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Montmartre, arte revolucionario y callejero

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Jules Grün (1868-1938), La canción de Montmartre, 1900. Prueba litográfica para cubierta,35,5 × 56,5 cm. Colección particular © Colección particular

Jules Grün (1868-1938), La canción de Montmartre, 1900. Prueba litográfica para cubierta, 35,5 × 56,5 cm. Colección particular © Colección particular.

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Montmartre, el barrio parisino de los pintores, no sería Montmartre sin la mirada de Toulouse-Lautrec sobre él. Montmartre no sería Montmartre sin aquella creación artística revolucionaria y radical de un grupo de artistas a finales del siglo XIX que lo convirtió en el centro de la vanguardia cultural. La exposición Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre hace un recorrido por aquellas calles de bohemia y diversión.

Por Amalia Mosquera

Jules Chéret, (1836-1933), Cartel para Exposition Universelle des Arts Incohérents, 1889.
Jules Chéret (1836-1933), Cartel para Exposition Universelle des Arts Incohérents, 1889.

El eterno arte efímero que vemos hoy –junto a óleos y acuarelas– en las paredes y las vitrinas de CaixaForum Madrid nació para no morir nunca. Ellos, sus autores, quizá no lo sabían, pero llegó para quedarse. Más de un siglo después, aquí sigue, a pesar de haberse concebido dentro de la idea de lo efímero. Y lo que le queda, que para eso es arte. Pósteres e imágenes que reflejan como nada la esencia de aquel Montmartre del XIX –que es el mismo que busca el visitante que hoy se acerca a este rincón de París– y que hicieron que el espíritu bohemio y sus creaciones pudieran ser descubiertos por los espectadores de a pie.

Los carteles, las ilustraciones de libros y revistas eran los medios por los que Toulouse-Lautrec y otros muchos artistas de la época conseguían llegar a una mayor audiencia. Así ampliaban el radio de acción de su obra y de paso se ganaban la vida, que el circuito académico tampoco daba para tanto. La bohemia, ese estilo de vida que se aparta de las normas y de las convenciones sociales, reconvertido en atracción turística de masas y objeto de deseo y compra. He aquí la paradoja. Bueno, al fin y al cabo otra forma de romper las reglas.

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Montmartre: un estado de ánimo

En el París de la primera mitad del siglo XIX, el barrio de Montmartre era independiente, marginal, retirado, situado sobre la ciudad, en lo alto de una colina. Poco o nulo interés en mirar hacia allí arriba. Nada había que ver, nada especial había que vivir en un rincón de miseria. En 1860, Montmartre se convierte en un distrito de París, aunque pasar a formar parte de la gran ciudad no le da brillo de forma instantánea.

Aún faltaban unos años para llegar a ser lo que luego fue: el centro bohemio, literario y artístico de la ciudad, la modernidad, el núcleo de la vanguardia europea. La magia o, más bien, el trabajo y la inspiración fueron obra y gracia de un grupo de artistas, pintores sobre todo, con Toulouse-Lautrec a la cabeza, pero también escritores y músicos. Por allí pasaron los pinceles y la creatividad de Picasso, Degas, Renoir, Van Gogh, Matisse, Modigliani… y tantos otros. Y gracias a todos ellos, Montmartre se transformó en un importante centro cultural.

Montmartre se convirtió en el centro bohemio, literario y artístico de París, el núcleo de la vanguardia cultural europea

Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901), Ambassadeurs: Aristide Bruant, 1892.Litografía, 138 × 95,4 cm. Colección particular, cortesía Galerie Documents, París © Colección particular, cortesía de Galerie Documents, París.
Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901), Ambassadeurs: Aristide Bruant, 1892. Litografía, 138 × 95,4 cm. Colección particular, cortesía Galerie Documents, París © Colección particular, cortesía de Galerie Documents, París.

El artista de Montmartre por excelencia es Toulouse-Lautrec, que tuvo allí su hogar y su taller en el final del siglo XIX. La exposición Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre, que ha estado tres meses en CaixaForum Barcelona y ahora acaba de llegar a Madrid, reúne 339 obras de todo tipo, óleos, dibujos, grabados, esculturas, diarios, carteles, fotografías y objetos de la época, con préstamos de colecciones públicas y privadas de todo el mundo. Phillip Dennis Cate, crítico de arte y comisario de la muestra, explica que inició su investigación sobre el arte de Toulouse-Lautrec y su círculo a principios de los años 70 del siglo pasado, hasta que llegó a la esencia de todo, al “espíritu de Montmartre”: un estado de ánimo, una mentalidad vanguardista.

