Hoy se cumplen 500 años de la muerte del genio del Renacimiento. A golpe de ideas y bocetos, Leonardo da Vinci transformó su época y el futuro. ¿Será esto suficiente como para poder denominarlo «filósofo»?
Por Pilar G. Rodríguez
Lo de ser un hombre o una mujer del Renacimiento debe de ser por Leonardo da Vinci, si con esa expresión nos referimos a alguien interesado por todos los saberes, activo en sus múltiples facetas y bueno en gran parte de ellas. Así era Leonardo da Vinci (1452-1519), de cuya muerte se cumplen hoy, 2 de mayo, 500 años.
Con su talento en el arte, la ciencia, la ingeniería, la música, la física, la anatomía, entre otras disciplinas, fue capaz de alumbrar una producción tan vasta y variada que hoy día sigue pareciendo inexplicable. Algo pueden aclarar sus libros de notas llenos de bocetos, apuntes, fórmulas matemáticas y diseños verosímiles e inverosímiles, todos útiles por igual, ya fuera en la Italia de su época o en un futuro al que él echó el lazo. Imaginó y diseñó numerosos inventos; algunos rudimentarios e incluso fallidos, sí, pero fueron los primeros destellos de las nuevas ideas que cambiarían el mundo, como el carro autopropulsado, la máquina de volar o el caballero robot. En este punto, un paréntesis con el interrogante de si no se puede llamar filósofo a alguien que cambió el mundo con sus ideas. Si se puede, Leonardo da Vinci lo fue por transformar el periodo en el que le tocó vivir y repercutir en el futuro a golpe de pensamiento y dibujo.
Dos ideas decisivas: necesidad y proporción
Como se explica en El imaginario de Leonardo –catálogo de la exposición que la Biblioteca Nacional de España organizó en 2012 alrededor de los Códices Madrid–, en el Renacimiento, la razón empieza su recorrido triunfal hacia el dominio de la filosofía y la ciencia que cristalizará en el XVII con la aparición del racionalismo y el empirismo. Leonardo es un hombre de razón que quiere comprender el mundo a través de esta. «A su juicio, la aplicación de la razón, suprema facultad de la mente humana, permite conocer los principios universales que rigen el universo. Dos de ellos, la necesidad y la proporción, llamaron poderosamente su atención», explica en el mencionado catálogo Elisa Ruiz, comisaria de la muestra.
De la primera pensaba que era la guía de la naturaleza. Leonardo entendía la «necesidad» relacionada con la virtud en una asociación que recuerda a Aristóteles. Según el filósofo, la virtud se da cuando una entidad realiza la función que le es propia de forma perfecta. Pues bien, Leonardo entiende la necesidad-virtud como la forma en la que los elementos que integran el universo se acomodan perfectamente a su función en la naturaleza. Siguiendo esta misma lógica, para alcanzar un fin o una función determinada, lo más preferible será siempre el diseño más simple. Y así exclama:
¡Oh, investigadores de cosas! No presumáis de conocer las cosas que la propia Naturaleza manifiesta de manera ordinaria, sino alegraos de conocer el fin de aquellas cosas que son ideadas en vuestras mentes.
París, Bibliothèque de l’Institut de France. Codex G, f. 47r.
Leonardo, siguiendo a Aristóteles, entiende la necesidad-virtud como la forma en la que los elementos del universo se acomodan perfectamente a su función en la naturaleza
La otra idea, la proporción, tiene su plasmación artística en el llamado Hombre de Vitruvio, cuyo nombre deriva de los textos de arquitectura del famoso arquitecto romano, que Leonardo estudio con detenimiento y fascinación. Tenía múltiples aplicaciones en las matemáticas, la música, la arquitectura, etc., y como Leonardo se interesaba por todos esos campos, no pudo más que interesarse también con pasión por esa idea que vertebra también gran parte de su producción.
Anunciando el empirismo
La importancia que le daba a la razón y a la experimentación como método para avanzar en el trabajo intelectual hace de Leonardo da Vinci un anunciador de corrientes filosóficas como el RACIONALISMO y el empirismo. Así se muestra en estas frases, que constituyen verdaderos aforismos:
- La sabiduría es hija de la experimentación.
- Antes de que tú enuncies una ley general a partir de un caso, pruébalo dos o tres veces y observa si las pruebas producen efectos similares.
- La ciencia es el capitán y la práctica son los soldados.
- Aquellos que se enamoran de la práctica sin ciencia son como el marinero que entra en una nave sin timón ni brújula.
- No hay en la naturaleza ningún efecto sin causa; una vez que se conoce la causa no es necesario practicar la experimentación.
- Todo nuestro conocimiento tiene su origen en las percepciones.
