La sociología política, la desigualdad social, la teoría del estado del bienestar son algunos de los focos de interés de Stephan Lessenich, sociólogo y catedrático en la Universidad Ludwig Maximilians de Múnich. Habla claro y escribe de la misma manera en obras como La sociedad de la externalización, donde explica que las condiciones de vida en Occidente están relacionadas con las de quienes habitan otros sitios del globo, que esas relaciones —por lo general— son injustas y que vivir la vida que tenemos aquí significa daño y sufrimiento para los de allí.
Por Alba López Calamonte
El título original en alemán de esta obra del sociólogo alemán Stephan Lessenich (Stuttgart, 1965) alude a la conocida frase atribuida a Luis XV: «Después de mí, el diluvio». Una forma educada de decir que, salvo su rico cuerpo, a uno no le importa absolutamente nada de lo que venga o pase después. «A nuestro lado, el diluvio» sería la traducción literal de la propuesta de Lessenich que llega a España de la mano de Herder, con el título La sociedad de la externalización y en traducción de Alberto Ciria.
La portada es lo suficientemente gráfica como para explicar de qué va el libro de Stephan Lessenich: una persona cómodamente tumbada en el sofá de su casa con una manta por la cabeza mientras, en segundo plano, aparece como fondo un paisaje devastado de árboles caídos, quemados, cortados…, arrasados en cualquier caso. La relación entre ambas escenas es la sociedad de la externalización.
Stephan Lessenich la define con palabras igualmente gráficas: «Es una sociedad que necesariamente tiene que exteriorizar los costes de su modo de producción y consumo. Una sociedad en la que se ha establecido un modo de vida que solo funciona a costa de terceros, ya sean las poblaciones de otra parte del mundo o bien el medioambiente. Para dejarlo claro desde el principio: hablo de la sociedad capitalista, dominada y guiada por un sistema económico que vive de la producción permanente de beneficios y de «valor añadido» basados en la explotación del trabajo de los desposeídos y la sobreexplotación sistemática de los recursos naturales. Hablar de la sociedad de externalización va más allá de las críticas habituales al consumismo, porque el foco está en el sistema en el que todos estamos envueltos. Un sistema que obedece a una racionalidad irracional, porque no puede dejar de producir daños materiales para seguir funcionando. Y nosotros, como ciudadanos de las naciones ‘más avanzadas’ del mundo, formamos parte de este sistema, porque de un modo u otro nos beneficiamos –aun sin quererlo– de que en otras partes del planeta la gente no tiene de qué vivir».
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