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F+ El fin de la historia (de Occidente)

La visión posmoderna de la historia, que desde los años 80 del siglo pasado anunciaba el fin de las grandes narrativas, parece hoy estar agotada. Moritz Rudolph y otros pensadores nos invitan a replantear el futuro global, donde China podría jugar un papel central en la construcción de una nueva narrativa mundial.

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Occidente siempre se ha visto así mismo como el motor de la historia e, incluso, ha tematizado su decadencia como el «fin de la historia». Pero ¿y si esto solo significase que la historia tiene otro motor, mucho más oriental? Diseño de Freepik (licencia C.C.).

Occidente siempre se ha visto así mismo como el motor de la historia e, incluso, ha tematizado su decadencia como el «fin de la historia». Pero ¿y si esto solo significase que la historia tiene otro motor, mucho más oriental? Diseño de Freepik (licencia C.C.).

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El fin de la historia posmoderna

En los años ochenta, Lyotard introdujo el concepto de «posmodernidad» para referirse a la crisis de la narrativa moderna. Esta narrativa creía firmemente en el progreso de Occidente, sustentado en valores como la democracia, el liberalismo político o el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Estos ideales, considerados por el filósofo francés como grandes «metarrelatos», prometían resolver problemas históricos de la humanidad: hambre, pobreza, violencia, pestes… Estos problemas fueron resolver de una vez por todas los eternos problemas de la humanidad, como el hambre, la pobreza, la violencia y las pestes. eliminados —o, al menos, aminorados— por el espíritu ilustrado y racional de una época que confiaba en su futuro y su progreso

Sin embargo, las guerras mundiales y las crisis políticas, económicas, sociales y humanitarias derrumbaron ese proyecto moderno. Ante la caída de los metarrelatos modernos, la narrativa histórica contemporánea también entró en una profunda crisis, o, mejor dicho, la forma en que narrábamos o entendíamos el desarrollo de la historia de Occidente comenzó a ser inoperante. La historia dejó de pensarse como un proceso lineal que, superando sus propias negatividades y conflictos, resplandecía en una época mejor que la anterior, en un tiempo que se renovaba y que apuntaba hacia el perfeccionamiento de la humanidad.

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