Con un estilo que atrapa por su precisión y audacia, Malabou (Argelia, 1959) hace de la plasticidad un motivo para plantear múltiples interrogantes sobre el problema de la (trans)formación de la identidad humana. Este artículo sigue las reflexiones de la autora por algunos de los campos en los que su creativa propuesta se ha convertido en una sugerente invitación para discutir los desafíos del presente.
Un concepto que no deja de transformarse
Desde su primer libro, El porvenir de Hegel (1996), producto de su investigación doctoral supervisada por Jacques Derrida, Malabou sitúa a la plasticidad como un vocablo capaz de abrir nuevas avenidas para el pensamiento filosófico. Explica que, a partir del siglo XVIII, el término comenzó a utilizarse de manera extendida tanto en alemán como en francés para designar un proceso doble: por un lado, la capacidad para moldear un material y, por otro, la disposición de un material de ser moldeado.
El terreno de la estética fue, naturalmente, el idóneo para su diseminación. Desde aquel entonces nos referimos a la categoría «artes plásticas» para hablar de actividades como la pintura, la escultura, la cerámica, el grabado e incluso la arquitectura, que se caracterizan por la manipulación física de materiales con un fin estético. Correlativamente, también hablamos de los materiales usados en esas actividades —como puede ser el mármol, la arcilla, la madera o el plástico— como plásticos, en tanto que son susceptibles de tomar una forma.
Según Malabou, en el siglo XIX la palabra comenzó a ensancharse remitiendo no solo al campo de las artes, sino también al de la subjetividad. El hacedor de dicha ampliación conceptual, dice la filósofa, fue Friedrich Hegel. Los vocablos plastisch y Plastik aparecen frecuentemente en los análisis del pensador alemán sobre el arte griego, donde define la escultura como el arte plástico por excelencia.
Simultáneamente, y dándose ciertas licencias que hoy nos parecen válidas, Hegel describe a personajes de la talla de Peircles, Platón y Tucídides como «individualidades plásticas». Hombres susceptibles de ser transformados por su propio pensamiento; personas capaces de moldear su figura a través de su propio arte.
Aunque para Hegel los individuos plásticos son más bien excepcionales, en su comprensión del término se asoma una idea que hoy, dos siglos después, es ampliamente aceptada: el arte, y en general la cultura, tiene el poder de una gubia, una espátula o una lija. La educación, las costumbres y nuestros modos de vida dotan de forma a nuestra personalidad. No solo le imprimen una fisionomía particular, sino que también la pueden modificar. Al igual que la planta que tuerce su tallo para alcanzar más luz, nosotras mutamos en respuesta a nuestro entorno. Este actúa como las manos de la ceramista sobre la arcilla.
Malabou sitúa a la plasticidad como un vocablo capaz de abrir nuevas avenidas para el pensamiento filosófico. Explica que, a partir del siglo XVIII, el término comenzó a utilizarse para designar, por un lado, la capacidad para moldear un material y, por otro, la disposición de un material de ser moldeado
La identidad también es plástica
Para Malabou, el desplazamiento conceptual iniciado por Hegel invita a extender su incipiente reflexión sobre la modificabilidad de la identidad al terreno del feminismo. En Changer de la différence: Le féminin et la question philosophique (2011), la autora explora esta cuestión a partir del análisis crítico de dos enfoques feministas. Por un lado, el feminismo basado en la noción de la diferencia sexual, que opera bajo una lógica dualista que distingue entre lo masculino y lo femenino, y que estudia las relaciones entre los dos sexos en términos de poder y dominación.
Por otro lado, el feminismo surgido de los estudios de género y la teoría queer, que cuestiona la división binaria y sostiene que las identidades sexuales son múltiples y culturalmente construidas. Malabou examina los fundamentos de ambas posturas y propone una vía intermedia que reconoce las contribuciones tanto de la postura esencialista de la diferencia sexual como las de la postura antiesencialista de la fluidez indefinida, pero desde una perspectiva que enfatiza la dimensión material.
Deja un comentario