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Hombres, mujeres y Helene von Druskowitz

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El hombre como maldición del mundo; esa es una de las afirmaciones que Helene von Druskowitz incluye en el libro que ha publicado la editorial Taugenit. Con él recupera la obra de esta filósofa de finales del XIX y principios del XX atea, pesimista, feminista y con polémicas aportaciones a la guerra de sexos.

 Por Pilar G. Rodríguez

Escritos sobre feminismo, ateísmo y pesimismo, de Helene von Druskowitz (Taugenit).
Escritos sobre feminismo, ateísmo y pesimismo, de Helene von Druskowitz (Taugenit).

Y más allá de catalogar al hombre —no equivalente a ser humano, en esta ocasión, sino a varón— como una maldición, ella propone su erradicación y lo lleva al título de uno de los capítulos de sus Escritos sobre feminismo, ateísmo y pesimismo. Para Helene von Druskowitz, estos tres campos están relacionados y el nexo de unión es el hombre. Con todas sus imperfecciones y sus privilegios, él es la causa del pesimismo y del ateísmo: «En la concepción del hombre radica el centro de gravedad del pesimismo. En la crítica de la bajeza del hombre culmina la única, verdadera y correcta aclaración del mundo». En ella se extiende con detalle. El feminismo radical de Helene Von Druskowitz considera al varón un eslabón intermedio entre el animal y el ser humano; ella se mete tanto con sus capacidades intelectuales, como puramente con su físico. De él afirma que «no encaja en el marco de un mundo dotado de razón. Pues es demasiado rudo y mendaz; su pensamiento es demasiado defectuoso y laberíntico, y su fealdad exterior demasiado evidente, como para que sea capaz de dominar con delicadeza la vida». Lo llama asesino, demonio, mercachifle, «adversario innato de la razón y de la humanidad» y de la historia, de la que afirma ser «la historia de los hombres y por eso, es extremadamente tosca».

Helene von Druskowitz sobre el hombre: «Su pensamiento es demasiado defectuoso y laberíntico, y su fealdad exterior demasiado evidente, como para que sea capaz de dominar con delicadeza la vida»

Helene von Druskowitz en cuatro datos

1 Nacida en Viena el 2 de mayo de 1856, ella misma al recordar su infancia se catalogaba como una niña superdotada por sus capacidades intelectuales.

2  Se trasladó a Zúrich para estudiar filosofía, filología, arqueología e idiomas. En 1878, con veintidós años, conseguiría el título de Doctora en Filosofía, siendo la primera mujer austriaca en lograrlo.

3 Viaja, escribe, investiga y se relaciona con la intelectualidad de la época, Nietzsche incluido; con él mantendrá un duro enfrentamiento. Bebedora, fumadora y lesbiana, se declaraba «anormal» con orgullo.

4 Presa de alucinaciones y con un diagnóstico de megalomanía y misandria fue internada en 1891 en un psiquiátrico, donde permaneció casi tres décadas hasta su muerte en 1918.

Pero, además de la razón del pesimismo, el hombre para Helene von Druskowitz es la causa del ateísmo, ya que no solo el mundo y la historia están hechos a la medida de los varones, sino que Dios sería también «un producto del cerebro masculino, lleno de extravíos y errores» con el que sería conveniente acabar. De ahí su decida apuesta por el ateísmo.

Con todo, esta polémica pensadora austriaca debía de considerar que el hombre no era por completo una batalla perdida y se permitió en su obra algunas exhortaciones que incluyó bajo el título Panel de los hombres. Proposiciones normativas para el sexo masculino. Se trata de doce recomendaciones aquí reelaboradas hasta dejarlas en un decálogo.

10 mandamientos para los hombres

1 Tenéis que reflexionar a fondo sobre vosotros mismos y reducir vuestra arrogancia.

2 Dejad que, en lugar de vuestra autoafirmación y amor propio, haga acto de presencia un juicio pesimista; poneos a prueba, investigaos sin miramientos y rebosaréis de odio contra vosotros mismos y vuestra existencia.

3 Examinaos por dentro y encontraréis un sujeto lleno de errores básicos, de necedades y de locuras, cargado de una pedantería pesada y penosa, que tropieza a cada paso.

4 Mirad en vuestro interior y os daréis cuenta: (…) sois los seres más violentos que existen.

5 No debéis tomar decisiones ni realizarlas sin consultar a la otra mitad del género humano. Si obráis de otro modo, seréis la arbitrariedad y la tiranía mismas.

6 ¡Devolved a las mujeres todo su derecho; no viváis más tiempo de su honra (…); liberadlas de vuestra inmediata presencia; no perjudiquéis más su salud; dejadlas ser para sí mismas; dejadlas vivir en sus propios distritos de las ciudades, como sacerdotisas de su sexo!

7 ¡Dejad que las mujeres ocupen por sí mismas su propia esfera! Las mujeres han de ser sus propias educadoras, maestras, médicas, economistas y funcionarias de rango superior.

8 En todos los campos, y no solo en ámbitos aislados, debe abrirse camino la fuerza de las mujeres. Primeramente, no puede constituirse ningún comité sin que las mujeres sean consultadas, o se anuncie su ingreso. Todas las asambleas y representaciones de cada ciudad y región han de tener su correspondiente cuota de mujeres.

