La ética animal reflexiona sobre la consideración moral que deben recibir los animales no humanos y las consecuencias que esto tiene. Es decir, investiga la relación entre el ser humano y otros animales preguntándose por la moralidad de los actos de los seres humanos hacia los animales.
Hasta ahora la bioética decía que hay que tratar bien a los animales en los procesos de investigación y en los procesos de producción, porque tratarlos adecuadamente repercute para bien en el resultado de los estudios en el primer caso y en la calidad de los productos que consumimos los seres humanos en el segundo. Pero en las nuevas preocupaciones morales de la bioética hay que reconsiderar a los animales no humanos y sus intereses. «Hay que resituar a los animales en la bioética» nos decía la doctora en Filosofía Fabiola Leyton, autora del libro Los animales en la bioética (publicado por Herder), en una entrevista a Filosofía&Co. hace poco más de un mes.
En su capacidad de sentir, que la tienen, está la clave. Los animales sienten. Los animales no humanos tienen experiencias sensitivas que les permiten constituirse como realidades biológicas que interactúan con su medio; pueden crecer, enfermar, experimentar situaciones de placer, de juego, de felicidad, o de dolor, sufrimiento o estrés. Y, además, interactúan socialmente con otros animales de la misma especie o de otra diferente.
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