En esta ocasión, la sección debería llamarse «Libros por sus (casi) autores». Obviamente, no hemos contactado con Schopenhauer, que ya nos gustaría, pero sí con una de las personas que más saben de él: Carlos Javier González Serrano, presidente de la Sociedad de Estudios en Español sobre Schopenhauer (SEES) y director de Schopenhaueriana. Revista española de estudios sobre Schopenhauer. Acaba de publicar con Alianza Editorial «Parábolas y aforismos», de cuya selección y traducción es responsable. En este texto nos presenta el libro y habla de su relación con Schopenhauer.
Por Carlos Javier González Serrano
Mi relación con Schopenhauer comienza tras la lectura de la Historia de la Filosofía de Julián Marías, donde el eminente filósofo español dedicaba muy poco espacio al alemán. «¿Por qué para explicar tesis tan originales y llamativas –me pregunté– Marías reserva un espacio tan corto?». Fue el comienzo de mi íntima relación con el pensamiento de Arthur Schopenhauer, a los quince años. Una relación, ya se ve, de investigación, casi de minería. Una relación que ha cristalizado en varios libros dedicados a su estudio desde facetas quizá menos exploradas como Arte y música en Schopenhauer. El camino hacia la experiencia estética (Locus Solus), o La imposible conquista de la libertad. Ética, política y Estado en Arthur Schopenhauer (Biblioteca Nueva). Además, gracias a él he descubierto a sus «herederos», entre los que no puedo dejar de citar a su discípulo radical, el poeta Philipp Mainländer.
El dolor y el sufrimiento en Schopenhauer
Antes de examinar en profundidad el contenido de esas Parábolas y aforismos de Schopenhauer, he querido llamar la atención sobre la relación entre filosofía y literatura, dos de los estandartes clásicos de las humanidades. En ocasiones, si bien rara y honrosamente, ambas disciplinas se han concitado en la obra de un mismo autor (Thoreau, Borges, Mann, Emerson, Mainländer…) o autora (Virginia Woolf, Sylvia Plath, Madame de Staël, Alejandra Pizarnik, Juana Inés de la Cruz…), dando como resultado una atractiva y honda mezcla en la que la tenacidad y análisis de la filosofía y lo bello y activo de la literatura afrontan, de la mano, la posible solución de un común e inaplazable imperativo: escrutar la naturaleza de lo humano.
Carlos Javier González Serrano mantiene con Schopenhauer una relación de investigación desde los 15 años, «casi de minería», afirma
Sabido es que la cáustica y agridulce pluma de Arthur Schopenhauer (1788-1860) permaneció muy bien afilada durante toda su carrera como filósofo. Desde muy joven, tras los envidiables viajes que realizó con sus padres durante su infancia y adolescencia, cobró consciencia de que deseaba dedicar todos sus esfuerzos intelectuales a reflexionar sobre cuanto había observado, poniendo su punto de atención en el dolor y el sufrimiento, al parece irreversibles y consustanciales a los asuntos humanos. Quizá fuera un jactancioso demonio, y no un omnipotente y bondadoso dios, quien estuviera detrás de esta pesada broma a la que llamamos mundo. Quizá no existiera justificación racional para tanto despropósito, para tantas y tan plurales escenas onerosas, que producen el escarnio anímico de cualquier espíritu mínimamente sensible. Quizá, en fin, no hubiera manera de sostener la convicción –tan antigua, tan optimista– de que un orden se esconde tras el caos más aterrador.
La capacidad de asombro y sorpresa
El arma más contundente con la que cuenta la filosofía es, así, el asombro, la perplejidad, la capacidad para mantener los ojos, y el alma, en pasmo. El pesimismo no es una pose, no es un rumoroso silbido que se deja escuchar en las tardes de inquietud o en la oscuridad de la noche, sino la –rebelde, activa e inquisitiva– actitud necesaria para hacer frente a una existencia que en lo general resulta hostil y en lo particular, dolorosa. Los breves instantes de felicidad no son más que sueños agradables e ilusorios en medio de una larga y terrible pesadilla.
