La filosofía es una herramienta interesante que nos permite mirar con mayor profundidad lo que sucede a nuestro alrededor. Hoy, además, las redes sociales permiten divulgar esas reflexiones a nivel mundial. El filósofo y profesor de Ética Miguel Ángel Quintana Paz es un buen ejemplo de cómo ambas disciplinas pueden unirse. Hablamos con él de todo eso en esta entrevista.
Por Jaime Fernández-Blanco Inclán
Una de las grandes bazas del pensamiento filosófico es que nos permite lanzar una mirada global a la actualidad, dándonos una perspectiva más general de la que suelen darnos otras ramas del conocimiento, quizá porque estas se ven encajonadas por los límites que les marcan sus diferentes materias. El primero ofrece una mirada amplia y unificada, mientras que las segundas observan más en profundidad; de ahí la necesidad de ambas.
Por otro lado, el auge de las nuevas tecnologías nos ha dado un volumen de información absolutamente brutal, pues permiten leer y escuchar todo tipo de voces sobre lo que ocurre en el mundo. Y sí, mucho de lo que nos llega nada más que produce ruido y confusión, pero también es cierto que ese entorno nos da la oportunidad de acceder, casi de tú a tú, a profesionales y gente cultivada a la que merece la pena conocer para observar otros puntos de vista sobre lo que ocurre a nuestro alrededor.
Un ejemplo de todo esto es Miguel Ángel Quintana Paz, filósofo, profesor de Ética y Filosofía Social en la Universidad Europea Miguel de Cervantes, de Valladolid (España), y firma en diferentes medios de comunicación (The Objective, Vozpópuli, El Mundo, El País, El Español, ABC, etc.), donde ha aportado una mirada diferente a la actualidad, con el pensamiento crítico como telón de fondo. Hablamos con él antes del confinamiento.
A lo largo de la historia observamos que, en la cultura, la filosofía, las artes, etc., se han desarrollado movimientos que oscilan entre la primacía de la razón y la primacía de la pasión. Una especie de péndulo que ha ido dando mayor importancia a las emociones o a la racionalidad según fuera el caso. ¿Nos encontramos ahora en plena etapa de efervescencia sentimental?
Así lo creo. Lo curioso es que esta efervescencia sentimental —como me encanta que usted la llame— tiene sus raíces en una época que tradicionalmente se ha vinculado con todo lo contrario: el más neto racionalismo. Hablo de la Ilustración del siglo XVIII. Es entonces cuando filósofos de lo más variopintos (Adam Smith, Rousseau, Hume, Montesquieu), buscando un fundamento para la ética que se desmarque de toda referencia a Dios, creen encontrarlo en emociones como la compasión, la simpatía natural entre todos los humanos, o lo que hoy llamaríamos «empatía». Cierto es que Kant luego intentaría poner freno a este giro sentimental; pero incluso un discípulo suyo como Schopenhauer vuelve a apostar de lleno por esos sentimientos compasivos, apoyado en sus querencias budistas.
«En la Ilustración, filósofos de lo más variopintos (Adam Smith, Rousseau, Hume, Montesquieu), buscando un fundamento para la ética que se desmarque de toda referencia a Dios, creen encontrarlo en emociones como la compasión, la simpatía natural entre todos los humanos, o lo que hoy llamaríamos ‘empatía’»
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