¿Cuál es el principal reto de la filosofía, o sus principales retos, en estos tiempos de zozobra, inseguridad e incertidumbre en todo el mundo?
Zenia Yébenes. Filósofa y antropóloga mexicana
Zenia Yébenes, doctora en Filosofía y doctora en Ciencias Antropológicas, es profesora e investigadora en el Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana de México.
«Creo que su principal reto consiste en persistir en las preguntas cuando todo el mundo exige una respuesta inmediata. ‘El búho de Minerva solo levanta el vuelo en el crepúsculo’. Hegel escribió esta frase en 1820 y advirtió que realmente solo se llega a entender un momento histórico una vez que este ha concluido. La lechuza de Minerva, diosa griega de la sabiduría y el entendimiento, solo trae su mensaje a los mortales cuando el día ha terminado. A diferencia de Hegel, no sé si podemos aspirar a una comprensión total o absoluta de ninguna cosa, tampoco a posteriori, pero creo que el vuelo de la lechuza nos remite a una temporalidad que no es la de la productividad, ni la del consumo (ni siquiera el consumo y deshecho de teorías filosóficas ‘de moda’), sino la de la atención. Creo que la filosofía en este sentido tiene que persistir en las preguntas, no caer en la tentación de la utilidad o de las respuestas expeditas, porque quizá su papel sea otro: el de apuntar, con su mera existencia, que, si bien es necesario atender lo urgente, no hay por ello que borrar lo importante; lo que toca y atraviesa todo entramado de nuestra forma de vida. Sostener la pregunta, sin cierres ni clausuras precipitadas, es una tarea ineludible, aunque sea incómoda. Muchos de los diálogos socráticos no llegan a ninguna conclusión. Y, sin embargo, tienen un efecto, trastocan, perturban el orden de cosas. Sócrates, que se dedicaba a preguntar, fue, finalmente, el tábano de la polis al que la ciudad sentenció.
Hay una pregunta fundamental que tiene que ver con cómo estamos viviendo. Cómo nos enfrentamos a la vida y cómo este enfrentarse a la vida significa también lidiar con la vulnerabilidad, la enfermedad y la muerte. ¿Qué y a quiénes priorizamos cuando se trata del cuidado? ¿En nuestro mundo actual todas las vidas se valoran igual? Podemos señalar la dificultad de entender cómo en el siglo XXI han sido importantes otras cosas, pero ciertamente la salud pública no, y cómo este no formar parte de las prioridades ha supuesto que antes del Covid muriera mucha gente de septicemia, tifo o dengue sin que fuera noticia. Que la esclavitud y la colonización han sido los pilares sobre los que se construyó la sociedad capitalista y su ‘bienestar’ es evidente especialmente desde México y América Latina. ¿Que esto es cosa del pasado, que hemos ‘progresado’ y crecido moralmente desde entonces? ¿Quién lo dice? Podemos preguntarnos entonces qué es lo esencial para este mundo nuestro que exige a los trabajadores de maquila no detenerse y prohíbe y criminaliza, sin embargo, el reunirse con los seres queridos. Podemos preguntarnos por el aplauso a las medidas radicales de confinamiento cuando, podríamos pensar, una sociedad que se ve obligada a confinar severamente y por tiempo prolongado a sus miembros, a no permitir que se acompañe a sus enfermos o hacer un ritual de duelo… ha llegado ahí porque ha fracasado estrepitosamente en otras formas de cuidado. Podemos preguntarnos por la desigualdad flagrante que revela esta pandemia y por sus causas. Y por la necesidad de las sociedades contemporáneas de referirse a la pandemia con un lenguaje bélico cuando no tiene nada que ver con una guerra. En las guerras se supone que hay enemigos físicos y hay voluntad de guerra en los que deciden, y esto no responde a la evidencia de los hechos.
«La filosofía tiene que persistir en las preguntas, no caer en la tentación de la utilidad o de las respuestas expeditas porque quizá su papel sea otro: el de apuntar que si bien es necesario atender lo urgente, no hay por ello que borrar lo importante. Sostener la pregunta, sin cierres ni clausuras precipitadas, es una tarea ineludible, aunque sea incómoda»
Otro cuestionamiento importante sería el que se vincula con el papel de los afectos (o las emociones) y el rol de los medios de comunicación exacerbando el miedo, asumiendo que solo desde ahí la ciudadanía puede actuar en consecuencia. Una vez más el miedo mediático nos revela la delgada línea entre la visibilización y la pornografía emocional. Especialmente cuando se concibe a quienes enferman como soldados y como héroes que vencen a la enfermedad, ¿qué son entonces quienes sucumben a ella? ¿Qué ansiedades conjuramos o pretendemos conjurar a través de la muerte de otros? Hay muchas interrogantes en torno a que nuestra manera de lidiar con el miedo sea a partir de lenguajes bélicos o jurídicos y policiales.
Jonathan Swift escribió: ‘No puedes conseguir que alguien abandone por el razonamiento una convicción a la cual no ha sido conducido por el razonamiento’. Spinoza señalaba que ‘un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por medio de otro afecto contrario y más fuerte’ (E4, 7). Un afecto es vencido por otro afecto, no por una iluminación racional. ¿Qué afecto podría ser más fuerte que el miedo y hacer que nuestra atención se dirigiera al cuidado y no a vigilar y castigar?
Creo, que como decía Manuel Antón Gil, la pandemia ha hecho que las pantallas de las computadoras se transformen en espejo. En espejo de quienes somos y de cómo vivimos. ‘Nada es independiente —escribe Chantal Maillard—. No puede destruirse una especie sin que la cadena entera padezca las consecuencias y, cuando esto ocurre, también peligra la supervivencia de la especie humana, lo cual es lamentablemente para muchos la única razón del cuidado que habríamos de tener para con el planeta’. Y, sin embargo, todo conspira en nuestros regímenes políticos, jurídicos, económicos y educativos para que no podamos verlo así puesto que en ellos se nos define como individuos aislados y atomizados y que compiten entre sí.
Vuelvo entonces al inicio desde esta reflexión. Todas estas preguntas señalan a la que apunté al inicio: ¿cómo nos enfrentamos a la vida y cómo este enfrentarse a la vida significa también lidiar con la vulnerabilidad, la enfermedad y la muerte?
«El miedo mediático nos revela la delgada línea entre la visibilización y la pornografía emocional. Especialmente cuando se concibe a quienes enferman como soldados y héroes que vencen a la enfermedad, ¿qué son entonces quienes sucumben a ella? ¿Qué ansiedades conjuramos o pretendemos conjurar a través de la muerte de otros?»
En el siglo XV, Nezahualcóyotl, señor de Texcoco, escribió lo siguiente:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
Y, sin embargo, de la misma manera añadía:
No acabarán mis flores,
no cesarán mis cantos.
Yo, cantor, los elevo,
se reparten, se esparcen.
Aun cuando las flores
se marchitan y amarillecen.
Flor y canto (in xóchitl, in cuícatl) significa que la belleza y la posibilidad de compartir con otros era lo que Nezahualcóyotl no estaba dispuesto a dejarse arrebatar.
La pregunta que la filosofía podría sostener más allá de las soluciones y de la urgencia sería esa. ¿Qué es lo que estamos dispuestos a dejarnos a arrebatar y qué es lo que no? ¿Y qué nos dice de quiénes somos y de cómo deseamos vivir (y morir)?».
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