Boreal Libros nos trae Los animales de los filósofos, curioso título que trata de enseñarnos filosofía a través de los animales más representativos de los diferentes movimientos filosóficos, así como de sus pensadores más célebres.
Por Jaime Fernández-Blanco Inclán
Una imagen vale más que mil palabras. En ocasiones, es más sencillo explicar un fenómeno o una idea mediante una analogía, es decir, sin hacerlo directamente. De tal manera que ese concepto quede en nuestra mente fijado de la mejor manera posible. Y algo parecido a eso es lo que ha hecho Jesús Mollà Castells en Los animales de los filósofos: usar a los animales como excusa para contarnos sus propias opiniones personales acerca de la filosofía y sus aplicaciones.
Tal como explica Mollà, la idea le vino a la cabeza ejerciendo su labor como docente. Como profesor, es necesario hacer que la materia —ya se llame filosofía, lengua o matemáticas— sea accesible y atractiva, por lo que se hace imprescindible una buena comunicación que logre que el alumno no se desenganche completamente del tema a los pocos minutos.
Qué cuenta
En ese sentido, los animales son un recurso como otro cualquiera, puesto que despiertan en el público un buen número de emociones —desde el miedo hasta la ternura— que facilitan captar la atención de quien nos lee. De esta manera, el autor buscó aquellos animales que pueden relacionarse, directa o indirectamente, con el pensamiento de estos filósofos para, a partir de ellos, desarrollar sus teorías. Los animales no son más que la coartada, el condimento con el que atraer al lector hacia lo que el autor nos quiere contar, que, como no podía ser de otra forma, es filosofía. Así, los perros nos llevarán a conocer los principios de la filosofía cínica y las anécdotas de la vida de Diógenes o Antístenes, de la misma manera que la paloma nos llevará a Kant o el mochuelo nos enseñará cómo se las gastaba Gottfried Hegel.
A partir de ahí, la libertad es absoluta. Podemos leer todo el libro seguido o en el orden que nos dé la gana. Quizá solo queramos conocer las bases del pensamiento de tal o cual filósofo, o lo mismo nos pica la curiosidad la relación que se establece entre un animal y una corriente filosófica. Tanto da. El libro no está escrito para formar un todo, sino que consta de diferentes piezas que el lector puede abordar como lo crea conveniente. En el mejor de los casos sus páginas lo dejarán con ganas de más y se animará a buscar otros libros acerca de ese tema para seguir aprendiendo y, en el peor, simplemente habrá perdido unos pocos minutos de su tiempo.
El autor ha buscado aquellos animales que pueden relacionarse directa o indirectamente con el pensamiento de estos filósofos para, a partir de ellos, desarrollar sus teorías
Como señala Mollà, cuando un animal aparece en un libro de filosofía, puede hacerlo por una de las siguientes razones:
- Como aliado del autor. Es decir, como un elemento que usar de manera metafórica para que el escritor de turno pueda ilustrar de manera adecuada una tesis o un personaje (por ejemplo, la tortuga de Zenón o el lobo de Thomas Hobbes).
- Como un insulto. El cerdo, el perro, la serpiente, etc. Otra manera metafórica de describir al personaje en cuestión, normalmente exagerando alguna de sus características menos agradables.
- Como objeto de reflexión. Para explicar así las diferencias que poseen los seres humanos frente al resto de animales, concretamente aquellos que hacen gala de ese comportamiento o cualidad que quiere destacarse.
- Como un simple apodo.
Estas categorías no son compartimentos estancos. Un mismo filósofo o una misma rama de pensamiento puede aparecer en distintas categorías, de la misma manera que un mismo animal puede aparecer en otras. De hecho, ese solapamiento es lo más natural, de ahí que en el libro podamos observar que se da tal circunstancia en algunos casos, si bien en otros los conceptos aparecen de manera más aislada.
Por qué hay que leerlo
Pese a habernos desarrollado más que cualquier otro animal, el homo sapiens sigue siendo, a un nivel evolutivo y biológico, el mismo que era hace miles de años. Un ser que tiene conciencia de sí mismo y una certeza clara: la de que antes o después morirá. Con esa salvedad, lo cierto es que seguimos siendo muy parecidos al resto de los animales (incluso más de lo que nos gustaría reconocer).
El fin de todos estos animales es ayudarnos a conocer al que más nos preocupa y que más interés despierta en todo el planeta Tierra: nosotros, los seres humanos
Analizar esos entresijos de nuestra especie es el fin de todos estos «animales», ayudarnos a conocer mejor al que más nos preocupa y que más interés despierta de uno a otro lado del planeta Tierra: nosotros, los seres humanos.
Ese y no otro es, a fin de cuentas, el objetivo último de la filosofía: pensar al ser humano. En ese sentido, el filósofo es aquel que se piensa a sí mismo. De la misma manera que lo hacen otras ciencias, bien es cierto, pero sin la suerte de aquellas de tener modelos, metodologías y protocolos bien definidos con los que lograr resultados válidos e irrefutables. Los filósofos, por suerte o por desgracia, lo tienen todo mucho más complicado y la prueba está en que hoy todavía ponemos en duda muchas de las teorías que lanzaron nuestros predecesores. Los médicos conocen a estas alturas buena parte de nuestros órganos (sus funciones, la manera de curarlos, etc.). La filosofía, en cambio, sigue todavía casi en pañales, intentando responder a las mismas preguntas de siempre y sin parecer acercarse mucho más a la verdad: ¿quiénes somos? ¿Cómo podemos conocer la realidad? ¿Soy libre? ¿Existe Dios?
El libro no es, en cualquier caso, un tratado con el que transformar la mente y el alma del lector con sus posturas rompedoras, sino un mero divertimento con el que acercar la filosofía al común de los mortales. Teniendo esto en cuenta, aquellos que estén buscando un exhaustivo trabajo bibliográfico o un manual de historia de filosofía objetiva, deberían abstenerse, mientras que los que se estén acercando a ella de primeras quizá disfruten más del título de Mollà.
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