No son versos lo que escribo se titula la primera recopilación de darmis editada por Olifante. Es verdad que no son versos ni canciones, sino algo intermedio, una especie de cantos gracias a los cuales las mujeres iraquíes han expresado tradicionalmente sus penas de amor y su agobiante situación.
Por Pilar G. Rodríguez
Desconocido para la mayor parte de estudiosos occidentales y también para la mayoría de no occidentales, el darmi es el “canto popular de la mujer iraquí por excelencia, un género poético breve y renovador (…) perteneciente a la canción folclórica iraquí, de autor anónimo, siempre ligado a la mujer iraquí. Sus temas son variados según las circunstancias de la vida y sus hechos, aunque sobresalen el amor y los sufrimientos del corazón enamorado”. Con ese arranque, altamente informativo, empieza el libro No son versos lo que escribo. Breve antología del canto popular de la mujer iraquí. Lo publica el sello especializado en poesía Olifante y la edición ha corrido a cargo del hispanista y escritor Abdul Hadi Sadoun, que también lo ha traducido (y la traducción ha ganado III Premio Marcelo Reyes). De hecho, este libro forma parte de una investigación académica propia más ambiciosa que Sadoun está llevando a cabo sobre la mujer en la literatura popular iraquí. “En ella, las particularidades del darmi ocupan uno de sus capítulos más extensos y mejor documentados –explica sobre el origen de este libro– junto a otros que exploran las canciones de cuna o a autoras relevantes que ya salieron del anonimato para firmar con nombre propio sus versos”.
Un lamento y un respiro
De autor desconocido, el principal autor del darmi es quien lo interpreta, lo canta o lo recita. Mujeres, normalmente, que en un contexto rural y de trabajo, solían dar rienda suelta a sus penas de amor. El darmi es ante todo un lamento en cuatro versos (en el original son dos divididos en cuatro hemistiquios), ante un amor imposible. “Es una poesía de ausencia –explica Abdul Hadi Sadoun–, poesía de cómo se vive y se sufre la ausencia del amado y del amor”.
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¡Tengo tantas quejas
para cuando te encuentre!
Pero mi lengua
se ahoga nada más hablarte
Pero también es un alivio, una respiración profunda y un pequeño resquicio a la libertad por medio de la palabra. Para eso están las reuniones de mujeres, para no ahogarse y liberar la lengua ante compañeras que sienten las mismas presiones y comparten las mismas penas. Ante la familia no es posible ese desahogo porque justo ese entorno es con frecuencia promotor del ambiente asfixiante contra el que claman las mujeres en sus darmis. Una asfixia que se extiende a círculos más extensos, contextos sociales coercitivos y castrantes.
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Si se presentase mi amado ante mí
le tomaría entre mis brazos,
aunque se oponga toda la gente
jamás le soltaré
En esas reuniones, las mujeres llegan a establecer verdaderos diálogos mediante sus cantos, recordando una particular batalla de gallos (sin rap de por medio). El sistema es básicamente el mismo: una sigue a la anterior con su darmi, relatando su particular situación o circunstancia. Su respuesta refleja en ocasiones una competencia –“Cuéntame tú y te contaré yo/ y veremos quién padece más sufrimiento”– o un reproche –“¿Por qué, mujeres, estáis todas unidas/ en contra de mi amado?”–.
Historia y geografía
No es un tópico decir que el darmi es “historia viva” del pueblo iraquí. Hasta finales del XIX no se conocieron los primeros escritos, fruto de la labor de investigadores que los mencionaban en sus textos. “El primer libro dedicado exclusivamente a ellos data de 1920 –explica Abdul Hadi Sadoun–, pero también es un estudio”, de modo que si ha llegado hasta nuestros días es porque los vivos (las vivas sería más preciso) lo recitaron, lo transmitieron, lo entonaron, lo transformaron… Cada uno lo recuerda en la voz de quien lo oyó y ese acto constituye su verdadera autoría. Como es natural, su idioma no es el árabe clásico estándar, sino el dialecto iraquí: el idioma de las madres, de las casas, de los pueblos, el más cercano. Darmi, de hecho, es un término alejado del árabe actual. Sobre el origen de la palabra existen varias posibilidades, pero el compilador apuesta por la que lo hace derivar de “daramah: del verbo clásico que significa hablar entre dientes, en voz baja o sigilosamente”. Le va bien esa relación con el hecho de que sean mujeres quienes están detrás hablando en voz baja, musitando lo que no pueden expresar en alto.
