Desde su especialidad en teoría política, Judith Shklar hizo filosofía del y desde el presente, si bien transmitiendo el pensamiento del pasado, aquello que no debía ser olvidado. Su principal empeño fue el de permitir que quienes la escucharan tuvieran la oportunidad de asomarse a lo que el tiempo anterior había dado de valioso y enriquecedor.
Por Carlos Javier González Serrano
Judith Shklar (1928-1992) nació en Riga, Letonia, con una juventud marcada por las constantes huidas —a causa de su origen judío— que la llevaron por todo el mundo. Tras doctorarse en Harvard, Shklar se convirtió en la primera mujer catedrática del Departamento de Ciencia Política de aquella prestigiosa universidad, aunque nunca alcanzó la fama de otras figuras masculinas como John Rawls o Robert Nozick. En 1990 llegó a ser la primera presidenta de la Asociación Americana de Ciencia Política.
El planteamiento filosófico-existencial de Judith Shklar queda claro en una cita que merece la pena recordar por entero (Vicios ordinarios, 1984): «La función de la teoría política consiste en hacer que nuestras conversaciones y convicciones sobre la sociedad que habitamos sean más completas y coherentes, así como revisar críticamente los juicios que normalmente hacemos y lo que de forma habitual vemos como posible». Un fragmento que bien podría servir como lema de cualquier filosofía: reflexionar sobre el presente para pensar nuestra circunstancia (individual y social) y, desde ella, formarse un juicio crítico desde el que poder actuar de manera consecuente.
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