Pensar va más allá de una capacidad para poder competir con los demás. Javier López Alós nos describe en su libro El intelectual plebeyo que la vida intelectual no debe quedar reducida a una pedagogía extractivista, donde se extrae nuestra vida desde el rendimiento y la prisa, como si las cosas existieran para ser rebasadas.
Por Manuel Antonio Silva de la Rosa
En la actualidad, a los que queremos dedicar tiempo y espacio para poder pensar, nos arrebata la vida al estar haciendo algo, pero esa rapidez indica solamente un pensar mínimo. El impulso emancipador que tiene el pensar queda simplificado a una técnica competitiva que va sofocando el sentido y la fuerza de nuestra libertad. Para poder comprometernos e implicarnos con honestidad necesitamos estar atentos a las problemáticas de la realidad.
En un contexto donde el ámbito académico nos exige no sólo el dar clases, sino producir cierta cantidad de artículos al año, ir y crear coloquios, presentar proyectos de investigación, hacer informes, papeleo, gestión, sentarse en su escritorio para contestar correos, buscar financiamiento para poder generar proyectos, asistir a reuniones, figurar en comités, etc. —total, son un sinfín de cosas por hacer—, el pensar se acota a una simple gestión de nuestro comportamiento en cada actividad y lugar al que asistimos. Tristemente hemos trasladado el pensar a la simple administración, organización y gestión del aprendizaje.
Este mecanismo en el que nos encontramos anclados lo único que produce es una parálisis vertiginosa. Es un tiempo de prisa donde no hay momento para pensar desde y con los demás. Existe una apariencia de que estamos en movimiento, simulando que estamos construyendo una vida intelectual, recreando la vida, pero en el fondo estamos ajetreadamente dando vueltas en un lugar que se mantiene inmóvil. De esta manera, la dinámica en la que nos encontramos nos demanda que seamos capaces de gestar un pensar original, pero al mismo tiempo pone ciertas dificultades para dejarnos conducir por el devenir del pensar compartido.
El libro de López Alós nos sumerge en esta problemática desde una narrativa crítica. A mi juicio, realiza un análisis asertivo donde desmantela el encumbramiento de los criterios de productividad, además de ver cómo funciona el absolutismo de lo instantáneo o la excepcionalidad de la repercusión pública. En concreto, el autor se embarca en la exploración de las condiciones de posibilidad de una vida intelectual y de una normatividad adecuada a ello. Lo que me llama la atención del libro es que el pensar no es una mera capacidad en donde se pone en juego la competitividad, sino una actividad compartida.
El que piensa está actuando, está realizando una acción, y toda acción significa movimiento y significa transformación. Es un pensar que transforma nuestra vida desde la relación de unos con otros y de unas con otras. En el capítulo cuatro, que lleva por nombre Lo plebeyo como estilo, nos describe el talante que tiene el intelectual plebeyo.
«El intelectual plebeyo no tiene un público propiamente dicho al que dirigirse, cualquiera puede ser parte y él mismo forma parte de esos cualquiera. En otros términos, hay posibilidad, pero no expectativa: no da por sentada la presencia de los otros y, a la vez, nadie lo espera. El encuentro es factible, pero no se toma por garantía y derecho. Desde esta posición difícilmente se oirá al intelectual plebeyo protestar que no se le hace caso, no se le entiende o que el público no está a la altura de su obra».
El autor se embarca en la exploración de las condiciones de posibilidad de una vida intelectual y de una normatividad adecuada a ello. Llama la atención del libro que el pensar no es una mera capacidad en donde se pone en juego la competitividad, sino una actividad compartida
Esta lectura me hizo recordar a un escrito de una maestra querida que tuve en la licenciatura: Eneyda Suñer. Ella dice:
«El pensar en serio es demandante, nos exige tiempo y soledad y el intelectual que vive para el incienso no tiene tiempo, quiere ser el ajonjolí de todos los moles, ser citado, reclamado, escuchado en todos los foros y homenajeado, esto lo hace lector de manuales que le presenten a él ya digerido, aquello que él a su vez va a presentar ultradigerido a los demás, o se vuelve repetidor de lo que leyó y pensó en sus juventudes y que no ha vuelto a replantearse en serio, o, lo que es peor, se hace plagiario de las ideas ajenas que él tiene la facilidad de presentar como suyas sin mucha profundidad, pero presumiendo de una aparente originalidad».