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Tú que suspiras en la noche
deja que escuche tu voz
si no temiese las habladurías
iría hacia ti y apagaría tu deseo
El género no es exclusivo de Iraq. Existe en Mauritania, Argel o Afganistán… Con el canto de las mujeres afganas, especialmente, se puede establecer un paralelismo muy similar. “Y muy similar también en su nivel de denuncia y en su dureza. Existe, por ejemplo –explica Abdul Hadi Sadoun– casi una subdivisión dentro de este género que se dedicar a cantar o jalear el odio contra el marido, y la descendencia tenida con ese marido, porque no es al que la mujer quiere, no es el amado. En otros países como Marruecos también existe, pero se trata de algo más ligero”.
Tampoco parece descabellado establecer un parentesco con las jarchas, ese tipo de breve composición lírica con el que se anunciaba el fin de los poemas en árabe llamados moaxajas. Lo corroboran diversos parecidos razonables: como en el caso de los darmis, la temática de las jarchas vuelve a ser amorosa y concretamente un lamento por la ausencia del amado, están escritas por mujeres y dirigidas a mujeres en un lenguaje y un tono coloquiales. “Pero faltan ejemplos, faltan textos de aquel tiempo, de cómo surgió… Existen las teorías, pero faltan las pruebas”, concluye Sadoun.
La poesía de darmi guarda con las jarchas parecidos razonables: no parece descabellado presuponer que pueda existir un parentesco entre ambas
Anónimo, esa firma de mujer…
En el caso de la poesía de darmi, durante mucho tiempo se cumplió la frase de Virginia Woolf que decía que, con frecuencia, el tal Anónimo, autor de tantas composiciones, tenía nombre de mujer. Los primeros investigadores citaban como fuente a las mujeres, especialmente en el sur de Iraq, a las que habían oído recitar o a hombres que decían haberlas oído recitar. Pero nadie reclamaba su autoría: la combinación de folclore, mujeres y medio rural lo hizo aparecer a los ojos de muchos como un género despreciable. Y si no era despreciable, sí era despreciado: se trataba de una especie de práctica oculta que había que callar, que nadie reivindicaba como propia; si acaso, confesaba guardar algunas de esas composiciones en un cajón, pero la noticia no trascendía de la esfera particular, del terreno de los secretos.
Anónimo en su origen y atribuido a las mujeres, en la actualidad muchos hombres escriben libros de darmi. Todavía ninguna autora ha dado ese paso
Al respecto convendría matizar algo que no es solo la opinión de Abdul Hadi Sadoun, sino de un cuantioso número de expertos, y es que la voz de los hombres sí ha estado detrás de algunos de estos cantos. Esta especie de ocultismo, este cucutrás de autorías, no sería sino una forma más de un fenómeno que se da en la literatura iraquí y es que, al hablar de amor de forma radical y extrema, durante mucho tiempo estuvo prohibido o mal visto dirigirse directamente al sexo contrario (dentro de un contexto heterosexual) y se dejaban las composiciones en abstracto o se dirigían las palabras de amor a personas del mismo sexo. Dada esta ambigüedad, para los autores no hubiera supuesto ningún problema dirigirse al “amado” de los darmis: “Yo no lo dudo –afirma Abdul Hadi Sadoun–. De hecho, entre los que he manejado puedo aventurarme a decir cuáles son de una mujer y en cuáles resuena una voz masculina”. Eso respecto a los antiguos. Ahora todo ha cambiado y muchos hombres los escriben y firman. “En cierto modo se han apropiado del género y lo reivindican así, como darmi, en parte, por egoísmo machista, porque si lo reivindican como el canto de las mujeres no lo podrían cultivar. Y por eso prefieren ese nombre. La cuestión de la autoría es lo que más radicalmente ha variado en la historia del darmi, porque hoy, como siempre, sigue formando parte de la canción popular iraquí. Los cantantes, antes de entrar en el tema principal de sus conciertos, recitan uno o dos de estos cantos. Y sí, hay mujeres que los recitan en programas de televisión, pero no se sabe si son suyos o no. Esa es la diferencia principal que existe en la actualidad con respecto a lo que era el darmi en sus orígenes, algo anónimo atribuido a las mujeres. Hoy mientras los escritores firman sus libros de este género, falta por aparecer una mujer que se declare autora de darmi; eso todavía tiene que llegar”.
La poesía del molino
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No son versos lo que escribo
son mis heridas
ante mí le sonríes
y mi alma se mueleDentro de los darmis una particularidad o subdivisión podría ser aquellos que tienen como temática la relativa a los molinos, la rueda, el grano… Las mujeres desempeñaban estas actividades y en el gesto físico de moler volcaban sus sentimientos: sus brazos trituraban el trigo como los demás las trituraban a ellas con sus prohibiciones y exigencias. Sus movimientos machacaban el grano, pero eran sus corazones los que estaban siendo pulverizados por los amores imposibles. A este tipo de darmis pertenece la hermosa composición que da nombre al libro.
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