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La filosofía ante la llegada de la IA en el trabajo

La irrupción de los agentes de inteligencia artificial promete transformar el trabajo y difuminar la frontera entre humanos y máquinas. Estos «digital workers» (trabajadores digitales) podrían acumular experiencia, negociar, tomar decisiones y podrían sobrevivir a quienes los entrenan. Filosofía y tecnología se cruzan en su figura: ¿qué ocurre cuando la copia supera al original y el deseo humano compite con algoritmos capaces de imitarnos?

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La llegada de los «digital workers» revolucionará la forma de trabajar como no se veía desde la revolución industrial. Diseño de FreePik (licencia CC).

La llegada de los «digital workers» revolucionará la forma de trabajar como no se veía desde la revolución industrial. Diseño de FreePik (licencia CC).

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La inteligencia artificial (IA) ya forma parte de nuestro día a día, infiltrándose en muchos ámbitos de la sociedad y de la industria. Algunas aplicaciones son más visibles que otras, especialmente las IA generativas, como ChatGPT, pero otras operan en la sombra mediática.

En cualquier caso, una tendencia emergente son los denominados agentes IA. Se trata de un potente dispositivo de software, con autonomía y accionable, es decir, que puede llevar a cabo proactivamente determinadas acciones. Siri —de Apple— y Alexa —de Google— serían versiones muy primitivas de lo que prometen estos sofisticados sistemas.

En un horizonte cercano se vislumbra que haya un ayudante digital por cada trabajador físico, entre otras posibilidades. Estos agentes actuarán como asistentes multifuncionales y complementarán a sus homónimos humanos, estando omnipresentes a través de distintos dispositivos, ya sean ordenadores, teléfonos, gafas o tabletas. Según Jen-Hsun Huang, CEO de Nvidia, empresa líder en chips para IA, en el entorno laboral esos ayudantes serán equivalentes a trabajadores digitales o digital workers empleados virtuales que realizan tareas de forma autónoma.

Obviamente, un factor clave para utilizar los digital workers, por parte de las empresas, será aumentar la productividad y hacer que ciertas tareas sean menos tediosas para los humanos.

Lo simulado es más real que lo real

En la década de los 80, el filósofo francés Jean Baudrillard ya proclamaba que se vivía en una era en que la realidad había sido suplantada por signos y modelos. Hablaba de una hiperrealidad, donde lo simulado se vuelve más real que lo real mismo.

Baudrillard incluso llegó a afirmar que «el simulacro no es lo que oculta la verdad; es la verdad la que oculta que no hay verdad; el simulacro es verdadero». Ahora, con los agentes IA, algunas de sus reflexiones se tornan más complejas e intensifican su vigencia.

La IA evoluciona hacia agentes autónomos capaces de actuar como asistentes digitales multifuncionales. Se convertirán en «trabajadores digitales» que aumentarán la productividad y, como anticipó Baudrillard, lo simulado podría llegar a percibirse más real que la propia realidad

Entrenamiento de los «digital workers»

Previamente a que un agente IA sea operativo, deberá ser entrenado con una gran base de datos genérica y otra perfilada para el sector de actividad en que desempeñará sus funciones. A esta fase se la denomina aprendizaje (training). Esta etapa de desarrollo del modelo es muy costosa, tanto en infraestructura como en energía, y para materializarla se requieren grandes Data Centers centros de procesamiento de datos masivos. Posteriormente, el software de esos ayudantes IA, ya entrenados, se personalizará para cada puesto de trabajo específico.

A partir de aquí, se entra en la denominada fase de inferencia, en la que el humano y el trabajador digital comenzarán a interactuar mutuamente. Trabajarán a modo de equipo, con el segundo asistiendo al primero en múltiples tareas, quizá respondiendo a cuestiones, sugiriendo ciertas acciones o efectuando operaciones de forma autónoma, entre otras posibilidades. En principio, cada trabajador físico establecerá un vínculo estable y consentido con su trabajador digital, aunque el primero debería tener la potestad de controlar la dinámica de la acción.

