La filósofa argentina Macarena Marey explica que no es que el consenso sea malo, sino que lo importante es evitar que se convierta en un objetivo a conseguir de cualquier modo, en un imperativo generador de normas y exigencias injustas que pesen sobre la participación y afecten negativamente a unas personas más que a otras. «La democracia no debería ser una fiesta de cumpleaños a la que invitamos solo a quienes nos caen bien», dice en esta entrevista.
Por Luciana Wisky
Macarena Marey es especialista en historia de la filosofía política y teorías de la democracia. La filósofa argentina sostiene que «no hay, en rigor, tradiciones filosóficas que no sean un invento retrospectivo de quienes periodizan y jerarquizan los pensamientos desde un punto geográfico determinado. Decidir inscribirse en una tradición implica una lectura evaluativa determinada sobre el pasado filosófico».
Marey es profesora de Filosofía política en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad Nacional de Lanús e investigadora adjunta de CONICET, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en Argentina. Sus investigaciones se centran en la soberanía popular y el rol de las religiones en la formación de la voluntad pública. Se acaba de publicar su libro Teorías de la república y prácticas republicanas, en la editorial Herder, y Voluntad omnilateral y finitud de la tierra, en la editorial La Cebra.
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