Fiel a nuestro espíritu de combatir o ver de otra manera los tópicos, analizamos la biblia del feminismo, La esclavitud femenina, de Stuart Mill, y encontramos cinco enseñanzas, no estrictamente relacionadas con él, de lo más nutritivas para el pensamiento, la vida, la sociedad en general… Vaya, lo mismo que el feminismo.
Por Pilar G. Rodríguez
Llegado el punto en el que se ha convertido en lugar común hablar de La esclavitud femenina (o sujeción o sometimiento de las mujeres) como la “biblia del feminismo”, hemos vuelto a leerlo con ojos nuevos. No hay novedad en decir que 1) es un gran libro; 2) es el gran libro feminista, no solo por lo que dice (que sobre todo por eso), sino por quién lo dice (Stuart Mill –el marido de la feminista, como lo califica Nuria Varela– es una figura clave en la lucha por la igualdad, que además de defenderla con la palabra la demostró con su vida, su respeto, su amor y admiración por su compañera Harriet Taylor) y por cuándo lo dice (fue escrito en 1869, cuando, por ejemplo, el contrato de matrimonio suponía para los maridos tener poder legal y control sobre las mujeres, sobre sus propiedades y sobre su libertad de acción: a todo ello renunció explícitamente Stuart Mill a la hora de casarse con Harriet Taylor).

Por esas razones es innegable que, sí, La esclavitud femenina es la biblia del feminismo, pero también es una fuente de reflexiones sorprendentes, anticipadoras, agudas siempre y en ocasiones deslumbrantes que merecen rescatarse más allá del contexto feminista. Ahí van estas cinco.
1 El mecanismo de la posverdad cuando no existía la posverdad

El libro intenta desmontar punto por punto y con argumentos las convicciones que históricamente se han ido esgrimiendo para defender el sometimiento de las mujeres. Stuart Mill, al comienzo, comenta las dificultades de esta empresa, ya que no se trata de un combate entre iguales, no se habla de argumentos contra argumentos, sino de razones frente a sentimientos. Y en este combate desigual, las primeras tienen todas las papeletas para perder frente a los segundos. Si lo sacamos del contexto del feminismo… ¿No consiste en eso la posverdad? ¿En oponer, frente a verdades objetivas, otras supuestas verdades nacidas de opiniones y sentimientos de diversos grupos con mayor o menor poder para promoverlos? Stuart Mill describe así este fenómeno: “Cuanto más arraigada está en el sentimiento una opinión, más vano es que le opongamos argumentos decisivos; parece como que esos mismos argumentos le prestan fuerza en lugar de debilitarla”. Esa es la clave: en la debilidad de la argumentación radica su fuerza. “Si la opinión –prosigue– fuese únicamente fruto del raciocinio, una vez refutado este, los fundamentos del error quedarían quebrantados, pero si la opinión se basa esencialmente en el sentimiento, cuanto más maltratada sale de un debate, más se persuaden los que la siguen de que el sentimiento descansa en alguna razón superior que ha quedado por impugnar”. Y concluye con la punta de la flecha en el centro de la diana: “Mientras el sentimientos subsiste, no le faltan argumentos para defenderse. Brecha que le abran, la cierra enseguida”.
