¿Qué tipo de educación necesitamos? ¿Cómo podemos relacionarla con el cambio ecosocial que es tan imprescindible? El libro Educación y cambio ecosocial, editado por PPC y la Fundación SM, propone un proyecto educativo basado en el cultivo de la interioridad, la iniciación al activismo ecosocial y el desarrollo de estilos de vida alternativos.
Por Rafael Díaz-Salazar
La formación de la personalidad de niños, adolescentes y jóvenes es uno de los grandes retos de nuestro tiempo. La educación puede tener muchos fines, pero el esencial es este. Desgraciadamente, no es el imperante en las familias y en los centros de enseñanza, salvo excepciones. La mercantilización también coloniza el ámbito educativo.
Necesitamos brújulas que nos orienten en la construcción del ser personal y en la articulación de una sociedad más justa. ¿Dónde encontrarlas? En la obra Educación y cambio ecosocial. Del yo interior al activismo ciudadano propongo que dirijamos nuestra mirada a las sabidurías, especialmente a las que están imbuidas de ecología. La educación es mucho más que instrucción y aprendizaje de destrezas para el ejercicio de una profesión. La filosofía y otro tipo de sabidurías son esenciales si no queremos producir nuevas formas de esclavitud que arrebaten a las personas su mayor dignidad: aprender a pensar sobre el sentido de la vida, adquirir una conciencia moral, desarrollar el gusto estético, implicarse en la transformación de la sociedad, liberarse de opresiones laborales que precarizan la vida, disponer de tiempo para la realización personal y comunitaria. En definitiva, lograr el buen vivir frente al bien estar y realizar la transición del tener al ser propuesta por Erich Fromm.
La profundidad, el pensamiento complejo, el amor político y la alegría dan plenitud
Viaje al centro del interior
La tecnología y el conocimiento científico no bastan para enseñarnos a vivir y aprender formas de existencia alternativa a las que nos propone la cultura capitalista. Podemos crecer en I+D+i y tener una vida poco sabia, un inmenso raquitismo espiritual, una anemia existencial por falta de nutrientes de sabidurías. La humanidad y la personalidad bien desarrollada no se poseen, se conquistan. Por eso nos urge incorporar intensamente la filosofía y otras sabidurías a la educación desde la infancia.
Octavio Paz, en El laberinto de la soledad, afirma que “toda educación entraña una imagen del mundo y reclama un programa de vida”. Esta es la perspectiva que orienta mi libro. En él realizo una crítica de la visión de la vida y de las aspiraciones existenciales que propone el capitalismo como modo de producción cultural. La formulo desde la sabiduría ecológica presente en religiones, en culturas morales, en antropologías y en filosofías ecologistas. También reflexiono sobre “un programa de vida” que se fundamenta en la educación del yo interior y en la educación para el activismo social.
El viaje al centro de la tierra interior, retomando el título de la obra de Julio Verne, es un aprendizaje fundamental. Gramsci propuso la “disciplina del yo interior” como un objetivo fundamental en el Club de vida moral que fundó para los jóvenes obreros de Turín. En mi libro presento una concepción de la educación de la interioridad del ser humano basada en el conocimiento de sí, el descubrimiento del sentido de la vida, el amor a la belleza y al arte, la práctica de virtudes éticas, el aprendizaje de la meditación y la contemplación laicas, la exploración de la experiencia religiosa.
Educación más allá del aprendizaje instrumental
El yo interior enraizado en una visión ecológica de la realidad y en la práctica de la autocontención, la compasión y la solidaridad predispone para la constitución de un yo político implicado en el activismo social y la pertenencia a movimientos sociales. Intento responder a estas preguntas: ¿cómo se configura el ser personal para el activismo social?, ¿cómo educar para la formación de jóvenes indignados moralmente?, ¿cómo lograr que sean dichosos en el activismo ciudadano que han de practicar desde la infancia? La profundidad, el pensamiento complejo, el amor político y la alegría dan plenitud. Por ello, la educación desde las sabidurías pretende formar personas equilibradas que vivan la existencia con una armonía entre la dimensión interior y la dimensión sociopolítica de su ser, entre el cultivo del arte y la lucha contra el sufrimiento.
Los sujetos que han de intervenir en la educación son diversos. Una agenda educativa integral requiere la participación de diversos actores. Especialmente importante es la alianza educativa entre familias y profesores. ¿Es posible?, ¿cómo fraguarla?, ¿qué condiciones son necesarias?, ¿qué división social del trabajo educativo ha de establecerse? Los dos capítulos finales están dedicados a responder a estas preguntas. Necesitamos superar los modelos de familias y centros escolares articulados en torno al aprendizaje instrumental para triunfar en el mercado laboral. También tenemos que ir más allá de las innovaciones didácticas desconectadas de los problemas sociales y ecológicos que están destruyendo vida humana y naturaleza. Hemos de centrarnos en la formación de familias y centros de enseñanza ecosociales en los que se difundan las culturas ecológicas, en los que se constituya una subjetividad ecológica articulada por la autocontención, la piedad y la implicación en la acción ecologista.
Nos encontramos, como afirma Zygmunt Bauman, en un momento de ceguera moral ante las catástrofes sociales y ecológicas. La alienación es muy profunda. La salida de la crisis de civilización que atravesamos requiere la reactivación de las sabidurías milenarias y actuales. Una intensa socialización en ellas es imprescindible.
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