El perdón del soberano
En el perdón personal solo intervienen la víctima y quien la dañó, pero en otras acciones relacionadas con el perdón, o inspiradas en él, participan también otros sujetos. Por ejemplo, el derecho de gracia lo ejerce el soberano, que otorga el perdón político y permite indultar al criminal, liberarle del castigo, más allá del derecho y de las leyes. Kant lo considera el más equívoco y delicado de los derechos del soberano, pues con él puede cometer una injusticia.
Para evitarlo, propone limitarlo y aplicarlo solo cuando el crimen afecta directamente al soberano y a la garantía del Estado de derecho (se acerca así más a un perdón personal). Este perdón político solo debería ejercerse en los crímenes de «lesa-majestad» (crimen laesa maiestatis)1. Considera injusto recurrir al derecho de gracia en general cuando hay otras víctimas directas. Por ejemplo, indultar a alguien condenado a muerte por cometer un crimen sería injusto, pues solo la víctima directa o de segundo grado debería hacerlo.
En la amnistía y el indulto, manifestaciones del derecho de gracia y que pertenecen, por tanto, al ámbito del perdón político y jurídico, la virtud que debe estar presente es la prudencia, como en el caso de la clemencia. Derrida rechaza la identificación entre el derecho de gracia y el derecho al perdón, a pesar de que ambos se sitúan más allá de la justicia. Aunque el derecho de gracia como elemento jurídico se inspire en el concepto teológico de perdón, hay que distinguirlos. Ni la amnistía ni el indulto son un gesto de perdón en un sentido ético.
En el horizonte del concepto de perdón político está lo que, tras la Segunda Guerra Mundial, se ha definido como crimen contra la humanidad, para denunciar los asesinatos masivos organizados. En la base de este concepto está la idea de que hay que reconocer y proteger la sacralidad de cada ser humano, creado por Dios a su imagen y semejanza. Se ha transmitido una idea cristiana, presente en la cultura abrahámica y en el humanismo filosófico, que se extiende y se mantiene más allá del marco de la religión.
En el horizonte del concepto de perdón político está lo que, tras la Segunda Guerra Mundial, se ha definido como crimen contra la humanidad. En su base está la idea de que hay que reconocer y proteger la sacralidad de cada ser humano, creado por Dios a su imagen y semejanza
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