Razón vs sentimiento, el meollo de la posverdad: “Cuanto más arraigada está en el sentimiento una opinión, más vano es que le opongamos argumentos decisivos”
2 Contra la corrupción: igualdad y conducta
La igualdad en todos sus aspectos y declinaciones es la verdadera protagonista de La esclavitud de las mujeres. A la que debe darse entre hombres y mujeres dedica la mayor parte del libro, pero la igualdad de oportunidades también tiene su hueco en párrafos como: “(…) en lo que el hombre ejecuta, no en lo que es por el nacimiento, se funda su derecho a la consideración publica; y el mérito, no el nacimiento, lo aceptamos por único título legítimo para el ejercicio del poder y la autoridad”. Para que cada uno ejecute su proceso vital de la mejor manera que considere oportuno es necesario un partir de cero, una igualdad de oportunidades que funciona así como una condición previa, inicial, contra la corrupción, los abusos y los privilegios de clase. Y luego ya dependerá de la manera de comportarse y conducirse de la persona –y solo de ella– el alcanzar una conducta meritoria y ganarse el respeto de sus contemporáneos. En eso Stuart Mill se muestra muy categórico: “La raíz del movimiento moderno, en moral y política, es esta máxima: la conducta y solo la conducta da derecho al respeto”. No importa quién eres, ni lo que dices, ni los amigos que tienes, en moral y política solo importa –solo debería importar– lo que haces, cómo te comportas, cómo te has conducido hasta llegar donde estás.
Asumir que “la conducta y solo la conducta da derecho al respeto” limitaría el grado de corrupción
3 Para que tu pareja dure…
De la defensa de las grandes causas a las que se consideran más pequeñas (que luego son las que determinan el día a día); Stuart Mill en estado puro. O también, de pensar y escribir el inmortal Sobre la libertad a desear con todas sus fuerzas que le dejaran en paz para llevar su vida y su amor con su compañera de la mejor forma que les pareciera a ambos. Stuart Mill demostró con su conducta que los conceptos están para pensarlos y escribirlos, para defenderlos (en publicaciones, en el parlamento) y para vivirlos. Su relación con Harriet Tayler fue un ejemplo de amor entre iguales, la anhelada experiencia de “fusión de espíritus y sentimientos” que en este libro describe como “ideal del matrimonio”; ideal en la pareja, se diría hoy. Salvo este pequeñísimo detalle, lo que piensa Stuart Mill respecto al éxito y fracaso de las uniones está en el corazón de los nuevos métodos matemáticos y algorítmicos de buscar pareja. ¿Cómo dice? Lo que oye. O lo que lee. Análisis de compatibilidad en los portales más populares combinados con perfiles sinápticos en otras entidades más refinadas se encargan de establecer las preferencias. Pero vamos que leyendo a Stuart Mill un par de siglos antes se llega al mismo punto: “Una asociación íntima entre personas radicalmente distintas es puro sueño. La diferencia puede atraer; pero lo que retiene es la semejanza y por razón de la semejanza que entre ambos existe son felices los consortes”. Compárese con lo que decía Wiebke Neberich, asesora científica de eDarling (una de las principales páginas de contacto en España), a Marta Palomo/Agencia SINC, en un reportaje sobre la fórmula para encontrar el amor en internet: “Las diferencias en personalidad, actitud e intereses parecen interesantes y excitantes al principio, pero son cosas con las que no es fácil vivir a largo plazo. Los polos opuestos se atraen, y después se atacan”, opina Neberich.
Stuart Mill, adelantándose muchos años a Tinder, defendió la semejanza –ahora se llamaría compatibilidad– como garantía de estabilidad y felicidad en la pareja
¿No es sorprendente? Pues aún hay más. La importancia de la generosidad. No referida estrictamente a cosas materiales, sino más bien como disposición para regalar al otro lo que necesite o quiera: tiempo, cariño, unos vaqueros o un café por la mañana. Eso. Según un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Virginia entre casi 3.000 parejas (2.870), las que se declaraban más felices tenían las más altas puntuaciones en este valor. Y al revés. También está, junto con la amabilidad, entre las dos cualidades que hacen que la pareja dure en buenas condiciones. A esa conclusión ha llegado el psicólogo John Gottman, que lleva 40 años de carrera dedicados al estudio del amor desde The Gottman Institute, que gestiona junto a su mujer, y anteriormente desde The Love lab, que fundó junto a su colega Robert Levenson de la University of Washington. Y ahora lo comparamos con el final del capítulo 33, entre cuyos epígrafes se encuentra uno titulado La red que teje el cariño. Es ese el que enmarcan estas palabras: “Cuando ambos cónyuges (…) se prestan mutuo auxilio y se animan y confortan; los demás puntos en que sus inclinaciones difieren les parecen secundarios; hay base para una amistad sólida y permanente, red sutil de cariño y adhesión que hará a cada uno de los cónyuges anteponer a la suya la voluntad del otro”. ¿No es esa la particular y hermosa definición de Stuart Mill de la generosidad?
