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Orwell y Camus: arte y compromiso político

En El espacio de la imaginación, Ian McEwan reflexiona sobre cómo conjugar la integridad estética y el compromiso político. Para eso, se centra en George Orwell y Albert Camus, que, con unos perfiles políticos similares, a menudo reflexionaron sobre esta cuestión. ¿Es necesario que los escritores mantengan este férreo compromiso?

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Orwell y Camus: arte y compromiso político

En «En el vientre de la ballena», ensayo escrito por George Orwell en 1940, utiliza la metáfora bíblica de Jonah, escondido dentro de la ballena para ejemplificar aquellos autores que también se «esconden» al decidir no pronunciarse sobre la realidad política de su momento. Imagen de Brett Hondow extraída de Pixabay, de dominio público.

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Orwell y Camus: arte y compromiso político
El espacio de la imaginación, de Ian McEwan (Anagrama).

Así relata George Orwell su primer encuentro con el novelista americano Henry Miller:

«Conocí a Henry Miller a finales de 1936, cuando pasé por París camino de España. Lo que más me intrigó de él fue descubrir que no tenía el menor interés por la guerra de España. Se limitó a decirme con contundencia que ir a España en aquellos momentos era sencillamente una necedad. Podía entender, dijo, que cualquiera fuese por motivos puramente egoístas, por curiosidad incluso, pero que mezclarse en semejantes situaciones por un sentido de la obligación era una solemne estupidez. En todo caso, mis ideas acerca del hecho de combatir contra el fascismo, defender la democracia, etcétera eran una imbecilidad». 

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Con este episodio da comienzo El espacio de la imaginación, nuevo título de la colección Nuevos cuadernos de Anagrama. En él, McEwan reflexiona acerca de este tema en relación a George Orwell y Albert Camus.

Toma como base el ensayo En el vientre de la ballena, escrito por Orwell en 1940. En esta obra, dividida en tres partes, analiza la relación entre arte y compromiso político, si esto debía estar ligado en momentos históricos en los que la realidad requiriese de una crítica.

En el año 2021, Ian McEwan fue el encargado de hacer la ponencia del encuentro The Orwell Memorial Lectures, celebrado cada año desde 1989 en Londres, donde reconocidos autores tratan diferentes temas en relación al autor británico. A raíz de esta ponencia, Anagrama recoge esta charla en su último volumen de la colección Nuevos cuadernos.

Volviendo al encuentro entre Orwell y Miller, el contraste entre ambos es más que evidente. George Orwell, con un compromiso férreo con la situación política del momento, se posicionó contra los totalitarismos y el imperialismo, llegando a participar incluso en las filas republicanas durante la guerra civil española. Su compromiso político abarcaba también su arte, e incluía en sus obras críticas y denuncias a aquello que consideraba como injusticias. 

En cambio, la crítica social no era un elemento que a Miller le interesase lo más mínimo: «Nuestra civilización estaba destinada a verse barrida y sustituida por algo tan distinto que a duras penas podría parecernos siquiera humano, perspectiva que a él no le quitaba el sueño, dijo; es un punto de vista que se halla implícito en toda su obra». Miller sentía desprecio hacia la política y el activismo.

Se encontraba, por tanto, completamente desvinculado de su labor social como escritor. Orwell creía que sus opiniones eran ingenuas, egoístas e inconscientes. ¿Cómo era posible que una persona con cierta influencia pudiese dar la espalda a todas las injusticias políticas que estaban ocurriendo?

George Orwell, con un compromiso férreo con la situación política del momento, se posicionó contra los totalitarismos y el imperialismo, llegando a participar incluso en las filas republicanas durante la guerra civil española

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Ensayos, de George Orwell (Debolsillo).

Crítica social

Como McEwan explica en este interesante ensayo, «estas diferencias entre Miller y Orwell representan el norte y sur, el eje de orientación que afrontan los escritores. Es un eje del cual los escritores pueden avanzar y retroceder según sus necesidades durante su vida profesional».

Teniendo en cuenta que toda la obra de Orwell está envuelta por la crítica social, quizás lo más lógico hubiese sido que este criticase fuertemente a Miller por su pasividad e indiferencia ante eventos históricos de gran magnitud que estaban destruyendo la vida de tantas personas, como la guerra civil española o, más tarde, la Segunda Guerra Mundial.

