¿Quién dijo qué? ¿Qué significa esto? ¿De dónde procede aquella otra idea? La filosofía ha aportado infinidad de conceptos y pensamientos que, una vez que han salido del armario del que solo tienen la llave los expertos, han ido enredándose o diluyéndose en el boca a boca. El resultado es que por el camino han perdido su verdad, han llegado a convertirse en una mentira comúnmente aceptada y ampliamente extendida. Ha llegado el momento de remediarlo.
Maquiavelo: ¿el fin justifica los medios?
A pesar de que siempre se le ha adjudicado la frase, Maquiavelo nunca escribió que «el fin justifica los medios», por lo que es injusto merecedor de la sarta de aseveraciones y reproches morales que le propició la errónea adjudicación. Lo más similar que se puede encontrar en la lectura de su obra El príncipe está al final del capítulo XVIII, titulado De cómo los príncipes han de mantener la palabra dada. En él se dice: «Procure pues el príncipe ganar y mantener el Estado: los medios serán siempre juzgados honorables y alabados por todos; ya que el vulgo se deja cautivar por la apariencia y el éxito». ¿Qué ocurrió entonces?
La teoría más extendida es que la frase formaba parte de los comentarios al opúsculo que hizo Napoleón. El 18 de junio de 1815, tras la batalla de Mont-Saint-Jean, aparecen en la carroza del general unos manuscritos con las anotaciones que él había hecho durante la lectura de la ya entonces famosa obra de Maquiavelo. A la frase mencionada, Napoleón comenta: «Triunfad siempre, no importa cómo, y tendréis razón siempre». Es la traducción que aparece en la edición de Espasa Calpe (colección Austral) y que tiene mucho más que ver con la afirmación de que el fin justifica los medios.
En la biografía La sonrisa de Maquiavelo, el autor, Maurizio Viroli, sostiene: «Maquiavelo jamás ha enseñado que el fin justifica los medios o que para el político es lícito aquello que para los demás está prohibido: ha enseñado que quien se propone enseñar una gran finalidad —liberar un pueblo, fundar estados, imponer la ley y la paz donde reinan la anarquía y el arbitrio o rescatar una república corrupta— no debe temer que se lo considere cruel o avaro, sino saber llevar a cabo lo necesario para la obra. Así son los grandes, así quería que fuese un príncipe nuevo—».
«Maquiavelo ha enseñado que quien se propone enseñar una gran finalidad no debe temer que se lo considere cruel o avaro, sino saber llevar a cabo lo necesario para la obra». Maurizio Viroli
Voltaire lo pensaría, pero no lo dijo así
«No comparto tus ideas, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a expresarlas» es una (maravillosa) frase atribuida constantemente a Voltaire, destacado pensador de la Ilustración. Pero lo cierto es que nunca la pronunció ni la escribió. Su verdadera autora es Evelyn Beatrice Hall, escritora británica, autora de una biografía de Voltaire titulada Los amigos de Voltaire escrita más de un siglo después de la muerte del filósofo. ¿Refleja la frase la idea del pensamiento del filósofo francés? Sí. ¿La dijo él? No. Fue Hall quien la usó para describir la manera de pensar y de vivir de Voltaire.
El amor platónico no es un amor imposible
El lenguaje popular utiliza la expresión «amor platónico» para retratar un amor inalcanzable, no correspondido o al que las circunstancias impiden ser. Pero no era esta la idea del amor de Platón. El verdadero amor platónico se refiere al sentimiento hacia otra persona que trasciende la belleza física para llegar hasta el alma. No es un amor imposible de conseguir, sino un amor en el que uno se entrega en cuerpo y alma a la esencia de la persona a la que admira y por la que es admirado. Un amor que va mucho más allá de la mera atracción física. Para Platón, el ser humano busca amar para sentirse completo.
Los cínicos no eran cínicos
El concepto de cinismo se ha ido transformando con el paso del tiempo. Hoy nadie —o muy pocos, o solo los filósofos— califica de «cínico» a alguien cuyo comportamiento o actitud reflejen esta doctrina filosófica, sino a quien resulta falso, a quien dice una cosa y piensa otra o es tendente a no creer en la sinceridad y la bondad humanas. Probablemente hemos escuchado la palabra «cínico» siempre con una connotación negativa: el sinvergüenza, el mentiroso, el hipócrita. Y lo curioso es que, si nos atenemos al papel y la personalidad de los cínicos de verdad, Antístenes, Diógenes, Crates, Hiparquia, Menipo, no es en absoluto exacta.
Los cínicos, del griego kynicos, adjetivo de kyon (perro), fueron conocidos como los «filósofos perros», por el modo de vida sencillo, libre y ajeno a las normas sociales que habían escogido. Podían ser muchas cosas, pero no eran unos hipócritas. Muy al contrario, se contaban entre las personas más brutalmente sinceras de la historia: criticaban sin importar el cargo de su interlocutor, desobedecían toda ley con la que no estuvieran de acuerdo y no adecuaban sus acciones a las ventajas que estas les pudieran provocar. Lo cínicos no se vendían ni hacían la pelota a nadie.
El verdadero amor platónico no es un amor inalcanzable, sino un amor en el que uno se entrega en cuerpo y alma a la persona a la que admira
Diógenes se desprendía de todo
¿De dónde habrá salido la denominación del desorden psicológico conocido como «síndrome de Diógenes»? Este trastorno de la conducta se caracteriza por la acumulación de forma compulsiva de todo tipo de materiales, especialmente inservibles, basura, de manera que los que lo padecen suelen terminar viviendo en condiciones infrahumanas e insalubres.
No deja de tener gracia que deba su nombre a Diógenes de Sínope, un hombre que no es que no acumulara cosas, que jamás las acumuló, sino que despreciaba prácticamente todo. Diógenes no tenía posesiones y defendía justamente lo contrario de este síndrome: despojarnos de todo aquello que fuera innecesario para poder vivir la vida del modo más libre de ataduras posible.
Los cínicos no eran hipócritas; eran brutalmente sinceros: criticaban sin importar quién era su interlocutor, desobedecían las leyes con las que no estuvieran de acuerdo y no adecuaban sus acciones a las ventajas que les pudieran provocar
Los placeres de Epicuro no son los que piensas
Definitivamente, el hedonismo de Epicuro no es el hedonismo tal y como se entiende en la actualidad, ese que inunda instagram con las últimas exquisiteces gastronómicas, cócteles multicolores o lugares de ensueño donde disfrutar de un masaje. El ideal del placer epicúreo es mucho más sencillo (al menos en términos materiales). Basta no temer a la muerte, cultivar la amistad y satisfacer las necesidades más básicas. Sin hambre y sin sed, el seguidor del Epicuro tiene dos terceras partes del cielo de los placeres ganado.
Consciente de que el mundo está lleno de cosas ricas para comer, placeres
—e incluso vicios— para disfrutar, la postura de Epicuro se separa aquí de la de los estoicos y no consiste en pasar impertérrito a través de todo ello, sino retirarse. Él lo hizo literalmente a El Jardín, un espacio un tanto alejado de la ciudad de Atenas, donde fundó su propia escuela.
Deja un comentario