El trabajo del filósofo, decía Hegel, es elevar la realidad a concepto. Sin embargo, muchos filósofos, presos de los prejuicios académicos, viven en otra realidad, en una ajena a nuestra cotidianidad. El argentino Tomás Balmaceda no es uno de ellos. Autor de libros y artículos sobre los más diversos temas, en esta entrevista charla con nosotros acerca de la naturaleza humana, la filosofía analítica y continental, la inteligencia artificial, las redes sociales, los influencers…
Por Julián R. Hampton
Tomás Balmaceda es doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Durante 15 años se especializó en filosofía de la mente y ahora se dedica a estudiar los cruces entre filosofía y tecnología. Es un prolífico autor y generador de contenido. Su obra atraviesa distintos soportes, temáticas y registros: ha escrito varios libros, protagonizado series de televisión y producido podcasts, recorriendo temas tales como la divulgación filosófica, la tecnología, la cultura popular contemporánea, la generación X e incluso la Antártida. Además, le alcanza el tiempo para ser docente de grado y posgrado en la UBA y en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES).
Una de las cosas a las que usted se dedica es la filosofía de la técnica. La tecnología modifica nuestras formas de vida y permite (y a veces impone) dinámicas sociales que para otras generaciones eran impensables. Por ejemplo, dónde vivimos, la forma en que nos trasladamos, nos mostramos, conocemos gente, nos comunicamos… ¿Cree usted que estas modificaciones afectan a nuestra forma de pensar? ¿Cómo? ¿Y qué implicaciones tiene para los problemas filosóficos perennes?
Bajo mi visión, de alguna manera la sociedad y la tecnología están en un continuo diálogo: la sociedad transforma a la tecnología y la tecnología transforma a la sociedad. Con mi equipo de investigación tenemos un artículo que nombramos Natural-born transhumans, como si fuésemos transhumanos por naturaleza.
Para nosotros, la imbricación que tiene la tecnología en los seres humanos es completa. Los seres humanos tenemos una dotación biológica, sí, pero que siempre está implicada con distintos artefactos culturales, entre ellos artefactos técnicos. Por eso no podemos imaginarnos sin tecnología.
En algunos análisis un poco más simplistas la cuestión de la tecnología se aborda en el vacío, como si ocurriera en una burbuja. Eso es imposible. Yo creo que todo el tiempo estamos de alguna manera en esa transformación. A mí nunca me gustó la idea de naturaleza humana. No creo que podamos decir que hay una naturaleza humana separada de lo tecnológico, así como no puede haber nada tecnológico separado de la sociedad que lo está construyendo. Por eso, muchas veces para poder entender la sociedad en la que vivimos tenemos que ver la tecnología y cómo nos impacta.
La tecnología habla de la sociedad que la creó. Habla de la sociedad que la utiliza, habla de la sociedad que la comunica. Es muy útil saber lo que la sociedad cuenta de la tecnología: para qué sirve, cómo se podría usar, para qué fue creada o para qué puede eventualmente ser usada, más allá de las intenciones del creador. Y, por supuesto, la tecnología puede ser una herramienta de exclusión o de inclusión.
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