Hagamos este viaje turístico-anímico-cultural por ese París bohemio entre los siglos XIX y XX. Entenderemos aquel ambiente de calles empedradas, burdeles, teatros, cafés concierto, salas de baile, music halls, cabarés, circos, tabernas, cancanes, prostitutas, bebedores y mendigos, y comprenderemos el papel esencial que ese espíritu de Montmartre jugó en el posterior desarrollo del arte moderno. “Montmartre era radical, antiestablishment y antiburgués por definición. A través de la parodia y el humor se desarrolló un arte que se exponía en la calle y los cabarés, al margen de los circuitos oficiales de museos y galerías”, señala Dennis Cate.

La exposición reúne 60 obras de Toulouse-Lautrec y otras 279 de más de veinte artistas

Romper con lo establecido

Hermann-Paul (1864-1940), La bella judía sale de compras, en la revista Le rire, 23.05.1896. Acuarela y tinta sobre papel. Colección David E. Weisman y Jacqueline E. Michel.
Hermann-Paul (1864-1940), La bella judía sale de compras, en la revista Le rire, 23.05.1896. Acuarela y tinta sobre papel. Colección David E. Weisman y Jacqueline E. Michel.

Por la exposición de CaixaForum anda todo eso junto y por su orden. La vida libre. Bailarinas alzando al frente sus piernas y los volantes de su cancán. Carteles que anuncian un nuevo espectáculo de cabaré o de circo. Clientes divirtiéndose. Hombres y mujeres caminando por las calles. Piezas creadas para representar los teatros de sombras. Gatos negros deslizándose por los tejados del viejo barrio de París.

Ese barrio que se convirtió en el escenario real de una explosión creativa, un movimiento que rompía con lo establecido y que lo hacía desde sus aceras y sus locales de reunión y diversión, desde el Moulin Rouge y el Le Chat Noir, apartado de las casas burguesas del centro de la ciudad; desde la sátira y la ironía, la caricatura, los títeres y la desinhibición como vehículos para criticar la condición humana en general y la sociedad del momento en particular. Sacudir, no dar nada por sentado. ¿Acaso no es esa una de las funciones del arte?

«La conquista de la libertad frente a las convenciones, el triunfo de la creación y la vocación contra las seguridades de la vida burguesa, la belleza del momento frente a los valores intemporales, pero muertos, de las academias», dice Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación La Caixa. Libertad e independencia de todo tipo, también política. «Los artistas buscaban vivir sin la dependencia de los gobiernos y en Montmartre se creó una nueva generación que reunió a escritores, músicos y productores teatrales entre los que había una gran colaboración para desarrollar el arte», explica Dennis Cate.

Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901), Moulin Rouge, La Goulue, 1891, litografía, 195 x 122 cm. Colección particular. Cortesia Galerie Documents, París © Colección particular, cortesia Galerie Documents, París.
Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901), Moulin Rouge, La Goulue, 1891, litografía, 195 x 122 cm. Colección particular. Cortesía Galerie Documents, París © Colección particular, cortesía Galerie Documents, París.

Y pintores, claro. Como Henri de Toulouse-Lautrec, el nombre destacado de esta muestra, aunque no el único: la exposición reúne 60 de sus obras –el pintor retrató miles de veces sus calles, sus tabernas y la vida bohemia de Montmartre– y otras de más de veinte artistas. De origen noble, hijo de conde, Toulouse-Lautrec cambió los castillos franceses en los que creció por los adoquines y los cabarés, las compañías de alta alcurnia por las de artistas sin un duro. «Hay una especie de declaración política muy crítica que usa lo irónico de la pobreza y lo contrapone al arte, por eso vemos personas marginadas retratadas con un fondo donde aparecen carteles de festivales y conciertos», señala el comisario de la exposición.

En los cabarés, las tabernas y los burdeles de Montmartre encontró Toulouse-Lautrec la inspiración y el universo que luego retrataba plasmando el movimiento. El ser humano con expresión y vida, personajes con gestos y psicología que hablan en muchas ocasiones a través del lenguaje corporal.

Una caída siendo muy joven y algún problema en sus huesos —una enfermedad congénita que le producía debilidad ósea— le impidieron sobrepasar el metro y medio de estatura. «Soy feo, pero la vida es hermosa», dicen que dijo Toulouse-Lautrec. Así que se dedicó a retratar esa vida hermosa, aunque esta no fuera generosa con él en el tiempo que le permitió disfrutarla: murió con 36 años, muy tocado por el alcohol (su familia acabó internándolo a causa de su adicción), una parálisis y la sífilis.

Exposición Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre
CaixaForum Madrid. Paseo del Prado 36
Hasta el 19 de mayo de 2019

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