El hombre como maldición del mundo; esa es una de las afirmaciones que Helene von Druskowitz incluye en el libro que ha publicado la editorial Taugenit. Con él recupera la obra de esta filósofa de finales del XIX y principios del XX atea, pesimista, feminista y con polémicas aportaciones a la guerra de sexos.
Por Pilar G. Rodríguez
Y más allá de catalogar al hombre —no equivalente a ser humano, en esta ocasión, sino a varón— como una maldición, ella propone su erradicación y lo lleva al título de uno de los capítulos de sus Escritos sobre feminismo, ateísmo y pesimismo. Para Helene von Druskowitz, estos tres campos están relacionados y el nexo de unión es el hombre. Con todas sus imperfecciones y sus privilegios, él es la causa del pesimismo y del ateísmo: «En la concepción del hombre radica el centro de gravedad del pesimismo. En la crítica de la bajeza del hombre culmina la única, verdadera y correcta aclaración del mundo». En ella se extiende con detalle. El feminismo radical de Helene Von Druskowitz considera al varón un eslabón intermedio entre el animal y el ser humano; ella se mete tanto con sus capacidades intelectuales, como puramente con su físico. De él afirma que «no encaja en el marco de un mundo dotado de razón. Pues es demasiado rudo y mendaz; su pensamiento es demasiado defectuoso y laberíntico, y su fealdad exterior demasiado evidente, como para que sea capaz de dominar con delicadeza la vida». Lo llama asesino, demonio, mercachifle, «adversario innato de la razón y de la humanidad» y de la historia, de la que afirma ser «la historia de los hombres y por eso, es extremadamente tosca».
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