Lejos de esto, Orwell defiende la libertad de Miller para poder desvincularse por completo del compromiso político. McEwan reflexiona acerca de este posicionamiento por parte de Orwell, que creía que «la libertad y la democracia protegían la libertad del artista; de manera implícita, también la de Miller». La razón que da título al ensayo de Orwell, aparentemente un poco raro, está vinculado a este tema:

«Ahí estás, en un espacio oscuro y acolchado que se adapta exactamente a ti, tras una capa de varios metros de grasa que te protege de la realidad, capaz de mantener una actitud de completa indiferencia, pase lo que pase. Una tormenta que hundiera todos los acorazados del mundo apenas te llegaría como un eco [….] A menos que estés muerto, esta es la etapa suprema de la irresponsabilidad […] Miller está en el vientre de la ballena […], no siente ningún impulso de alterar o controlar el proceso que experimenta».

Esta pasividad se compara con el episodio bíblico de Jonah escondido en la ballena, de ahí el título del ensayo. En la historia de Jonás, el profeta es tragado por la ballena porque se ha negado a ir a Nínive y profetizar el inminente juicio de Dios a la ciudad por sus pecados.

Así que la metáfora de Orwell sobre la ballena, derivada a su vez de un comentario de Henry Miller sobre otro escritor, no se refiere solo a que un escritor se aísle de los acontecimientos políticos del mundo real, sino a que se niegue a pronunciarse sobre esos acontecimientos. Cuando Jonás está en el vientre del animal, lo único que hace es cantar y rezar, en lugar de profetizar. Se resiste a la orden de Dios de ir a Nínive y hacer un anuncio público a la gente de la ciudad.

Años después, en 1957, Albert Camus, otro heterodoxo antitotalitario, se planteó el mismo asunto. Camus tenía mucho en común con Orwell. Ambos reflexionaron a menudo «sobre la relación entre su pensamiento político y su narrativa». Y ambos llegaron a una conclusión similar: la «necesidad de comprometerse sin dejar de ser consciente de la facilidad con la que los fuertes ideales podrían arruinar una obra narrativa».

Tal y como narra Orwell en su ensayo, en la Europa de la posguerra, a principios de la década de 1920, autores como Joyce, Eliot, Pound o Lawrence «no prestan atención a los problemas urgentes del momento; ante todo, nada de política en el sentido estricto del término. Guían nuestra mirada […] hacia todo salvo a los lugares donde realmente están sucediendo las cosas». Todo acontecimiento político-social que ocurriese en aquella década no estaba plasmado en la literatura de esos autores.

Al servicio de quienes sufren la historia

Sin embargo, entre 1930 y 1935 se observa un giro en los acontecimientos, y la figura del artista pasa a verse fuertemente vinculada con la realidad política, inclinándose muchos hacia el comunismo. Eso sí, no implicándose de forma directa con los acontecimientos, sino postulándose de manera teórica e incluyendo estas inclinaciones en su obra. Orwell critica esta postura, dado que estos autores parecen estar viendo los toros desde la barrera, es decir, tratando temas de una dureza increíble como si ellos los sufrieran, pero la mayoría en ningún momento salta hacia el activismo y se involucra realmente.

Utilizando la contraposición entre los autores de 1920 y 1930, Orwell llega a una conclusión, que puede parecer sorprendente viniendo de una persona como él: es mejor para el autor no involucrarse políticamente, si este busca que su obra perdure. Según nos cuenta McEwan, «Orwell también valoraba lo que él llamaba libertad divina: era lo que podía perderse frente a la obligación constante».

Años después, Albert Camus, otro heterodoxo antitotalitario, se planteó el mismo asunto. Ambos reflexionaron a menudo «sobre la relación entre su pensamiento político y su narrativa»

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Camus, de Virgil Tanase (Plataforma Editorial).

Tal como McEwan cuenta, a pesar de que Camus tenía estas opiniones encontradas acerca de esta cuestión, «en última instancia, y de manera tortuosa, Camus no llega a la conclusión de Orwell en defensa del observador de estrellas». Camus termina postulándose con el compromiso político. «Es fácil ver todo lo que puede perder el arte con esa obligación constante».

Aun así, lo preferible era «darle a la época lo que pide, ya que lo exige de manera tan vigorosa, y admitir con serenidad que se acabaron los tiempos del maestro venerado, del artista con una camelia en el ojal, del genio en su sillón».

Camus llega a afirmar, en su discurso de aceptación del Premio Nobel, que «el papel de escritor es inseparable de difíciles deberes. Por definición no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren».

Camus y Orwell hablaron y escribieron a menudo sobre la necesidad de comprometerse (la época lo exigía) sin dejar de ser conscientes de la facilidad con la que los fuertes ideales podían arruinar una obra narrativa. Ambos conocían bien las fronteras entre el compromiso político y la libertad creativa. 

¿Es necesario mantener este férreo compromiso político y social en el arte? Tanto Orwell como Camus afirmaron que no. Es estrictamente necesario o es un modo de privilegio? Sobre estos temas intenta ahondar McEwan en este libro, de un modo ameno pero riguroso, adentrándonos en la mente de estos autores.

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