La obra de Shakespeare encierra una especial profundidad que se manifiesta, además de en lo literario, también en lo filosófico. El meollo de sus creaciones no consiste tanto en lo magistral de su invención técnica, sino más bien en la revelación de valores y sentimientos inmortales, que con todo acierto de belleza expresiva encontramos puestos en la boca de personajes en el momento de sus acciones más trascendentales.
Por Carlos Javier González Serrano
Cuando Miguel de Unamuno, en su Vida de Don Quijote y Sancho, explicaba que los personajes a los que dio vida Cervantes eran más reales que su propio creador, no hacía con ello un simple halago literario al autor de la célebre obra. El escritor vasco estaba convencido de que don Quijote y Sancho no eran meras creaciones, sino que con su ir y venir, transido de innumerables aventuras, habían ganado terreno al mismísimo Cervantes en lo que a su materialidad se refiere.
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