Las cosas cambiarán en función del sector en que opera la empresa y las características de cada puesto de trabajo. Por ejemplo, el trabajador digital del responsable de un departamento de compras de una compañía de alimentación podrá convenir directamente con el trabajador digital de un proveedor, tanto el precio como las condiciones para un determinado pedido (además de ejecutarlo).

Otra opción pasa porque el trabajador digital del departamento de siniestros de una aseguradora negocie directamente las condiciones de reclamación del cliente con el trabajador digital de la parte contraria; rápido y sin fricciones, intercambiando pruebas documentales (vídeos, informes, contratos, etc.) y llegando a un acuerdo relativamente objetivo entre las partes. Finalmente, cada uno de sus responsables físicos será informado de la operación y dará su aprobación.

En principio, la propiedad intelectual que constituye esa plantilla virtual pertenecerá a cada compañía y constituirá un activo intangible. Si la empresa se vende, esa base de talento podrá valorarse y transferirse de forma consentida al comprador. No obstante, antes de que se produzca esa transferencia, habrá que pensar en anonimizar ciertos datos asociados con el empleado; al fin y al cabo, parte de esa relación era privada. Como se aprecia, aquí el simulacro es lo que añade claramente valor.

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La copia precede al original

Pero para Baudrillard un simulacro era más que una simple copia o imitación. Incluso llegó a hablar de la «precesión del simulacro», un fenómeno en donde la copia precede al original. En lugar de que la imagen sea un reflejo de la realidad, la imagen o el modelo se convierte en el punto de partida, y la realidad se adapta o se crea a su alrededor.

En aquel tiempo, Baudrillard citaba como ejemplo la arquitectura de los casinos temáticos de Las Vegas. Una réplica de la Torre Eiffel o de los canales de Venecia no solo imita, sino que se establece como una experiencia «auténtica» para muchos, incluso eclipsando la experiencia del original. La autenticidad ha sido reemplazada por la copia, y la realidad, por un sustituto.

Esta visión de Baudrillard describe cómo hemos pasado de la representación de lo real a la simulación de lo irreal. Con los digital workers, podría perderse la noción de lo que es copia, como se expone líneas abajo. La hiperrealidad —esa condición donde lo simulado sustituye completamente a lo real— quedará servida.

Baudrillard era pesimista y estaba convencido de que se había traspasado un punto irreversible. Según él, este mundo se desarrolla en el vacío hacia el infinito, sin poder apuntalarse en una dimensión humana. En él, se pierde la memoria del pasado, la proyección del futuro y la posibilidad de integrar ese futuro en una acción presente. Si ya no existe un final, si es inmortal, el sujeto ya no sabe lo que es. Para Baudrillard, esa inmortalidad es precisamente el fantasma último de nuestras tecnologías.

Quizá los agentes IA comienzan a acariciar ese umbral de inmortalidad. Cuando un trabajador abandone la empresa, su digital worker quedará en la compañía (inmortal). Ese valioso agente, entrenado a medida para ese puesto de trabajo específico, estará listo para asociarse con el nuevo empleado que ocupe la plaza libre; y así sucesivamente… ¿Dónde está el original?

El beneficio potencial puede ser relevante, ya que el agente tiene el know-how esto es, el conocimiento práctico acumulado requerido para ayudar de forma sensible al nuevo trabajador. Posteriormente, el digital worker irá sintonizando sus características y funcionalidad, hasta conseguir que esa nueva asociación sea óptima. La noción de original y copia se desvanecerá completamente.

Los digital workers se entrenan con grandes bases de datos, actúan autónomamente y transmiten conocimiento entre empleados. Su permanencia en la empresa difumina la frontera entre copia y original, acercándonos a la hiperrealidad que anticipó Baudrillard

Relación entre humanos y agentes IA

Hasta aquí se ha mencionado lo que son los digital workers en el entorno laboral, pero también están las aplicaciones de agentes IA personales (y privados) para cada individuo (o grupo). Estos digital companions —compañeros digitales— estarán disponibles 24/7, minimizarán algunas de las tareas e interacciones humanas y serán muy complacientes con sus homónimos físicos. En definitiva, no será difícil crear un vínculo afectivo con un ayudante tan beneficioso y que evita cualquier fricción (por lo menos, en apariencia).

No obstante, dejaremos de lado los digital companions y nos centraremos estrictamente en los digital workers.

