El que no sale jamás de Königsberg. El reconciliador de escépticos y dogmáticos; del empirismo y el racionalismo. El que despierta del sueño dogmático gracias a Hume. Artífice del juicio sintético a priori, por necesitar un conocimiento seguro después de la condena de la causalidad humeana. Diseñador del giro copernicano de la filosofía. El que construye para destruir después, y viceversa. Quien condena al ostracismo a la metafísica, fuera de la ciudad del conocimiento, por no ser su objeto fenómeno sino noúmeno, y quien vuelve después a ella por la vía práctica. El Kant de carne y hueso, de corazón y de cabeza. El hombre Kant, como diría Unamuno.
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