¿Qué tienen en común Jacques Derrida, Emmanuel Levinas, Zygmunt Bauman y Étienne Balibar? Todos ellos han servido de ejes para vertebrar los conceptos de este libro compilatorio editado por la filósofas Rosa Benéitez y Virginia Fusco, Hospitalidad: lo otro y sus fronteras. El monográfico recoge siete artículos de distintos filósofos y filósofas de Europa que abordan desde diferentes disciplinas ideas como la frontera, la vulnerabilidad, el refugio, la hospitalidad y la alteridad.
Por Mercedes López Mateo
En la última década, cuentan las editoras, hemos visto cómo se han multiplicado los desplazamientos forzados, las muertes en el mar y, con todo ello, un discurso de ineficaz indignación frente a esta crisis humanitaria. Y no solo esto: «La aparente incapacidad de dar respuesta a estos fenómenos globales, que invierten no solo las fronteras físicas, sino también las simbólicas con las que organizamos nuestra idea de humanidad, ha desembocado en la proliferación de distintas formas de nacionalismo con sus corolarios racistas, xenófobos y, a menudo, fascistas».
Es precisamente en esta dualidad entre lo físico y lo simbólico en la que se mueve Hospitalidad: lo otro y sus fronteras. Gracias a la asunción de que esta coyuntura no puede ni pensarse ni resolverse desde una única perspectiva o área académica podemos encontrar gran variedad de análisis y propuestas que van desde la política y la antropología hasta la estética o la metafísica.
Así, algunos de los artículos son más «tangibles», como el de Sandro Mezzadra o el de Almudena Cortés y Beatriz Moncó, donde se aterriza la realidad de la migración desde datos concretos y perspectivas más cercanas a la sociología y a la política que no pierden de vista que detrás de la teoría hay seres humanos sufriendo.
Mezzadra nos invita a repensar con él la concepción de ciudadanía y de derecho para tensar las ideas que hemos asumido al hablar de «derecho de fuga» o un invento como la «visa temporal por razones humanitarias». En definitiva, una reflexión en torno a la subjetividad jurídica y política desde la contingencia material.
Desde una perspectiva similar, Cortés y Moncó aportan datos escalofriantes sobre la situación que sufren las mujeres migrantes en los procesos de solicitud de asilo y de desplazamiento. Su artículo es un desvelamiento de un acertijo, de un juego de palabras: nos explican que calificar de «emergencia humanitaria» la cuestión de la migración implica un viraje muy drástico en la gestión política del asunto.
Abordar este problema desde la urgencia y las respuestas inmediatas nos da a entender «que son fenómenos aparentemente repentinos e impredecibles ubicados en el presente de forma transitoria. Es decir, lo humanitario sirve de coartada para separar las causas directas de sus consecuencias». Esta retórica genera muchos daños colaterales, entre ellos, explican, la poca atención que se presta a la violencia de género que sufren las mujeres refugiadas.
En cuanto al orden simbólico, no solo encontramos artículos puramente filosóficos, sino también otros bellísimos que nacen de la literatura. Este es el caso de los escritos de Ana Mª Manzanas –centrado en The Boundary de Jhumpa Lahiri– y de Paula Barba –sobre The Book of Grace de Suzan-Lori Parks—. En ambas la cuestión es similar: se preguntan por qué sucede cuando la frontera como límite exterior acaba por interiorizarse.
«La frontera, en cuanto sistema y máquina, desestructura a los que pasan por ella y los priva de subjetividad y de identidad». Ana Mª Manzanas
Estar «dentro» de un espacio, ocuparlo físicamente, no equivale a pertenecer a él. La frontera geopolítica, en la partición de lo sensible —concepto que Manzanas toma de Rancière—, pasa al orden de lo cotidiano. «La frontera, en cuanto sistema y máquina, desestructura a los que pasan por ella y los priva de subjetividad y de identidad». Además de explicitar el poder de la escritura como acto de resistencia en el discurso, en las dos obras encontramos un «perpetuo extraño», un outsider que no abandona su diferencia y no cede a convertirse en una «propiedad» del huésped.
Por último, encontramos unos análisis más delimitados al rigor puramente filosófico que exploran los conceptos de hospitalidad, de refugio/refugiado y de identidad y opacidad. Domingo Hernández nos plantea si es posible concebir una «hospitalidad perfecta», es decir, una que se abra y se entregue sin esperar nada a cambio, sin guardar la esperanza de una reciprocidad o contra-don futuros. «La verdadera hospitalidad, completa, debe dejarse desbordar por el otro, sea este el que sea».
La otra cara de la hospitalidad esconde ideas tan curiosas como la «hospitalidad condicionada», aquella que solo juega en igualdad si hay también una compensación o si se juega bajo sus normas, mostrando una jerarquía en la que el huésped es el que tiene la sartén por el mango. El «mientras vivas bajo mi techo, harás lo que yo diga» que tan «familiar» nos suena.
David Navarro, en Vidas a la intemperie, nos sitúa frente a un espejo para recordarnos que la condición humana está en todos «desnuda, despojada de la ilusión de seguridad y expuesta frente al abismo de su extrema vulnerabilidad». Chocarnos de frente con un «otro» refugiado es chocarnos con este espejo, recordar cómo somos debajo de nuestros privilegios. Esta toma de consciencia, recalca Navarro, es imprescindible: sin reconocimiento de la fragilidad no puede darse la dominación, pero tampoco la protección. «Sin consciencia de la intemperie no hay refugio posible».
El cierre del monográfico viene de la mano de Carmen González, quien desentraña las aporías metafísicas detrás de la cuestión política del «otro». Desde Derrida y Glissant explica cómo la hospitalidad, al ser entendida como un modo de relación, no solo define al que está afuera, sino también a ese «nosotros» que acoge. Esto permite dejar de dar por hecho que hay un individuo previo, ya existente, que es el que señala y etiqueta al otro como extranjero.
«Sin consciencia de la intemperie no hay refugio posible». David Navarro
Esta idea viene acompañada de lo que Glissant denomina «derecho a la opacidad», es decir, reconocer «nuestra ceguera ante las propiedades del otro». El reconocimiento, bien intencionado por supuesto, de la diferencia parte de una concepción de la alteridad como el complemento, la opción B, lo secundario. De esta manera, reclamar la opacidad implica sacar a relucir que pensar la identidad del «uno» y del «otro» no es tan sencillo ni abarcable como hemos estructurado hasta ahora.
En definitiva, Hospitalidad: lo otro y sus fronteras es una fantástica oportunidad para reconocer la vulnerabilidad de aquel irreductible que tenemos delante y la nuestra propia y pararnos a pensar cómo acogemos al que pide refugio, material o simbólico, en nuestra vida: ¿con condiciones o con los brazos abiertos? Solo así será posible comenzar a construir una humanidad sustentada en una férrea base moral. Una lectura muy recomendable.
Para saber más… Somos siempre con el otro
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