida, aunque todos deseemos mantenerla apartada y vivamos, al menos en la cultura occidental, de espaldas a ella, como si lo que no se nombrase no existiera. Nadie sabe con exactitud en qué consiste la experiencia, porque quien la vive y puede explicarla lo hace a través de cuerpo ajeno, no en el propio.
Pero la condición de estar vivo implica, precisamente, saber que somos finitos y que en algún momento deberemos afrontar ese final. En su trabajo anterior sobre este trance, Muerte y alteridad, Byung-Chul Han decía que, frente a la muerte, el yo lo cubre todo, lo inunda todo, debido a la angustia que provoca: «Experimentada como el final del yo, se torna una ciega cólera contra todo lo que no es el yo».
En este nuevo libro, Caras de la muerte, Han aporta investigaciones filosóficas sobre el final de la vida… o quizá no sea tal final.
«La muerte no es un mero punto final, sino un punto cero de la vida, donde esta comienza», dice el filósofo. «La muerte siempre ha empezado ya a hablar, a apuntar, a hacer de ventrílocua con la vida […]. Habrá que dejar que la muerte hable, concederle la palabra, consciente o inconscientemente, hasta que ella le quite a uno toda palabra y toda expresión».
«La muerte no es un mero punto final, sino un punto cero de la vida, donde esta comienza», dice el filósofo surcoreano
La primera pregunta filosófica
La pregunta «¿Qué es eso?» referida a la muerte fue para el filósofo alemán Theodor Adorno la primera pregunta filosófica siendo aún un niño. ¿Qué sabemos en realidad?, ¿somos nosotros también eso? se cuestiona el pequeño Theodor ante la visión de animales muertos. Han retoma estas inquietudes y nos propone en este libro un pensamiento a través de la muerte, nos invita a pensar desde y hacia la muerte. Y nos presenta diferentes visiones de esta experiencia a las que llega tras haber leído a grandes pensadores como el propio Adorno, Heidegger, Derrida, Lévinas, Kafka y Handke.
El resultado es el descubrimiento de la muerte como un fenómeno vivo, como creadora de espacios habitables para la existencia mortal del ser humano.
«La muerte no es el asunto de un yo solitario frente a un acontecimiento impersonal. Y el otro no me anima para que me alce contra el acontecimiento impersonal de la muerte, sino que lo que me llega del otro es justamente la muerte. Si la muerte natural fuera la vida que por sí misma se vive hasta el final, la vida amada y colmada, entonces la muerte, que siempre habrá sido antinatural, sería una interrupción violenta de la vida. Toda muerte es prematura».
Byung-Chul Han
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