La teoría mimética

Una cuestión muy sensible es qué pasa con la relación entre trabajador físico y digital, un aspecto relevante a considerar. El filósofo René Girard propuso la denominada teoría mimética, un modelo de análisis para examinar ciertos fenómenos sociales y políticos. De hecho, el concepto de mímesis ya fue enunciado siglos atrás por Aristóteles, en su obra Poética. Pero Girard la enfoca esencialmente hacia dos tipos de conducta específicos: el deseo y la apropiación.

Girard afirmó que el deseo humano está relacionado con una mímesis (imitación consciente) y que nuestros deseos se configuran gracias a los deseos de los demás. Deseamos lo que otros desean, generando una relación a tres bandas, entre el sujeto, el otro y el objeto deseado. La apropiación ocurre cuando se imita para poseer un objeto específico, pero esto puede llevar al antagonismo, donde la rivalidad por el objeto se transforma en una obsesión recíproca entre los rivales, haciendo que la lucha contra el otro prevalezca sobre la posesión del objeto en sí.

Cuando se supera cierto grado de rivalidad, los antagonistas abandonan el objeto que pretendían apropiarse, para entrar directamente en confrontación. El proceso se convierte en una cadena de desquites que pueden analizarse en términos miméticos o imitativos.

Girard pone énfasis en esa mímesis potencialmente divisiva y provocadora de muchas crisis, que se manifiesta en la propagación de la rivalidad mimética. Incluso el propio deseo mimético puede ser el responsable de que surja la violencia. En contrapartida, afirma que si nuestros deseos no fueran miméticos, se encontrarían fijados eternamente en objetos predeterminados, constituyendo una especie de instinto, de tal manera que no podríamos cambiar de deseos.

No obstante, recuerda que la mímesis también puede ser un factor positivo, como en los casos asociados con la estética y la educación.

Además de los asistentes personales, los digital workers plantean una relación mimética con el trabajador físico. Girard explica que imitamos deseos y acciones de otros, lo que puede generar cooperación o rivalidad, con riesgo de conflicto entre humano y agente digital

Mimetismo y «digital workers»

De vuelta con los digital workers, la teoría mimética tiene mucho que decir sobre la relación entre pares de humanos y agentes IA. Aunque podría existir antagonismo entre el par formado por el humano y su digital worker, es interesante destacar que la mímesis también se puede extender fácilmente a dos pares de entes humano y máquina, lo que sofistica más la teoría mimética. Por extensión, el número de humanos y agentes podría acrecentarse mucho más.

En este contexto, según las ideas de Girard, el objeto para un sujeto podría ser el agente IA del otro sujeto (como objeto, puede ser deseado). Un aspecto relevante es que habrá diferencias sensibles entre agentes IA. Quizá un digital worker se habrá entrenado mejor o tendrá una mayor base de conocimiento que otro. De hecho, conseguir más conocimiento en cualquiera de las etapas de training, tanto en la fase genérica como en la del dominio en que el agente IA va a operar, será un atributo claramente favorable.

Pero, probablemente, ese digital worker será más caro; y eso supondrá un privilegio. Adicionalmente, podría haber diferencias en lo que se refiere a la tecnología y los algoritmos de cada agente IA, quizá para conseguir proporcionar respuestas más rápidas y precisas, disponer de más información de contexto (sensores e IoT) o adaptarse más eficientemente al sujeto.

Si la tecnología progresa al ritmo actual, disponer de un digital worker optimizado podría suponer un factor crítico para conseguir que la carrera profesional de un individuo sea exitosa. Curiosamente, cada digital worker también acumulará su propia carrera profesional, lo que redundará en su mayor valor intrínseco.

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Relación entre agentes IA

El pensamiento de Girard también puede alumbrar otros espacios. Un ejemplo sería cuando se analiza la relación directa entre dos digital worker. En principio, se trata de meras máquinas; entre ellas no debería emerger ese deseo y apropiación que tanto preocupa a Girard. Pero los algoritmos pueden ajustarse para que incluyan un factor de gamificación, es decir, que utilicen componentes de un juego lúdico para motivar a alguien; ese alguien puede ser un sujeto o incluso…, un algoritmo.

