Necesitamos memoria y necesitamos olvido. De todas las cualidades que poseemos los humanos, puede que pocas tengan más peso en el desarrollo de nuestra historia que la memoria. Todo lo que somos depende de esta fabulosa cualidad y del potencial que en nuestra especie ha alcanzado. Tanto es así que podríamos afirmar que su papel en nuestra existencia es absolutamente omnipresente: somos lo que somos por la capacidad de memorizar que poseemos.
A pesar de su enorme importancia, no conocemos el fenómeno de la memoria tan bien como deberíamos. Ese banco de datos que albergamos en nuestro cerebro es mucho más complejo de lo que pudiéramos pensar. De hecho, solo en las últimas décadas hemos empezado a vislumbrar medianamente su verdadero potencial, su funcionamiento y su significado. Y eso es importante, pues la memoria, del mismo modo que podemos confiar en ella para ejecutar una variedad de tareas casi infinitas en nuestro día a día, también puede causarnos graves dificultades. En unas ocasiones, porque olvida cosas fundamentales de nuestro pasado que no deberían ser olvidadas; en otras, porque desvirtúa el recuerdo respecto a la realidad, e incluso, porque recuerda demasiado bien lo que debería olvidar.
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