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Nuevas sensibilidades, ¿los mismos roles de siempre?

En abril del 2020, en plena irrupción de la pandemia, la editorial Anagrama, en su colección Argumentos, publicó uno de los títulos más novedosos de los últimos años: «La nueva masculinidad de siempre. Capitalismo, deseo y falofobias», de Antonio J. Rodríguez. Dentro del marco feminista, el ensayo busca analizar las nuevas masculinidades y sus potenciales peligros para las mujeres.

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Perfil de mujer y de hombre

Durante los últimos años, los hombres se alejan del modelo masculino tradicional. ¿Cómo son? Más abiertos y aparentemente más tolerantes y sensibles. ¿Y menos machistas? Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay.

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FILOSOFÍA&CO - La nueva masculinidad de siempre
La nueva masculinidad de siempre. Capitalismo deseo y falofobias, de Antonio J. Rodríguez (Anagrama, colección Argumentos).

¿Dónde está el «macho ibérico»? Durante los últimos años, los hombres se alejan de este modelo masculino. ¿Cómo son? Más abiertos y aparentemente más tolerantes y sensibles. ¿Y menos machistas? Parece ser que no. Rodríguez dedica las 237 páginas del libro a analizar este fenómeno, cómo las nuevas masculinidades, en apariencia más sensibles y feministas, reproducen los mismos roles de dominación patriarcal.

Lo primero que resalta del libro es su formato. A caballo entre la biografía, el relato, el ensayo filosófico y el reportaje periodístico, el autor hace suya la posmodernidad literaria y cabalga el pastiche con un resultado admirable. Pero, quizá como resultado de esta mezcolanza, el ritmo es dispar: acelerado en el comienzo, lento en la mitad y resuelto pero sin fuelle al final.

Apoyado en lecturas literarias, no solo filosóficas, el ensayo se nutre de un panorama cultural que excede a la mera filosofía académica, recogiendo citas de poemarios, series y novelas que, de una u otra forma, han abordado el tema.

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Nueva masculinidad

Esta es la tesis principal del libro: ante la reciente sensibilización feminista, la vieja masculinidad —rancia, violenta— ha mutado a una más sensible, aparentemente más abierta al feminismo, pero es la misma de siempre. Hombres atléticos, cultos, emocionales incluso, es el nuevo tipo de masculinidad que nace al calor de la nueva sensibilidad feminista. Esta masculinidad coloca al hombre en primera línea del mercado afectivo.

A caballo entre la biografía, el relato, el ensayo filosófico y el reportaje periodístico, el autor hace suya la posmodernidad literaria y cabalga el pastiche con un resultado admirable

«¿Podría ser que las nuevas masculinidades no fuesen más que herramientas de un capitalismo heteropatriarcal para asegurar su legado en tiempos de feminismo? Sin duda», dice Rodríguez. Si en las últimas décadas tenemos la sensación de estar a punto de ver la emergencia definitiva de las mujeres que nunca llega, señala el autor recogiendo palabras del ensayista Eloy Fernández Porta, con la masculinidad pasa lo opuesto: «Hay una caída a cámara lenta que nunca llega a su fin».

¿Hasta cuándo vamos a vivir la reinvención eterna del dominador? ¿Cuál es el límite de las nuevas masculinidades? Su tesis, polémica y discutible, es que el límite para la reinvención es el falo ajeno, pues la masculinidad machista se caracteriza por su falofobia. Así concluye uno de los capítulos: «Mientras los hombres sigamos siendo incapaces de besar otro falo, el machismo no desaparecerá».

¿Igualdad?

Una tesis polémica por la radicalidad de su premisa presupuesta, a saber, que el machismo está inexorablemente unido a la heterosexualidad. Una tesis, además, discutible y difícilmente sostenible; ¿o es que acaso los hombres homosexuales que han roto con su falofobia no son machistas? Y una tesis bastante patriarcal: establece el límite del machismo en la relación entre hombres y no en la relación justa e igualitaria con las mujeres.

Si en las últimas décadas tenemos la sensación de estar a punto de ver la emergencia definitiva de las mujeres que nunca llega, con la masculinidad pasa lo opuesto: «Hay una caída a cámara lenta que nunca llega a su fin»

El libro acierta en mapear cambios en la masculinidad durante los últimos años y en desvelar que bajo el nuevo hombre no está la igualdad. Es interesante su propuesta de una «sensibilidad queer» como horizonte de una masculinidad no patriarcal. Pero los problemas aquí aducidos marcan el límite de su propuesta. Parece que los hombres, al menos los comprometidos con la igualdad, necesitamos dedicarnos un poco más de tiempo para pensar cómo podemos construir una masculinidad que no esconda el monstruo de siempre.

*Esta reseña se publicó originalmente en el número 1 de la revista impresa FILOSOFÍA&CO.

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