El libro El intelectual plebeyo me invita a reconocer la falta que nos hace pensar desde la honestidad más que desde la carencia del reconocimiento. López Alós señala que el pensamiento es un modo de acción social donde debemos tomar en cuenta la experiencia del tiempo y el espacio y, por otro lado, indaga en la subjetividad del intelectual en cuanto a cuestiones sobre todo de vocación, responsabilidad y estilo. Siguiendo el hilo de lo que desarrolla el autor en la obra, considero que está de fondo la suma importancia de acoger la pregunta dialéctica que desarrolla Gadamer, para quien la clave está en sospechar aquello que dices que sabes.
Es fundamental cuestionar nuestra manera de saber. Se requiere abrir espacio para plantear nuevas preguntas. Para que la resistencia del pensar alegre florezca es necesario cultivar y compartir en un diálogo fructífero la sospecha interna. Si bien es necesario tener tiempo a solas para poder pensar, nuestro pensamiento no puede anquilosarse bajo el solipsismo.
Para que el pensamiento sea creativo, necesita de una resonancia y disonancia, requiere de un diálogo sincero y pausado. Pero este diálogo no es nada más un intercambio de ideas. No se trata de imponer verdades o dominar el pensamiento. El intelectual plebeyo está en el horizonte de nuestras preguntas. Estas preguntas se potencializan en el arte de dejarnos llevar por una conversación. En ese juego dialéctico que tiene la conversación «el preguntar es más un padecer que un hacer. La pregunta se impone; llega un momento en que ya no se le puede seguir eludiendo ni permanecer en la opinión acostumbrada».
El libro El intelectual plebeyo me invita a reconocer la falta que nos hace pensar desde la honestidad más que desde la carencia del reconocimiento. López Alós señala que el pensamiento es un modo de acción social donde debemos tomar en cuenta la experiencia del tiempo y el espacio
Para que la dialéctica del preguntar pueda ponerse de pie necesita del contacto con lo otro. Uno de los elementos importantes que pone López Alós en su libro es la capacidad de atender la vida. Esto me hizo recordar a María Zambrano en Esencia y forma de la atención, donde dice:
«El ejercicio de la atención es la base de toda actividad, es en cierto modo la vida misma que se manifiesta. No atender es no vivir […] La atención es en cierto modo la misma conciencia cuando se despierta. Por difusa que sea siempre tiene un centro, un imán que la fija. Y cuando la atención está, por así decir, suelta, cuando vaga libre en modo espontáneo y casi imperceptible para el sujeto, va en busca de algo. La atención es ávida, hambrienta, como el ser humano, se diría. Cuando la atención se despierta, lo mismo que cuando el hombre se despierta, va hacia algo; no se despierta simplemente, se despierta a, hacia, al encuentro de la realidad y dentro de ella hacia algún punto o aspecto de ella. Y lo cierto es que la atención sólo se fija, sólo descansa de su ávida búsqueda, cuando encuentra algo así como un argumento. Esto es algo que los educadores no deben nunca de olvida».
Termino recuperando lo que Javier López Alós enfatiza en su libro, la importancia del pensar alegre: «Hablaríamos, entonces, de una alegría que brota también del ejercicio del pensar para con los otros y que, al mismo tiempo, produce pensamiento. Se da un efecto transformador en el encuentro con el otro, que me afecta, que nos potencia en el hacer recíproco y que, cuando se produce, llegamos a sentir como verdadera celebración». Celebro con alegría encontrar una amistad intelectual y una confianza mutua de pensar en libertad y cooperación.
Deja un comentario