Cuadernos de notas
Pocos desconocerán el nombre del autor de La Gioconda o Mona lisa, por citar su obra más famosa o una de las más famosas. Pero no es tan popular la producción que dejó en forma de cuadernos o apuntes, manuscritos de gran valor, ocultos y dispersos por diversas bibliotecas e instituciones en todo el mundo como el Códice Atlántico, que se guarda en la Biblioteca Ambrosiana de Milán; los manuscritos de Francia, en el Institut de París; los del Castillo de Windsor, el Victoria and Albert o la British Library en Inglaterra; o los Códices Madrid, descubiertos en la década de los 60 en la Biblioteca Nacional de España que se exponen hasta el 19 de este mes en dicha sede.
Como recuerda el profesor Miguel Ángel Contreras López en el artículo de la revista Descubrir el Arte, donde se recordaba el V centenario de su muerte: «Nada de lo escrito por Leonardo fue publicado ni estudiado hasta el siglo XIX. Mientras los manuscritos de Leonardo acumulaban polvo en antiguas bibliotecas europeas, Galileo Galilei era celebrado como el «padre de la ciencia moderna». Capra, en su famoso libro La ciencia de Leonardo, sostiene que el verdadero fundador de la ciencia moderna fue Leonardo da Vinci».
El físico austriaco Fritjof Capra sostiene en su obra La ciencia de Leonardo que no fue Galileo, sino Leonardo, el verdadero fundador de la ciencia moderna
Tierra, agua, aire y fuego
La mezcla de conocimiento e intuiciones convirtió sus ideas en inventos de todo y para todo. Sus diseños abarcan desde máquinas para la fabricación de medallas, monedas o placas hasta otras que introducían avances en la industria textil, pasando por artilugios para la estampación y otros más domésticos, como puertas con mecanismos automáticos, lámparas, muebles y hasta un asador y una prensa para la producción del aceite de oliva. Esto en el plano más doméstico y terrenal, pero Leonardo tiene inventos que acompañan a los otros elementos.
A la conquista del cielo, una de sus obsesiones, Leonardo elaboró complejos artilugios: alas mecánicas inspiradas en las de los pájaros, telas extendidas para aprovechar el viento…
Respecto al agua, estuvo a la altura de los mejores ingenieros hidráulicos de la épocas. Mejoró las estructuras existentes –molinos, pozos, bombas–, pero su proyecto más ambicioso fue el encargo de desviar el curso del río Arno para que este fuese navegable hasta Florencia.
Capítulo aparte merece la atención que Leonardo le prestó a las artes de la guerra. Él mismo las exhibió cuando se autopresentó al duque de Milán Ludovico Sforza, «el Moro». Conocemos el texto gracias al Códice Atlántico. Allí, Leonardo explica su capacidad y potencial para diseñar máquinas de guerra. Si en el capítulo de la conquista del cielo Leonardo se considera uno de los padres (o abuelos) del helicóptero, sobre el terreno bélico figura como antecedente de ametralladoras, cañones y tanques, además de perfeccionadas ballestas y catapultas capaces de arrojar múltiples proyectiles.
Los Códices Madrid y la exposición de la BNE
Los Códices Madrid I y II constituyen el corazón de la exposición que desde finales del año pasado y hasta el 19 de este mes se puede ver en la Biblioteca Nacional Española, en Madrid. Son dos manuscritos excepcionales, obras ya de su madurez, que llegaron a España de la mano de Pompeo Leoni, escultor de Felipe II y fueron encontrados en los archivos de la Biblioteca a mediados de la década de los 60 del siglo pasado.
El Códice Madrid I es un tratado técnico que contiene una selección de sus principales logros científicos y artísticos. «La calidad del aparato icónico y el interés de los textos explicativos lo convierten en una fuente indispensable para conocer el funcionamiento de una mente prodigiosa. Es uno de los más bellos autógrafos conservados. Probablemente el maestro se proponía publicar esta obra por medios mecánicos. La intencionalidad del autor resulta evidente gracias a la invocación dirigida a un eventual lector al principio del manuscrito», declara la catedrática de paleografía Elisa Ruiz, responsable de la muestra.
El Códice Madrid II es un ejemplo característico del tipo de cartapacio o zibaldone utilizado por Leonardo. Se trata de un cuaderno de trabajo en el que va anotando toda clase de asuntos. En esas páginas desarrolla, entre otras cosas, la problemática del vuelo artificial pilotado, explica un original sistema de reproducción simultánea de escritos e ilustraciones mediante planchas metálicas, incluso levanta acta de un importante hallazgo: «En la noche de san Andrés encontré la solución final de la cuadratura del círculo cuando ya se terminaba la vela, la noche y el papel en el que escribía, al filo del amanecer».
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