La relación entre digital workers puede ser compleja, ya que un algoritmo puede programarse para competir, algo que ya se hace cuando se entrenan ciertos modelos, utilizando varios algoritmos que compiten entre ellos, con tal de conseguir una versión superior. En principio, algunas de estas prácticas pueden ser útiles para fomentar la mejora y el aprendizaje, pero también para competir abiertamente, con todo lo que eso pueda suponer. Además, en este contexto, para contribuir a aumentar más el deseo y la apropiación, se prevé la existencia de múltiples suministradores que ofrezcan agentes IA especializados (claros beneficiarios económicos de las tesis de Girard).

En este sentido, estas técnicas de ajuste y adaptación de algoritmos pueden exacerbar el comportamiento de agentes IA y humanos. Situaciones no deseables podrían materializarse en la relación entre digital workers y sujetos físicos. Las redes sociales podrían apalancar más estos efectos.

Adicionalmente, existe el potencial de desarrollo de una ingeniería emocional de los agentes IA que podría amplificar y condicionar, aún más, los vínculos emocionales de todos los actores implicados.

La mímesis también afectará la relación entre humanos y digital workers, e incluso entre los propios agentes. Diferencias de capacidad generarán rivalidad y deseo de apropiación. La gamificación y la ingeniería emocional pueden intensificar la competencia y los vínculos entre humanos y máquinas

La lechuza de Hegel

Existe la sensación de que la filosofía llega tarde para explicar algunas situaciones que se originan de los avances tecnológicos. Precisamente, el vuelo de la lechuza es una metáfora que Hegel utilizaba para expresar que la filosofía, y la interpretación de lo ocurrido, solo es posible a tiempo pasado, para poder analizarlo en retrospectiva. En este caso, la lechuza simboliza la sabiduría y solo alza su vuelo al anochecer, lo que significa que llegará tarde, cuando el día concluye.

La buena noticia para la relación entre los digital workers y los sujetos físicos asociados es que el planteamiento de Girard permite anticipar e identificar un conflicto potencial que probablemente sucederá. Evitar que se produzcan un exceso de emociones sintéticas o relaciones de competición entre algoritmos, entre otros aspectos, es algo que es posible conseguir antes de ser comercializados, atendiendo a ciertas guías y buenas prácticas de diseño convenientemente estructuradas. Una legislación pertinente también es necesaria.

Aunque no es fácil, un acuerdo de mínimos podría alcanzarse bajo la supervisión de distintas instituciones. Esto beneficiaría a la mayoría de los actores implicados.

Conclusiones

Si Baudrillard levantara la cabeza, a medio plazo contemplaría un escenario en que los digital workers estarán completamente operativos; se fascinaría de lo acertadas que fueron sus reflexiones de años atrás; vería como la realidad supera con creces su propuesta de original y copia; efectivamente, las copias se perfeccionan entre ellas y el original no es necesario o habrá desaparecido.

En cuanto a Girard, con su elegante teoría mimética, llegó a explicar casos muy diversos, haciendo gala de una extremada lucidez y habilidad retórica; pero ahora, sus tesis adquieren vigencia renovada para esclarecer el sofisticado comportamiento de los humanos y los digital workers asociados. Esta vez la filosofía podría anticiparse, contribuyendo a fomentar proyectos que busquen soluciones y atenúen potenciales problemas.

En cualquier caso, un cóctel de factores confirma el franqueo de aquel punto irreversible anunciado por Baudrillard, con riesgos obvios en la frontera tecnológica. Habrá ventajas claras con los digital workers, pero también se han comentado algunas situaciones y conflictos particulares que podrían emerger de su utilización, además de todas las amenazas ampliamente debatidas y conocidas por la comunidad en cuanto al uso de la tecnología en general. Pero curiosamente, en esta ocasión, la lechuza tal vez podría hacer su trabajo la noche anterior.

Sobre el autor

Xavier Alcober Fanjul nació en Barcelona, es ingeniero y consultor y un apasionado de la filosofía. Tiene experiencia en docencia técnica e implantación de aplicaciones de automatización industrial. Ha publicado múltiples artículos en medios técnicos y también ha participado en distintos foros de tecnología.

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