Hablar de filosofía oriental es hablar de muchas y variadas líneas de pensamiento y conducta. Desde las enseñanzas y los rituales del hinduismo hasta la ética de Confucio, pasando por Buda o la Escuela de Kioto, las filosofías orientales nos asombran y seducen y, a pesar de estar inscritas en las creencias más ancestrales del mundo, nos siguen brindando conocimientos y perspectivas fuera de serie. ¿Por qué nos atraen? ¿Qué podemos aprender de ellas? En este dosier, Laura Martínez Alarcón analiza algunas de las más reconocidas.
- ¿Existe una filosofía como tal en la cultura de la India?
- El hinduismo y sus diversas reformas
- Buda, «el que ha despertado»
- Montserrat Simón: «Razón y espíritu son indisociables en la filosofía india»
- Ausencia/esencia, dualidad que define al Lejano Oriente de Occidente
- Un Oriente muy lejano: Confucio y sus Analectas
- Taoísmo, la virtud de la no-acción
- Budismo zen (o Chan) y el cultivo de la duda
- Dejemos una puerta abierta
- Maria Antònia Martí Escayol: «La espontaneidad es lo que permite no alterar el equilibro que rige el universo»
Quizá nos preguntemos por qué nos sorprende tanto el comportamiento del pueblo japonés durante y después de una catástrofe. Seguramente todos recordamos aquellas imágenes del terremoto y posterior tsunami del 11 de marzo del 2011, que provocaron la muerte de más de veintiún mil personas, además del accidente de la central nuclear de Fukushima. ¿Cómo habríamos reaccionado en cualquier país occidental? Probablemente, no del mismo modo en que lo hicieron miles de mujeres y hombres que, ante el desastre, demostraron orden, calma, solidaridad y dignidad.
Bruno Picozzi, periodista italiano afincado en Taiwán, escribió en su momento que «las devastaciones de la naturaleza le han dado a este pueblo un sentido de lo efímero, desconocido a los occidentales». Por su parte, la periodista surcoreana de la CNN, Kyung Lah, señalaba el carácter callado y privado del luto japonés, así como su estrategia de supervivencia que consiste en poner el interés del grupo frente al individual. «Muchos critican [al pueblo japonés] por su respeto a la autoridad, las reglas abundantes y la conformidad, pero ésta es la fibra de cohesión social que mantiene a Japón unido», apuntaba Jeffrey Kingston, un académico de la Universidad de Temple que vive ahí desde 1987.1
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