9 Tenéis un montón de cosas que reconstruir y transformar desde la base, y muy especialmente, el poder mundial que habéis creado, desde sus fundamentos.

10 ¡Como recompensa, os invito a que participéis de los beneficios que implica la costumbre de tener una conciencia pura, un cielo más claro y la conciencia de haber pensado y actuado como filósofos de la más pura raza, una reputación con la que, seguramente, ni habíais soñado!

Ese último punto del decálogo es en el que Von Druskowitz afloja algo y muestra cierta estima por el hombre; únicamente los escasos ejemplos que merecen la pena entre ellos son quienes se acercan a la filosofía. Del filósofo, un caso de rara avis y de fenómeno extraordinario, escribe que «actúa como un bálsamo, porque se encuentra en camino hacia la verdad».

Antes de pasar a sus opiniones sobre las mujeres, la austriaca se reafirma a sí misma: «Todas las afirmaciones que me veo obligada a lanzar contra el sexo masculino, sus aspiraciones y sus obras, se basan en la verdad»

Ellas, guías de la muerte

Las mujeres son las que, según Von Druskowitz, encarnan únicamente lo humano. Seres dignos y preciosos, representan una estirpe más perfecta y más noble. Como explica el profesor Manuel Pérez Cornejo en la introducción al texto, «para Druskowitz, no existe la especie humana, sino que hay dos especies: la masculina y la femenina, y la primera ha corrompido el apelativo ‘humano’, dominando a las mujeres, cuyo origen era distinto, pues provenían del mar (la autora no aclara de un modo preciso de dónde extrae esta afirmación, de tintes mitológicos)».

Para la pensadora austriaca, la superioridad de las mujeres radica en su capacidad para optar por la muerte. Si tradicionalmente se ha exaltado en las mujeres la capacidad de dar vida, Von Druskowitz —enemiga del matrimonio y la reproducción— se fija en la opción de rechazarla, de actuar como «como seres superiores» que atienden a «su elevada misión, como sacerdotisas de su sexo, como nobles por naturaleza. Con la percepción de la ley vital superior, llegará a hacerse al mismo tiempo completamente claro también su destino filosófico, el cual se ve en que ellas aparecen como guías en la muerte».

Si tradicionalmente se ha exaltado en las mujeres la capacidad de dar vida, Von Druskowitz —enemiga del matrimonio y la reproducción— se fija en la opción de rechazarla y optar por la muerte

Alejados de estos propósitos catastrofistas, diversos diagnósticos de esta autora casan bien con la actualidad y empuje del feminismo, al que llama «el ideal más sagrado de la época moderna». Y añade: «Que los nobles derechos naturales de las mujeres hayan sido descubiertos tan tarde lanza una terrible luz sobre la, así llamada, historia del progreso humano».

Rescatable en todo o en parte, el controvertido legado de esta pensadora, oculto por el paso de los años, resurge en la actualidad con afirmaciones o intuiciones que pueden seguir resultando discutibles. La buena noticia es justo esa; que se puede discutir sobre sus ideas porque se conocen y porque se conoce a Helene von Druskowitz.

10 mandamientos para las mujeres

1 ¡Tenéis que ser fieles a vosotras mismas!

2 ¡No debéis tender hacia Dios! Pues Él no es más que un producto del cerebro masculino, lleno de extravíos y errores. Os basta con perfeccionar el interior.

3 El hombre no es, ni en sí mismo ni por sí mismo, ningún ejemplo aceptable, estando, por su apariencia sexual, muy por debajo de los mismos animales domésticos y siendo completamente indigno de su mujer.

4 ¡Sentíos, por vuestra indisputable belleza, dulces maneras y claridad de espíritu como seres naturalmente superiores!

5 ¡Odiad a los hombres y al matrimonio!

6 Tenéis que declarar nula toda religión, o cualquier cosa que se le parezca… Pues esa religión habría de ser otra vez optimista, mientras que la sabiduría de la mujer es ética y pesimista.

7 Emprended una lucha sagrada contra el mundo masculino, para recuperar la honra y la libertad que habéis perdido.

8 ¡Exigid vehementemente vuestra participación en la jurisdicción del Estado! Exigid con energía el acabamiento del Estado masculino, unilateral y eternamente regido de forma poco equitativa.

9 Allí donde lleguen a discutirse asuntos o casos relacionados con las mujeres, no solo debe tenerse en cuenta el consejo femenino, sino que las mujeres han de llevar la voz cantante, o, mejor dicho, son las que han de decidir.

10 Fuera de la conquista y afirmación de vuestros derechos, vivid en la simpatía por vuestro sexo (…) para fundar el señorío de las mujeres y asegurar dignamente el sacerdocio de las mismas.

Para saber más… La vida de Helene von Druskowitz

3 Comentarios
  • Hola. Debo reconocer que hasta el día de hoy conozco sobre Helen. El artículo está muy bien logrado y motiva a conocer más sobre esta filósofa, tan desconocida, como reconocida es Simone de Beauvoir. ¿Por qué es así? Me gustaría saberlo.

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