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Byung-Chul Han: la esperanza como antídoto del miedo

Arthur Schopenhauer sugirió que nuestra vida está marcada por expectativas, proyectando nuestro ser hacia un futuro incierto y lleno de deseos. Esta visión del ser humano como un ente de esperanzas encuentra eco en el pensamiento del filósofo Byung-Chul Han. En su obra «El espíritu de la esperanza», reflexiona sobre cómo la esperanza puede ser un remedio ante la desesperación y la parálisis del presente, proponiendo un camino hacia la acción y la conexión con los demás.

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La esperanza ha venido clásicamente representada en figuras como los pájaros y su vuelo o el mar y su horizonte. Pero, como estos, es también huidiza. Byung-Chul Han recupera este concepto para pensar el presente. Diseño realizado a partir de la imagen de FreePiks y CanvaPro (ambas licencia CC.).

La esperanza ha venido clásicamente representada en figuras como los pájaros y su vuelo o el mar y su horizonte. Pero, como estos, es también huidiza. Byung-Chul Han recupera este concepto para pensar el presente. Diseño realizado a partir de la imagen de FreePiks y CanvaPro (ambas licencia CC.).

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Vivimos en el futuro…

El filósofo alemán Arthur Schopenhauer creía que, por medio del pensamiento, velamos por nuestro futuro e incluso enarbolamos los planes más ambiciosos, viviendo imaginariamente en un tiempo del cual no tenemos certeza de si llegaremos a habitarlo o no.

Es dicho pensamiento el que nos lanza —escribe el filósofo— a «los preparativos más artificiosos, barajando nuestros motivos con mucha anticipación y analizando, por medio de la capacidad reflexiva, qué camino nos convendrá más tomar para lograr nuestros fines».

El ser humano vive en el futuro. Su presente solo parece tener sentido si ve en él una ventaja frente al tiempo venidero. Todo hombre y mujer toma el tren en la estación Desiderata —escribirá algún poeta—, yendo con toda la ilusión a conquistar Arcadia para, al fin, saborear la abundancia, la paz y la armonía.

… y llenos de expectativas

Somos seres de expectativas: los niños esperan con grandes ojos un mejor juguete; los adultos esperamos mejorar nuestra posición social, laboral, económica, personal; yo espero un gran amor… Somos individuos trazados por la esperanza.

En tiempos actuales, la esperanza es un salvavidas para no ahogarse en medio de la crisis. En palabras de Byung-Chul Han, «la esperanza más íntima nace de la desesperación». Este siglo no está exento de desesperación. Es imposible transcurrir por la vida sin el agobio vital en el que parece que cualquier antigua certeza se desmorona.

Por ello, llenarnos de esperanza —consigamos o no lo deseado— es una estrategia contra el pesimismo. Han lo sabe y en El espíritu de la esperanza (Herder Editorial, 2024), una obra muy distinta a todas las anteriores, quiere recuperarla.

El ser humano, siempre proyectado hacia el futuro, vive entre expectativas, planificando sin certeza de alcanzar lo esperado. La esperanza, en tiempos de desesperación, se convierte en una estrategia contra el pesimismo y el desmoronamiento de las certezas del pasado

Byung Chul-Han y la esperanza

esperanza
El espíritu de la esperanza, de Byung-Chul Han (Herder).

En el pasado, Han nos había dejado una filosofía de la catástrofe más cercana al derrotismo y la desesperanza que a lo que podemos leer en su último libro. Esto no significa que se haya vuelto el portavoz de un optimismo estulto o el filósofo de la superación personal, aunque sí parece abrirle paso a una estética existencial y resolutiva, derivada de ese movimiento de búsqueda, deseo y expectativa que pretende «encontrar asidero y rumbo» gracias a la esperanza.

Para Han, la esperanza es una respuesta ante la pasividad, el nihilismo y la abulia que tantas veces devienen al enfrentar una situación o un mundo en crisis. La esperanza también puede ser una medicina ante la parálisis y el miedo que nos causa vivir en una centuria en constante turbulencia.

Asimismo, la esperanza combate las expectativas meramente monetarias, esas que solo dan paso a la autoexplotación y hacen de la vida un proyecto sostenido en fines materiales, despojándonos de la oportunidad de una existencia plena, de una vida armoniosa y con sentido, de una vida con tiempo para ser vivida, con tiempo para amar y fundar un sentido común más allá del consumo de objetos y personas.

Byung-Chul Han ve la esperanza como una respuesta al nihilismo y la parálisis, buscando una vida plena, alejada de la autoexplotación y el consumo material

Esperanza sin autoayuda

El filósofo surcoreano critica así el culto a lo que él llama «la positividad» —concepto que ha explorado múltiples veces en obras anteriores—, como esa forma de ser en la cual el individuo está solo concentrado en su propio éxito, en mostrar siempre a los demás que tiene todo bajo control, que es exitoso, que no necesita de nadie para lograrlo:

«El culto a la positividad aísla a las personas, las vuelve egoístas y suprime la empatía, porque a las personas ya no les interesa el sufrimiento ajeno. Cada uno se ocupa solo de sí mismo, de su felicidad, de su propio bienestar».

La positividad le da la espalda a las carencias, tanto propias como ajenas. Es la confirmación del narcisismo. Por ello, para Han, la esperanza es la nación de la confianza, creer —desde la consideración consciente y reflexiva— que, a pesar de la amenazante posibilidad de la catástrofe, podemos tomar riesgos y atrevernos a elegir.

Porque la esperanza es contraria al miedo y a la angustia; estas «tienen cerradas las puertas al futuro como ámbito de posibilidades, no son previsoras ni tampoco visionarias». En cambio, la esperanza nos da una óptica del futuro, nos abre las puertas a lo que aún no nace, a lo que podría nacer, a lo que aún se está gestando y podría —o no— funcionar.

La esperanza confía, pero sin ser ingenua; es proactiva en construir un futuro, es valiente porque no permite sucumbir a la fatalidad, incluso, del peor problema. La esperanza «nos permite actuar aunque haya cosas que no sepamos [nos lanza a] entablar una relación positiva con el otro, aunque no lo sepamos todo de él. La confianza nos permite actuar aunque haya cosas que no sepamos. Si lo supiéramos todo, no haría falta confiar».

Han critica el culto a la positividad, que aísla y reduce la empatía, y propone la esperanza como una fuerza proactiva que, aunque consciente de las incertidumbres, nos impulsa a actuar y confiar en el futuro

Concebir una vida con «esperanza» es también concebirla sin soledad, saber que el prójimo también tiene negatividades y conflictos que consignan todo existir, pero ello no nos habrá de encerrar en el pesimismo y tormento personal. Se habrán de buscar los medios para resolverlo, pero sabiendo que dentro de esos medios, los otros también nos pueden ayudar: «La esperanza no aísla a las personas, sino que las vincula y reconcilia».

El prójimo, a veces, puede ser un ancla, un símbolo de esperanza que nos fije a la vida, que nos dé valor en medio de la tempestad: «El sujeto de la esperanza es un nosotros», dice Han. Yo pensaría en un fragmento de Jovanotti, quien escribe: «El alma es pesada para cargarla solo / toma algo de la mía / dame un poco de la tuya / y abrázame fuerte».

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