Ahora bien: lejos de lo que suele afirmarse equivocadamente, la filosofía de Schopenhauer no pretende crear una pléyade de compungidos sufridores. Más bien al contrario. Parábolas y aforismos, nueva recopilación de algunos de los fragmentos más incisivos y literarios de Schopenhauer, muestra cómo el pesimismo puede contener una faceta extrañamente redentora. Si algo permite la filosofía, escribía un joven Schopenhauer en 1814, es el valor de no guardarse ninguna pregunta en el corazón. Este ahínco y valentía es lo que hace al filósofo, afirmación que tendría muy en cuenta uno de los lectores más aventajados del pensador de Danzig, Friedrich Nietzsche, cuando recordaba que cuando echamos un vistazo al abismo, también el abismo nos observa a nosotros. El filósofo debe asemejarse, escribía Schopenhauer a Goethe en 1815, al Edipo de la tragedia de Sófocles, “quien, en busca del esclarecimiento de su terrible destino, no dejó de investigar aun cuando presentía que lo más horrible podía sobrevenirle” a causa de sus pesquisas.
Si algo permite la filosofía, escribía un joven Schopenhauer en 1814, es el valor de no guardarse ninguna pregunta en el corazón
Si, además, la filosofía se alía con la mejor de las formas estilísticas, con la literatura, incluso con la poesía, entonces la fuerza emocional de un aforismo, de un pensamiento o de una disquisición cualquiera, siempre que sean claramente expresados, puede dar como resultado una nueva configuración del mundo. Porque crear mundo es verlo con ojos nuevos, reinterpretarlo en su pluriforme verdad. Es este el caso de Schopenhauer, en quien la más contundente y bella expresión se une a los más intrincados razonamientos sobre el funcionamiento del mundo. Es la suya una filosofía literaria, una literatura filosófica: una manera no sólo de investigar el mundo, sino también y sobre todo de narrarlo.
A través de cinco aspectos bien diferenciados que constituyen, sin embargo y a la vez, la unidad de la experiencia humana (“Vida y muerte”, “Sabiduría de vida”, “Antropología y sociedad”, “Sufrimiento y desamparo” y “Filosofía, arte y naturaleza”), Parábolas y aforismos pretende acercar la obra de Arthur Schopenhauer, uno de los filósofos más originales e influyentes de la historia de la filosofía, a nuevos y curiosos lectores.
Anotaciones curiosas
La edición presenta algunos aforismos inéditos en español, además de anotaciones curiosas y quizá desconocidas, que atraerán igualmente a sus lectores más asiduos. La introducción, “Pesimismo que redime”, incide en la necesidad de interpretar la obra schopenhaueriana no como la de un irredento e insoportable pesimista, misántropo y misógino, sino como la de un ser humano que, enfrascado en la inexorable necesidad de conocer los vericuetos del mundo, fue poco a poco desengañándose de la propia vida, mientras invitaba, también, a sus lectores a que abandonaran toda esperanza de alcanzar una definitiva felicidad.
La dulce recompensa que se extrae de la lectura de esta selección, y de las obras de Schopenhauer en general, es la de –en palabras de la poeta Anne Sexton– haberse “atrevido a vivir” sin haber sucumbido a abandonar la existencia. Y es que, quizá, el valor de la vida no consista sino en saber perseverar sin desear, provistos de un conocimiento certero de la realidad que nos advierta de que este mundo no es sino la escena de un gran teatro en el que cada marioneta interpreta su fugaz pero necesario papel.
7 aforismos y 1 parábola
¿Un libro de aforismos y aún no habíamos citado ninguno? ¡Con lo que nos gustan! Aquí un aperitivo de lo que puedes leer dentro.
- El cadáver es un simple excremento de la idea humana, que permanece constante.
- La vida real y los sueños son páginas de un mismo libro.
- Toda nuestra vida es una continua lucha contra obstáculos que al final obtienen el triunfo.
- Los secretos últimos y primordiales los lleva el hombre en su interior (…); por eso sólo aquí puede encontrar la clave para resolver el enigma del mundo y el único hilo para captar la esencia de todas las cosas.
- La inconsciencia es el estado originario y natural de todas las cosas.
- Para que el mundo o el hombre alcanzasen la felicidad suprema y auténtica haría falta, ante todo, detener el tiempo.
- Una verdad con la que se corrigen falsas opiniones es como una medicina: su sabor es desagradable y no actúa en el momento en que se toma, sino sólo después.
Y una parábola: Los hombres que luchan por una vida feliz, brillante y larga en vez de por una vida virtuosa son insensatos actores que siempre desean representar deslumbrantes largos y victoriosos papales, porque no comprenden que el asunto no consiste en qué o cuánto interpretan, sino en cómo lo hacen (1813-1814).
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