4 Escuela de padres: la igualdad en casa

En algunos fragmentos, la reivindicación de la igualdad sale del contexto feminista y se cuela en el día a día de las familias, algo a lo que no estamos tan acostumbrados y que resulta sumamente interesante. Stuart Mill funciona así como un moderno pedagogo y prescribe la misma receta: si a la igualdad se llega practicando, ¿no será sumamente eficaz aprenderla desde pequeños? “Ciertamente no es esta teoría que expongo la clásica y ortodoxa. La familia será siempre escuela de obediencia para los hijos y de mando para los padres”. Bueno, el esquema es una rémora de la familia romana gobernada por el hombre y en el que mujeres, esclavos y niños, con matices, obedecían. Con el tiempo la tríada de los parias fue ganando sus derechos, conquistando su libertad. La igualdad entre seres humanos barrió a la esclavitud; la que concierne a mujeres y hombres se sigue trabajando; pero muy poco de habla de la que existe o deja de existir entre padres/madres y descendencia. Pues bien, esta es la solicitud de Stuart Mill, el visionario que reivindicó los derechos de las mujeres y su igualdad cuando esto parecía una quimera y que respecto a las relaciones familiares tiene algo que decir: “Solicito que además (la familia) sea una escuela de simpatía en la igualdad, de vida en común en el amor, en la que no esté todo el poder de un lado y toda la obediencia de otro; así debe ser la familia para lo padres”. Su voz sigue sonando moderna incluso para los oídos del siglo XXI.
“Que la familia sea una escuela de simpatía en la igualdad, en la que no esté todo el poder de un lado y toda la obediencia de otro”. Glups…
5 Más sobre la libertad: sigue tu propio camino
Puede que Sobre la libertad sea el libro que encumbró a Stuart Mill a la cima del pensamiento por defender a un individuo soberano (soberanísimo), pero La esclavitud de las mujeres no se queda atrás. En él enuncia las tres reglas morales –más bien son variaciones de la misma– que entiende como “condiciones esenciales de la prosperidad del individuo y de la virtud social”:
- Respetarse a sí mismo
- Contar consigo mismo
- Ejercer imperio sobre sí mismo.
El principal aporte de este libro es alinear esas virtudes personales con el progreso de la sociedad: “¿Qué es lo que más distingue las instituciones, las ideas sociales, la vida de los tiempos modernos, de la de los pasados y caducos? Que el hombre ya no nace en el puesto que ha de ocupar durante su vida; que no está encadenado pon ningún lazo indisoluble, sino que es libre para emplear sus facultades y aprovechar las circunstancias en labrarse la suerte que considere más grata y digna”. Esto es, en La esclavitud de las mujeres, Stuart Mill hace hincapié en el derecho de todos los individuos libres a escoger, libremente también, un camino propio según las aptitudes e inclinaciones personales y con independencia de las circunstancias de su nacimiento o de su cuna. “Negamos –afirma el autor categóricamente– a la autoridad el derecho a decidir de antemano si tal individuo sirve o no para tal cosa. (…) Sería injusto para el individuo y perjudicial para la sociedad el alzar barreras que prohíban a ciertos individuos sacar todo el partido posible de sus facultades en provecho suyo y ajeno”. Adelante, pues, sigue tu camino.
Cada uno es “libre para emplear sus facultades y aprovechar las circunstancias en labrarse la suerte que considere más grata y digna”. Pues eso: sigue tu camino
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